“Krypton: tu nombre me sabe a yerba”, reflexionaba Mendieta, el perro parlanchín de Inodoro Pereyra, en ocasión de la visita de Superman a la pampa argentina. Si será conocido el planeta natal de Clark Kent, que Roberto Fontanarrosa hacía chistes al respecto hace una punta de años.
El 10 de julio se estrena Superman, la película escrita y dirigida por James Gunn, que mostrará al hombre de acero ya establecido en su rol de paladín de la justicia, por lo que no sería necesario contar (de nuevo) cómo fue que llegó a la Tierra en una nave cuando solamente era un niño y de qué manera terminó convirtiéndose en la representación de la verdad, la justicia y un mejor mañana.
Ese origen, contado tantas veces que puede resumirse en ocho palabras (ya llegaremos a eso), fue mutando a través de los años. Los superhéroes fundacionales, creados en la primera mitad del siglo XX, tuvieron décadas para ir encontrando su forma final. Originalmente, Batman disparaba con armas de fuego a los criminales, la Mujer Maravilla era dominada por los hombres con relativa facilidad y Superman no volaba; apenas saltaba bien alto.
La parte de la historia ubicada en Krypton también cambió varias veces. Este es un recorrido por ese pedazo fundamental de la biografía de Superman, que lo define como un inmigrante por antonomasia. Ya perdió un mundo y se negará a perder otro, y al mismo tiempo puede sentirse un bicho raro y el más humano de todos.
El campeón de los oprimidos
“El campeón de los oprimidos”. Así definían Jerry Siegel y Joe Shuster a su creación en su debut de 1938, cuando Superman combatía empresarios corruptos y otros villanos realistas. La primera página del número 1 de la revista Action Comics estaba dedicada a su origen, para que los jóvenes lectores entendieran por qué ese personaje tenía poderes más allá de lo normal. Y la primera viñeta estaba dedicada a Krypton, aunque todavía sin nombre. “Cuando un planeta lejano fue destruido por la vejez, un científico puso a su hijo pequeño en una nave espacial hecha a las apuradas y lo envió a la Tierra”. El mundo de las historietas ya no volvería a ser el mismo.
Todavía faltaban Jonathan y Martha Kent para darle humanidad; un motociclista encontraba al bebé Kal-El (su nombre kriptoniano, originalmente escrito Kal-L) y lo llevaba a un orfanato, donde se sorprendían por la fuerza de ese ser con “una estructura física millones de años más avanzada que la nuestra”. En esa misma página –porque en aquellas épocas la densidad narrativa era altísima– sus creadores nos explicaban que aquí también existen criaturas con superfuerza, como las hormigas, que levantan cientos de veces su peso, o los saltamontes, que brincan lo que para nosotros serían varias manzanas de una ciudad.
Un año después, la popularidad de Superman era tan grande que protagonizaba una tira en varios periódicos, y allí se le dio nombre a su lugar natal. “Krypton, un planeta distante tan evolucionado que tiene una civilización de superhombres; seres que representan a la raza humana en el pico máximo del desarrollo perfecto”, decía una viñeta. Mientras ese sitio explotaba, veíamos al padre de Kal-El corriendo y saltando como un superhéroe. Otro elemento presente por primera vez: las advertencias del padre al consejo kriptoniano acerca de lo que ocurriría con el planeta, que eran desoídas.
La historia de sus padres llegaría ese mismo 1939, cuando un mercado ávido de sus aventuras llevó a la editorial a darle a Superman una segunda publicación, en este caso homónima. Aquel motociclista volvía al orfanato a llevarse a Clark, en una de las primeras instancias de “continuidad retroactiva” (o retcon): una historia nueva reescribía detalles de otra anterior, dado que el género estaba en plena ebullición (Batman recién estaba debutando por esos meses).
Así, la familia Kent permanecería para siempre en el lore de Superman; el inmigrante era, además de un ser superpoderoso, el resultado de la crianza por parte de una pareja con buenos valores, oriunda del corazón de Estados Unidos. Eso sí, para que tuviera los nombres que conocemos en la actualidad habría que esperar hasta 1951.
Otros elementos del origen tendrían idas y vueltas, en particular el momento en que Clark Kent se puso el traje azul por primera vez. En 1944 se establecería retroactivamente la existencia de Superboy, la identidad heroica que habría adoptado en su juventud, que se sumaba al furor de los patiños de los superhéroes que había iniciado el mismísimo Robin.
