La competencia por el dinero de los espectadores de cine es tan feroz, que a pocos días del estreno algunos estudios empiezan a revelar datos acerca de la trama e incluso clips de las películas, que pueden ser un gancho para algunas personas, mientras que otras sentirán que les están contando todo el argumento (aunque los tráilers que cuentan todo el argumento no son una creación reciente).
Por eso surgen posturas como la del experto en efectos especiales Todd Vaziri, cuya cuenta de Twitter (jamás la llamaré X) recomiendo. Periódicamente, Vaziri comparte una lista de películas sobre las que tiene un “apagón total de medios”, expresión que acuñó hace algún tiempo. Esto significa que en esta era hiperconectada él hace el mayor esfuerzo para no cruzarse con tráilers, artículos e incluso pósters de films a los que quiere ver por primera vez con un conocimiento minúsculo de la trama.
Sin la meticulosidad de este hombre, me he encontrado en situaciones similares, con la ventaja de no tener que pensar demasiado en cómo invertir tiempo y dinero, por tratarse de una parte de mi trabajo. Esto significa que me he encontrado en el medio de una sala de cine, con una película a punto de comenzar, y sin tener la menor idea de lo que está por ocurrir. Como pasó con Parpadea dos veces, la comedia de suspenso (ponele) que marca el debut como directora de la también actriz Zoë Kravitz, a quien vimos en series como Big Little Lies y como la última Catwoman de Batman.
En otras ocasiones mi “apagón” tenía un efecto muy limitado en la experiencia cinematográfica. Pero justo acá, donde la protagonista de la historia tampoco sabe nada de lo que está ocurriendo a su alrededor, sumó bastante a los niveles de intriga por lo que estaba ocurriendo. Incluso al tratarse de una película que mejora cuando ya no tiene que hacer un esfuerzo por ocultar el misterio principal. (Si quieren la experiencia Vaziri, este es el momento de dejar de leer e irse al cine).
La protagonista de la historia se llama Frida y es interpretada por Naomi Ackie, a quien vimos encarnar a Whitney Houston en la película biográfica Quiero bailar con alguien. Comienza la historia como una Cenicienta moderna, explotada en el sector terciario y soñando con codearse con celebridades como Slater King (Channing Tatum), uno de estos multimillonarios tecnológicos que tuvo problemas en el pasado y decidió comprarse una isla para recluirse un tiempito lejos del “qué dirán” y el “qué acusarán”.
Después de un par de momentos de vergüenza ajena (experimentados por mí), la princesa potencial se cruza con su príncipe azul y junto con una amiga de ella (Alia Shawkat) terminan sumándose al entourage de King y viajando rumbo a la isla secreta y misteriosa. Con personas increíblemente ricas que nunca antes habían visto en sus vidas, y que para mayor efecto tienen caras conocidas (Christian Slater, Haley Joel Osment, Adria Arjona o Simon Rex). No sé ustedes, pero yo estaba nervioso, sobre todo porque no había visto el tráiler. (Si pueden, no lo vean).
A esa altura mi mente comenzaba a hacer eso que tanto odio de otros, que es tratar de definir una cosa como la suma de otras dos cosas. Encontraba elementos de ¡Huye! (Jordan Peele, 2016) y de The White Lotus, porque imaginaba que a las pobres incautas se les venían momentos cargados de violencia, quizás motivada por asuntos de clase. Luego admitiría con sorpresa parte de mi error.
Kravitz, quien coescribió la historia con ET Feigenbaum, se encarga de fogonear la incomodidad y la incertidumbre, a veces con la banda de sonido y a veces con la repetición de frases, que aparecen demasiadas veces como para ser consideradas un arma (o un encendedor) de Chéjov. Hay una casera de risa perturbadora, unas serpientes deambulando en el césped y la reflexión de que “cuando todo está bien es cuando sucede algo malo”. Todo esto mientras las dos amigas disfrutaban de una sucesión de fiestas en la piscina, comida en porciones pequeñas y drogas recreativas.
A diferencia de lo que me ocurrió con Alien: Romulus, en este caso la primera mitad es la que me gustó menos, pero porque tenía que crear la atmósfera necesaria para que todo reviente en la segunda parte. Y vaya si revienta, con un enfrentamiento entre facciones que con el diario del lunes (o de la mitad de la película) podía ser obvio, pero que Kravitz esconde lo suficiente. De todas maneras, el carisma de Naomi Ackie es suficiente como para cargar con la trama.
Después de que la montaña rusa llega hasta arriba de todo, viene el vértigo, la acción, y Adria Arjona nos regala una actuación inolvidable, con un espectro de emociones que a veces transcurren en menos de tres segundos. Y ahí es donde Kravitz abraza la comedia, porque ocurren los momentos más graciosos, pero intercalados con otros terribles, inclusive uno que juega bien al borde de caer en el mal gusto, pero la directora lo resuelve con calidad. Seguramente porque es una mirada femenina sobre el asunto.
Por supuesto que hay un par de parlamentos muy obvios en relación a lo que sienten “los villanos” sobre lo que está ocurriendo, pero a veces es mejor equivocarse por exceso. Al final, la cosa se resuelve como solamente puede permitirse la ficción y uno se va del cine con ganas de recomendar la película, aunque sea con el famoso: “Vos andá y mirala. Haceme caso”.
Parpadea dos veces (Blink twice). 102 minutos. En cines.