Del hombre distante, algo antipático, de respuestas esquivas y antojadizas o cargadas de ironía, harto de abordar un pasado traducido por otros con cuotas de misticismo o cortado con grosería para anecdotarios, no se advierte una sola señal. Al otro lado del teléfono, el cantante, guitarrista y fundador de Sumo y Las Pelotas prepara una salsa de tomate en el fuego para el almuerzo familiar.

Desde su casa en las sierras de Córdoba, Germán Daffunchio responde risueño y sin prisa a cada inquietud de la diaria. Sus intereses actuales no dicen nada de las cinco décadas a cuestas como protagonista de bajo perfil de la música argentina, aunque esa discreción no es nueva. Desde sus comienzos al frente de Las Pelotas adoptó una actitud chamánica que le permitió al grupo convertir cada maldición –heredada y propia– en música hipnótica y celebratoria. El oficio le dio un manantial de melodías que su público sigue interpretando como bendiciones.

“Hace muchos años que me fui de la ciudad. Entonces el entorno también te ayuda”, señala sobre las ventajas que lo ayudan a resolver su vida cotidiana. Habla con orgullo de la crianza de cuatro hijos, y de recetas de comida vegana. “Acá es fácil conseguir huevos caseros, por ejemplo”, dice. “Cuando te enfocás en la alimentación y en cómo el sistema está armado para que te enfermes, se trata de darte cuenta de lo que te estás metiendo en el cuerpo”, advierte.

“La vida del campo es muy distinta a la de la ciudad. A mí me cuesta, me duele mucho ir a la ciudad. Para serte honesto, yo a la gente la veo totalmente dormida y envenenada. En la ciudad todo está previsto para que comas pizzas y hamburguesas hasta reventar. Y eso provoca que todo esté cada vez peor”, reflexiona.

¿Cómo hacés cuando estás de gira? Me imagino que es una parte de tu vida más difícil de controlar.

En la vida de un músico la gira es un capítulo aparte, pero con respecto al presente, la verdad es que con los años trato de disfrutarlo cada vez más, y de encontrar la forma de que no sea una tortura. Por ejemplo, a la mayoría de los lugares voy manejando. Me gusta la ruta, voy con mis hijos escuchando música y el viaje es muy divertido. Siempre es una sensación hermosa salir de gira, y cada vez más, porque uno aprende a disfrutar de su profesión, de lo maravilloso que es hacer música para alguien que te va a escuchar. Te diría que es todo festejo.

Desde el año 2000, Las Pelotas tienen la costumbre de venir muy seguido a Uruguay, en un promedio que con el tiempo se fue transformando en una vez por año, cosa que no pasa con ninguna otra banda argentina.

Uruguay es uno de los lugares donde creemos que está nuestro verdadero público, ese que cosechás tocando, tocando y tocando, y esa es la gente más fiel de todas. Por lo tanto, vale mucho la pena tocar para esa gente, porque estamos sintiendo cosas parecidas. Es muy distinta a la modalidad de los hits. Hay gente que va a ver una banda porque escuchó un tema. Te da para pensar: “¿Vos qué hacés acá? No tenés nada que ver conmigo”. Afortunadamente, a nosotros eso casi no nos pasa. En el caso de Uruguay, es muy difícil no sonar demagógico, pero es verdad que tenemos un montón de amigos y que nos pone muy feliz volver a reencontrarnos.

Entre los shows de Las Pelotas más recordados en Uruguay hay uno en el Cine Teatro Plaza, en 2005, y otro en los festejos del Bicentenario de Uruguay, en 2011, en pleno Centro.

De esa vez recuerdo tener una hermosa sensación de sentirme parte de la gente que estaba ahí y, de alguna manera, sentirme también uruguayo. Me acuerdo de cantarles a unas señoras que estaban en los balcones y de compartir con ellas la alegría. Fue realmente inolvidable ese show.

Estuve escuchando versiones nuevas de “Corderos en la noche” y “Personalmente”, que tienen un arreglo soul. ¿De dónde viene esa variante? ¿Te gusta el soul?

Sí, me gusta. Las incorporaciones que tenemos en lo musical se dan a partir de que no hay barrera. Hay una frase que usamos siempre: “No te olvides que nuestro abuelo era negro”. En el blues, en el soul están los maestros del sentimiento.

Nuestra escuela es mucho más difícil de explicar, pero te podría decir que arranca con una idea a la que siempre adherimos, y es que las bandas deben tener su propia personalidad. Parte de ese sello se explica con nuestra libertad creativa y con lo mucho que nos divertimos tocando.

Tenemos una cantidad de música guardada muy grossa. Cosas que por ahí decís: “Bueno, esto no va para el disco”. Hay un tema que hicimos en la época de la guerra de Irak, cuando los norteamericanos buscaban armas de destrucción masiva y al final no había nada, que está buenísimo y quedó guardado. Igual ya nadie se acuerda de Saddam Hussein. Todo pasa rápido, el mundo es cada vez más banal, más careta, entonces uno apunta las baterías a nuestra gente, no para tratar de cambiar el mundo, porque ya hay demasiados idiotas y no se puede hacer nada, pero sí para seguir diciendo lo que sentimos.

Sobre tu visión del mundo, siempre se menciona la vigencia de “Esperando el milagro”. En otra canción más nueva, “Víctimas del cielo”, retomás el tema, ¿con un hilo de esperanza?

El otro día me llegó el dato de que se están devastando 15.000 hectáreas del Amazonas por día. Es muy difícil mantenerse al margen de esa realidad: o lo ves o te hacés el pelotudo, pero la realidad es esa. Y uno como es, va a morir tratando de hacer algo, de decir algo, porque en realidad todo lo demás es marketing. Las empresas que te dicen: “Juntá las tapitas de plástico para proteger los bosques”, es todo mentira. Acá se trata de la soja y los chanchos chinos, la soja para alimentar a los chanchos, y así seguimos destruyendo el planeta.