En cuanto a la razón de sus poderes, recién en las historietas de 1960 (22 años después de su debut) se explicaba que Krypton orbitaba un sol rojo, y que los rayos de nuestro sol amarillo cargaban las células de Superman para darle facultades extraordinarias. Esto permitió que se escribieran historias en las que Superman visitaba mundos con soles rojos, donde perdía rápidamente sus poderes. De todos modos, la obsesión con estas minucias científicas hace que se corra el riesgo de sobreexplicarlo todo, como su capacidad de detenerse en pleno vuelo. Hubo quienes aprovecharon estas incongruencias para enseñar ciencia, como la querida serie uruguaya Superhéroes de la física, pero también están los lectores que quieren una explicación realista para todo.
Como dijo Grant Morrison en una entrevista con Rolling Stone en 2011: “Le das ficción a un adulto y empieza a hacer preguntas realmente estúpidas, tipo ‘¿cómo vuela Superman? ¿Cómo funcionan los rayos de sus ojos? ¿Quién infla las ruedas del batimóvil?’. ¡Es una puta historia inventada, idiota! ¡Nadie infla las ruedas”. Es un buen momento para recordar a Harold, un jorobado mudo que ayudaba a Batman con los ingenios tecnológicos en la baticueva. Cuanto menos hablemos de él, mejor.
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Creerás que un hombre puede volar
La película Superman de 1978, dirigida por Richard Donner y protagonizada por Christopher Reeve, marcó al personaje para siempre, tanto entre los lectores de historietas como para el público en general. Batman había logrado escapar del pop autoconsciente que impregnaba a la serie televisiva de 1966, sobre todo a partir del trabajo del guionista Frank Miller a mediados de la década de 1980. En cambio, varios elementos de aquella innovadora cinta sobre Superman tendrían una influencia mayúscula a la hora de contar nuevas historias con el personaje.
La primera, la más evidente, es la música de John Williams, que está presente incluso en los más recientes tráileres de la inminente Superman de James Gunn, como si ya fuera parte fundamental del personaje tanto como la S en medio del pecho o los colores primarios que tanto costó recuperar. Pero, además, aquella película presentaba su versión de otro elemento que había tenido idas y vueltas, y las seguiría teniendo: la muerte de los Kent. Se los había mostrado como una pareja de la tercera edad, que no estaba presente en las aventuras adultas del personaje, y en 1963 explicaron que habían muerto durante unas vacaciones en el Caribe, después de desenterrar un cofre pirata que los exponía al mismo virus que había matado al propietario del cofre (así eran los sixties). En la película era solamente Jonathan quien moría, en este caso de un ataque al corazón.
Por último, entre tantos guiños introducidos en el film (como que Lois Lane tiene faltas de ortografía), se establecería una versión de Krypton que quedaría en el imaginario popular, porque la estética de ese planeta también había cambiado durante las décadas. De aquel hogar de superhombres y supermujeres se pasó a un sitio con un desarrollo tecnológico importante, que permitía la creación de la cápsula que salvó al pequeño Kal-El, pero poblado por personas sin poderes. De paso entendíamos la fascinación por los colores primarios y las capas. Esos mismos años 60 dieron una gran cantidad de historias sobre Krypton, en las que Superman viajaba en el tiempo e interactuaba con sus antepasados.
El gran público conoció a Krypton gracias a la película de 1979. El padre de Superman, Jor-El, era encarnado por el célebre Marlon Brando y su esposa Lara, por Susannah York. Esta versión era cristalina y casi en blanco y negro, con trajes que emitían brillo propio y un aura distante e indiferente incluso frente al inminente apocalipsis. Otro detalle que se anexaría para siempre a la biografía del personaje: la letra S ahora era una insignia kriptoniana, que dependiendo del caso podía ser un escudo de armas, el símbolo de la esperanza o ambas.
Mundos vivirán, mundos morirán
Resumiendo: DC Comics tenía tantas tierras paralelas, que sus personajes estaban desperdigados por el multiverso y la continuidad oficial había perdido su importancia. Así que hicieron una historia de una dimensión nunca antes vista, llamada Crisis en tierras infinitas, y apretujaron todo en una sola realidad. De paso, aprovecharon para relanzar a sus personajes más importantes. Para Superman llamaron al historietista John Byrne, quien escribió y dibujó la miniserie El hombre de acero. Para entonces, ya importaba mucho el equipo creativo detrás de las historias.
