Para hablar de esta película basada en personajes de DC Comics, hay que tomar conciencia de lo que significó el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) para la industria audiovisual. Lo que comenzó sin presiones, sin los personajes más populares de la editorial (Spiderman, Cuatro Fantásticos, X-Men), porque no contaban con los derechos, se convirtió en la franquicia más taquillera de la historia del cine por amplísimo margen. No solamente eso, sino que durante muchos años conquistó a buena parte de la crítica.

Tomaron buenas decisiones creativas, aprovecharon el viento de cola y construyeron una fórmula ganadora que recién empezó a agotarse cuando rondaba la treintena de entregas. Si actualmente se habla de una fatiga de las películas de superhéroes es porque Marvel no está logrando mantener el nivel, al tiempo que se ve obligada a recambiar a sus personajes principales.

Del otro lado de la grieta está (o estaba) el Universo Extendido de DC (UEDC). Comenzó con Zack Snyder reflejando su visión muy personal de los superhéroes, sin conquistar al público y la crítica pese a contar con dos de los personajes más populares del planeta (Superman y Batman). Esto aterró a los ejecutivos de Warner Bros., que comenzaron a meter mano y no hicieron más que entreverar las cosas. Tratando de que la película de la Liga de la Justicia se pareciera más a una película de Marvel crearon un Frankenstein que enojó a un montón de aldeanos, que, al día de hoy, todavía contaminan las redes sociales con sus antorchas.

Esto no quiere decir que el UEDC no tuviera sus éxitos, aunque la mayoría de ellos dependerá del ojo del observador. Los cortes del director Snyder tomaron direcciones interesantes incluso cuando traicionaban el espíritu de algunos personajes, y las entregas más atorrantes como Aves de presa o El Escuadrón Suicida son mucho más entretenidas que el promedio de la competencia. Pero también hay un par (dos) de éxitos masivos, como Mujer Maravilla o Aquaman, estrenada en 2018.

Desde el estreno de esta última pasaron muchísimas cosas, la mayoría negativas. Las películas que le sucedieron fueron juzgadas con una vara más dura que las del UCM, aunque no necesitaran ayuda externa para fracasar. Los problemas en la pantalla eran el reflejo de extrañas decisiones ejecutivas, que incluyeron una película terminada que nunca se estrenó (Batgirl), Dwayne The Rock Johnson dando una especie de golpe de Estado creativo (fallido), la empresa cambiando de dueños, y (lo único inteligente) darle las llaves del Universo DC a James Gunn, quien ha demostrado tener la conjunción perfecta de imaginación y respeto por el material original.

El nuevo capitán asumió cuando todavía restaba estrenarse varias películas, cargadas de referencias cruzadas y promesas de nuevas aventuras. Así que las últimas entregas del UEDC llegaron con tijeretazos de último momento y cabos sueltos destinados a permanecer así. Esto se nota bastante en Aquaman y el reino perdido, que tiene el extraño honor de ser el último clavo del ataúd de esta encarnación de DC Comics en el cine, hasta que en 2025 un nuevo Superman (y un nuevo universo) intente sacudir la fatiga de marras.

Bajo el mar

El director James Wan había conquistado al gran público con una aventura muy comiquera, más allá de que el Aquaman de Jason Momoa no se pareciera mucho al de las historietas. Su Atlantis era una combinación de Ben-Hur y Tron, y su protagonista tenía algo de los héroes ochenteros, de esos que no se tomaban las cosas en serio y se veían obligados a asumir sus responsabilidades. Ya en 2018 la visión de Snyder de los semidioses melancólicos estaba quedando atrás.

Todo aquello está de regreso, pero no es suficiente. Aquaman y el reino perdido podría haber funcionado en 2019, pero ahora tiene que lidiar con nuestro cansancio y con ser el muerto que se mueve en medio de su propio velorio. Para peor, uno siente que esas circunstancias impidieron que se estrenara la película que Wan tenía en mente, incluyendo una mayor presencia de Mera (Amber Heard) luego de que la actriz fuera víctima de la campaña de desprestigio más virulenta que se desatara en las redes en los últimos tiempos.

Wan presenta un montón de escenas interesantes, pero les falta cohesión. Los mejores momentos podrían haber salido de la trilogía de secuelas de Star Wars, como la guarida de piratas o alguna de las persecuciones submarinas (los tiburones robots son hermosos), pero en el medio hay conversaciones sobre la paternidad, sobre la fraternidad, y también sobre el cambio climático. Ninguna consigue dar en el clavo.

Y después está Atlantis, que es solamente uno de siete reinos submarinos, cada uno con poblaciones y reglas diferentes. La película tiene mucho que explicar y por momentos falla en definir locaciones, tiempos y funcionamientos internos. Fue el guion el que intentó hacer malabares con tantas pelotitas al mismo tiempo, a mí no me miren. Todos los personajes son una versión diluida de lo que fueron en la película anterior, incluyendo el héroe (Momoa), el antihéroe (Patrick Wilson/Orm) y el villano (Yahya Abdul-Mateen/Black Manta). Que haya otro tridente misterioso no ayuda a la aventura.

Pasó el UEDC. Hizo lo que pudo con Marvel enfrente y con los peores ejecutivos adentro. Lo vamos a extrañar, aunque sea un poquito.

Aquaman y el reino perdido, de James Wan. Con Jason Momoa, Patrick Wilson y Yahya Abdul-Mateen. 124 minutos. En cines.