Pero volviendo a la música, “Víctimas del cielo” habla de un dios que nos está castigando. ¿Por qué nos pasa esto y lo otro? Nunca hay una explicación. En Argentina la calidad de la política es demasiado patética, todo es terrible, con los políticos sumergidos en champán, en debates entre ellos, presuponiendo que todo el resto de los humanos, como no son militantes, son pelotudos, y uno tiene la música para poder descargar. Te juro, es nuestra medicina.

¿Tuviste alguna vez alguna afiliación religiosa?

No, yo soy de los que creen que las religiones están pasadas de moda. O sea, estamos viviendo hace dos mil años, tres mil años, con las mismas religiones, y eso te habla de la incapacidad del ser humano de darse cuenta de dónde está parado. Eso en sí mismo es una religión, es la vida pasando delante de tus ojos mientras vos estás distraído. Esa es una de las razones fundamentales de la destrucción del mundo.

¿Cuáles son tus lecturas?

En un momento de mi vida no quise leer más nada. Ese viaje que hacen todos los seres humanos tratando de encontrar algo me pareció que había terminado y decidí convertirme en un observador de la vida.

Me gusta mucho la ciencia, la tecnología, la astronomía, la ingeniería futura para ver cómo podés sobrevivir sin depender del sistema. Me gusta mucho leer sobre el espacio, sobre física cuántica. Los humanos ya me hartaron.

Durante los 60, y un poco también en los 70 y en los 80, existía la sensación de que el mundo se podía cambiar para bien. Había una especie de utopía que también acompañaban ciertos grupos musicales. Pero todo eso se lo comió el sistema.

Los músicos actuales trabajan con un nivel de marketing muy impresionante y se transforman de un día para el otro. Hay mucha música diseñada nada más que para que la gente esté contenta, con letras que sólo hablan de amor y de las ganas de garchar.

Y en la astronomía, por ejemplo, o en la tecnología, ¿encontrás alguna respuesta? Ya no te digo como para la humanidad, pero para vos.

Para mí el ser humano está buscando a Dios. Si alguien llega a encontrar que hay vida en otros planetas, o se descubre que la vida es una cuestión de distancia y de elementos químicos, hay un montón de cosas que van a cambiar. En otra vida me gustaría ser astronauta, indudablemente. Me parece algo fascinante la idea de que somos un átomo dentro de un inmenso cuerpo y que todo el tiempo estamos equivocados. Igual, no sé qué tiene que ver esto con la música.

La astronomía está muy presente en las canciones de Las Pelotas.

Sí, otro nexo en mi vida es el mar. Recordá que fui marino mercante durante un año. En ese momento estaba convencido de que todos los seres humanos tenían que estar por lo menos una semana en el mar para darse cuenta de lo esencial. Es algo maravilloso el mar, es la madre verdadera.

Es difícil de explicarlo, pero uno no puede dejar de sentir esas vivencias que marcaron tu vida.

Bromeás mucho con que un día vas a escribir un libro sobre esto o lo otro. ¿Tenés planes de concretar el plan algún día?

No sé. Te decía que dejé de leer, salvo cosas sobre ciencia, porque no sé qué importancia tiene mi historia, no sé a quién carajo le puede servir. Podría resumir mi vida en 1.000 palabras y hablar de la perseverancia y de creer en vos. Podría ser una salida económica para cuando ya no pueda tocar más.

Para escribir, seguís teniendo las canciones.

Por ejemplo, veo la historia de Luca [Prodan] y pienso en la necesidad del ser humano de tener ídolos, héroes, semidioses. Yo lo conocí a Luca, la gente transformó su historia con mentiras. Todo el mundo estuvo con él, todo el mundo se tomó una ginebra con él, y la verdad, como también le habrá pasado a Maradona y a Gardel, se alimenta una cosa a la que no le encuentro sentido. Al final siempre va a haber alguien que diga: “Este era un boludo”, y otros dirán: “Este era un genio”.

Podrías escribir un libro de astronomía.

Sí, hay una frase muy buena que leí alguna vez, que dice: “Cuando los sabios señalan el cielo, los otros miran el dedo”.

A veces da la sensación de que hay muy poca gente viva, que la mayoría está conectada a la matrix. No es que yo me sienta diferente, al contrario. Pero si de alguna manera estás sufriendo con tu realidad, entonces tenés que hacer algo para tratar de salir de la matrix.

En tus letras seguís convocando a la gente a despertarse.

Lo más fácil es estar adormecido. El sistema te ofrece todo para que te quedes tranquilo, feliz y contento. El problema es que cuando salís de ahí y volvés a estar con vos mismo, todo lo que dejaste en tus pensamientos, si no se transformó en acción, te va carcomiendo.

En un momento bastante oscuro de la región y del planeta en general, Las Pelotas lanzó una canción luminosa como “Es clara”.

Había leído sobre eso de que el 95% de nosotros es agua. La letra dice “Somos agua que respira”. A mí me parece que la vida es mucho más simple. Cuando tomás conciencia del asunto, hay algo que cambia en vos. Y acordate de que yo me vine a las sierras. Cada uno tiene su búsqueda. Yo sigo buscando a ese Germán que está en el mar, feliz, en medio de un temporal.

Las Pelotas. Sábado a las 20.00 en Sala del Museo del Carnaval (Rambla 25 de agosto esq. Maciel) Entradas a $ 1.300 en Redtickets.