Phantom Island, de King Gizzard & The Lizard Wizard

La banda australiana de rock psicodélico más prolífica de la historia editó su vigesimoséptimo álbum, a 15 años de su formación. En Phantom Island, King Gizzard & The Lizard Wizard renueva su compromiso con dinamitar los moldes, incursionando en la fusión orquestal en un material que bien podría resignificarse como ópera rock.

Empapados en pensamientos existencialistas y cuestionamientos dignos de diván, los diez tracks del álbum se desprendieron del proceso creativo de su antecesor, Flight b741 (2024), e inicialmente fueron grabados sin el despliegue instrumental que hoy ostentan. Sin embargo, un encuentro con la filarmónica de Los Ángeles inspiró al sexteto a ampliar aún más el alcance de su experimentación. La influencia del ensamble va más allá de sus aportes netamente instrumentales: el espíritu de Los Ángeles tiñe el disco de un aura hollywoodense –en especial en “Deadstick”–, mezclándose con el espíritu world music del material y contrastando con lo casi apocalíptico de su lírica. La pregunta es con qué más pueden sorprender.

Gel antipático, de Disco del Año

El supergrupo underground presentó su segundo material en una coedición de los sellos Inocencia Discos y Little Butterfly Records: 17 minutos de furioso espíritu hardcore, con espacio para la experimentación.

Gel antipático lo tiene todo. El Uruguay nostálgico aparece en la melancolía de la lejanía de “Celesta”, las voces infantiles que recuerdan publicidades de antaño en “Fideos con pucho” y el rejunte de dichos de “Trapito”. El disco se siente bien nuestro, aunque el tema que lo bautiza arranque en portugués, decida coquetear con los matices del rock rioplatense, salude al surf de camino y desembarque en una playa ralentizada de Brasil, que bien podría tener como banda sonora “Garota de Ipanema” en lugar de este frenesí.

Foto del artículo 'De la psicodelia orquestal al folk minimalista: nuevos álbumes de King Gizzard & The Lizard Wizard, Pete Doherty, Louta y más'

No falta el hardcore duro para los puristas: “Ceniza y polvo” arranca con un guiño murguero pero rompe en un tupá tupá vuelapelucas, “Fataliti” (single adelanto) tiene un estribillo pegadizo a lo Fun People y “Los despiertos” se mete de lleno en la euforia más desenfrenada y ofrece 54 segundos de antipatía y un potencial gran tema de cancha, si algún cuadro se atreve.

De yapa, la banda se las arregla para cerrar su enorme microdisco con una colaboración y una versión: Pau O’Bianchi presta la voz en “Fin de semana” y la banda se despide reimaginando en español “Why’d you have to go?”, de los Bad Brains, con un bajo descomunal y una viola arañada con velocidad inverosímil.

La banda, integrada por Ismael El Faraón Varela en guitarra y voz, Andrés Varela en guitarra, Víctor Borrás en bajo y Leonardo Bianco en batería, toca este sábado a las 21.00 en Bluzz junto con los tacuaremboenses Incluso Si Es Un Susurro Soviético.

Un instante, de Louta

¿Introspectivo o fantasioso? Las críticas mencionan polos opuestos para describir el nuevo disco de Louta. Las diez canciones intentan ser ambas cosas mientras exploran sonidos tradicionalmente latinoamericanos, en una colorida mixtura bajo la producción de Nico Cotton.

Cinco años pasaron desde el último larga duración del artista, tiempo en el que afianzó su rol disruptivo en la escena del pop urbano, con exitosas colaboraciones como “Quereme”, junto con Wos, y llegando a abrir las presentaciones de Taylor Swift en River. Su regreso sorprende e incomoda como un formato de composición al que no estamos acostumbrados. Pasando por una estructura instrumental tradicionalmente rockera –batería, bajo y guitarra–, Louta añade sintetizadores, vientos, percusiones nativas, se vuelve lo-fi, baila salsa, explora influencias africanas y vuelve a colaborar con Bizarrap. Cada canción es un cuento en su alocado libro de fantasía, un surrealista relato de realismo mágico, ambicioso, algo incoherente, pero amable a la escucha.

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No es momento para hablar, de Blisters

La banda de punk rock uruguaya editó su primer larga duración, sucesor de los EP Siempre fue así (2021) y No apropiado (2022). De influencia californiana, el álbum maneja a la perfección los climas y logra un material fiel al género pero para nada monótono. Coquetea con el hardcore melódico, como en “No es momento para hablar”, tema que abre y bautiza el disco, y con los cambios de intensidad –“Nunca más”, el adelanto y hit, empieza casi susurrado, amagando un volantazo en el disco para explotar en el punk rock más tradicional–.

No es momento para hablar es un disco generacional, que habla de identidad y pertenencia en un momento de auge para la música alternativa emergente, escena en la que Blisters ocupa un lugar curioso: surgidos antes de la pandemia, supieron amoldarse al fenómeno del nuevo-under, compartiendo escenario con proyectos de diversos estilos y posicionándose como una de las principales bandas de su camada.

Felt Better Alive, de Pete Doherty

La cara de The Libertines regresó a las andadas, esta vez en forma de trovador folk. Felt Better Alive, su nuevo álbum, se presenta como una obra bien inglesa, plagada de dichos, supersticiones y referencias británicas sobre baladas livianas, outros casi circenses y pasajes de violines melodramáticos.

Un collage de creaciones nuevas y canciones descartadas por The Libertines, el disco se siente como un capricho del artista –que en este punto de su carrera tiene todo el derecho de darse–. En el rol de narrador, Doherty relata fábulas, entre ellas la magnífica “The Day the Baron Died”, en la que Mike Joyce, baterista de The Smiths, se luce. El cantante también se acerca de forma algo retorcida a un potencial público infantil con “Pot of Gold”, una canción de cuna con un pasado oscuro, ya rehabilitada. Seguramente no pase a la historia como el material más trascendental del músico, pero es un vistazo sumamente auténtico a sus curiosos procesos creativos.