Desde el comienzo de las historietas de superhéroes, se hizo común que personajes de diferentes series convivieran bajo un mismo título para compartir aventuras, o directamente para formar supergrupos con los que combatir el mal, como la Sociedad de la Justicia de América, creada a fines de 1940. Claro que los jóvenes lectores no se preocupaban por la coherencia entre apariciones de un mismo paladín, así que se trataba de juguetes que, luego de cada aventura, volvían a guardarse en un cajón.

En los cómics, el concepto de continuidad no tuvo mucho valor durante décadas. Pero Stan Lee supo sacarle el jugo cuando estuvo al frente de un puñado de series y lideró la gran revolución de Marvel Comics en la década de 1960. Escribir varios títulos al mes (utilizando un método que exigía mucho de sus dibujantes) le permitía hacer referencia a hechos de una aventura en las páginas de otra, y si las criaturas submarinas habían invadido Nueva York en las páginas de Los Cuatro Fantásticos, Peter Parker podía quejarse de los charcos frente a su casa en las páginas de Amazing Spider-Man.

Los lectores ya no pudieron conformarse con menos, y comenzaron a exigir una fuerte coherencia interna en las historietas que compraban. Esto se sumó a guionistas que escribían en un formato telenovelesco (lo cual no era una novedad en sí misma) durante largos períodos de tiempo, obligando a coleccionar varias series para entender lo que estaba sucediendo. Nada hacía sentir más orgulloso al viejo Stan.

Es por esto que en ocasiones, como en los cómics de los X-Men durante los años 90, se popularizaron las “Notas del editor”. Se trataba de textitos pequeños debajo de una viñeta en la que, ponele, Wolverine decía “Perdón que llegué tarde, estaba peleando en la Luna”. Y el textito decía: “¡En X-Force #178!” o similar. Por un lado seguía contagiando la sensación de estar leyendo un mundo denso y lleno de aventuras, y por el otro permitía omitir información, ya que ella estaba (por ejemplo) en X-Force #178.

En el cine, Marvel también ha tenido que lidiar con su propia popularidad. La saga cinematográfica se convirtió en la más taquillera de todos los tiempos, por amplio margen, en parte gracias a la forma orgánica en que construyeron su universo. Pero la lluvia de dinero llevó a acelerar la producción de películas (igualito que habrá pasado con las historietas) y se sumaron las series de televisión y se volvió un poquito más complejo saber en qué anda cada uno de los personajes que vemos en determinado momento. Pero cuando estamos en el cine no se puede poner pausa para googlear notas de los editores.

The Marvels, dirigida por Nia DaCosta, no tiene la culpa de ser el film número 33 del Universo Cinematográfico Marvel, al que hay que sumarle una decena de temporadas televisivas. De sus tres protagonistas, una debutó en su propia serie (Ms. Marvel) y recién llega al cine, mientras que otra apareció como una niña en Capitana Marvel y como adulta recién en WandaVision. Esto significa que aquellas personas que no tienen Disney+ llegan con cierta desventaja a la sala.

La película lo sabe e intenta ser su propia notita del editor, aunque también tiene que contar otro montón de cosas, porque el statu quo es consecuencia de muchísimas acciones que se sucedieron durante años, incluyendo el famoso chasquido de Thanos que borró a la mitad de la humanidad durante un lustro y cuyas consecuencias no fueron tan bien aprovechadas por los guionistas desde que eso ocurrió.

Claro que hay cosas que la película hace rápido y bien, como conectar las vidas de las tres protagonistas: Kamala Khan (Iman Vellani), Monica Rambeau (Teyonah Parris) y Carol Danvers, la Capitana de marras (Brie Larson). Un desbarajuste cósmico hace que intercambien lugares cuando usan sus poderes al mismo tiempo, lo que las obliga a aprender de las otras (para nuestro beneplácito) y a aprender a trabajar en equipo si quieren derrotar a una villana tan genérica y pachucha (Dar-Benn, Zawe Ashton) que se suma a la larga lista de antagonistas de Marvel que no están a la altura de la historia en la que figuran.

Lo mejor está en la química entre las tres protagonistas, sobre todo porque Vellani sigue construyendo muy bien el papel de fana de la Capitana, que no puede creer estar siendo parte de una historia más grande, y queda claro aunque no la conozcas de antes. Las otras dos deben superar las secuelas de su último encuentro, pero para que eso se entienda hay que explicar cosas ocurridas hace varias entregas de esta meganarrativa.

En definitiva, el guion tiene que llenar un montón de casilleros en una historia que incluye a la villana vengándose de cosas ocurridas hace cuatro años (nuestros). Lo que no se le perdona es el orden en que llena los casilleros, ya que algunas explicaciones podrían llegar con mejor timing sin desperdiciar dramatismo. Por estas razones y algunas más, si tienen tiempo, vean Capitana Marvel o busquen algún video de diez minutos en Youtube que les resuma la trama. Así no van a quedar con ese gesto de “¿Qué está pasando?” que Larson pone tantas veces durante los 105 minutos de película.

The Marvels funciona mejor cuando no se toma las cosas en serio. Cuando parece un capítulo un poco más caro de Doctor Who, la longeva serie británica de fantasía en la que un ser del espacio exterior lleva a uno o más humanos en sus correrías, que incluyen visitas a sitios imposibles. Hay un sitio que visita el trío en esta historia que es tan ridículo que no debería funcionar, pero lo hace y la película gana gracias a eso.

La subtrama del gatito funciona, la elección de las canciones funciona (aunque DaCosta no es James Gunn) y los personajes secundarios colaboran para la construcción del costado emotivo. El costado narrativo es el que, además de estar atado por el gigantesco cinturón que mencionaba antes, se habría beneficiado de un mejor ordenamiento de los diálogos informativos.

Lo que está claro es que aquella impresión de que valía la pena estar al tanto de todos los pedacitos del rompecabezas se está diluyendo. Algo de lo que no es responsable ni la directora ni los suyos, y que debería preocupar a las altas esferas.

The Marvels. 105 minutos. En cines.