Este origen poscrisis fue el cambio más grande jamás experimentado por el personaje (más allá de cuando tuvo el pelo largo o poderes eléctricos). Byrne estaba obsesionado con que Clark Kent fuera literalmente “el último hijo de Krypton”, así que pasaron al ostracismo a Superchica (presente desde 1959) y el perro Krypto (1955). Otro que dejó de existir, o que decretaron retroactivamente que nunca había existido, era Superboy, ya que el nuevo Superman se ponía el traje por primera vez siendo un adulto. Todas esas vidas borradas se equilibraban con unos Kent que continuaban con vida en el “presente”. Con respecto a Krypton, el de Byrne era el más aséptico de todos, con seres que concebían a las nuevas generaciones en matrices artificiales, sin tocarse un pelo.
Habría que esperar hasta 2003 para que volviera a reescribirse la historia de Superman de manera oficial, más allá de que en el medio Jeph Loeb y Tim Sale crearan la muy recomendable Superman: las cuatro estaciones. El guionista Mark Waid y el dibujante Leinil Francis Yu estuvieron a cargo de Superman: Birthright, un arco de 12 números que, sin borrar de un plumazo lo escrito por Byrne, devolvía la humanidad a Krypton. Jor-El y Lara ya no son dos cirujanos sin piel expuesta, sino que los vemos abrazados y con Kal-El recién nacido en brazos. Claro que no era todo color de rosas en su planeta, sobre todo cuando la creciente conciencia ecológica en el nuestro hacía que la de Krypton fuera una historia con moraleja.
Un elemento que también sufrió modificaciones es la relación entre Clark y Lex Luthor, su archienemigo. En 1960 se lo había retconeado como habitante de Smallville, donde compartía historias con Superboy, a quien idolatraba, hasta que luego de un accidente le echaba la culpa por haberse quedado pelado. Tras la mencionada Crisis, Luthor era un empresario trumpesco, todavía no calvo del todo, que había hecho toda su carrera en Metrópolis. Pero Birthright les devuelve la relación de juventud, entre otras cosas porque estábamos en pleno furor de Smallville, la serie televisiva en la que Clark, Lex y Lana Lang eran protagonistas.
El siguiente origen “definitivo” llegó entre 2009 y 2010 de la mano del guionista Geoff Jonhs y el dibujante Gary Frank. Titulada Superman: origen secreto, tenía cambios pequeños en asuntos menores como el descubrimiento de los poderes, pero regresaba oficialmente su experiencia como Superboy y de paso su relación con la Legión de Superhéroes, un grupo de adolescentes del futuro con superpoderes. Esto no era tan importante en el rinconcito del personaje, pero tuvo implicancias enormes para el universo en su totalidad.
Hablando del universo completo, en 2011 (¡enseguida!) hubo otro “barajar y dar de nuevo” llamado Los nuevos 52, que quiso rejuvenecer a los personajes resumiendo sus historias. En el caso de Superman, como para cerrar el círculo, Grant Morrison nos devolvió al campeón de los oprimidos, que combatía la corrupción vistiendo jeans y una remera. El cine corre por caminos independientes, y El hombre de acero de Zack Snyder (2013) dedicó unos cuantos minutos a un Krypton tan oscuro y militarizado como el resto de sus historias superheroicas.
Con los años, el Universo DC se siguió transformando y la mayoría de los cambios hechos a partir de la Crisis volvieron atrás, aunque con una sensibilidad narrativa más acorde a los tiempos. Hoy en día tenemos un montón de universos paralelos con Supermanes de todo tipo y color, y recuperamos al perro Krypto y a la Superchica kriptoniana, que además irán apareciendo en las películas y series comandadas por Gunn. En cuanto al personaje, junto a Lois Lane tienen un hijo adolescente que supo suplantar a su padre en circunstancias especiales.
El origen perfecto
Para nombrar a Grant Morrison por última vez, digamos que junto al dibujante Frank Quitely no solamente crearon la mejor historieta del personaje en All-Star Superman, publicada fuera de continuidad entre 2005 y 2008, sino que nos regalaron el origen perfecto, anticipado al principio de esta recopilación de orígenes. Solamente precisaron una página, cuatro viñetas y ocho palabras.
“Planeta condenado”, sobre una imagen de Krypton a punto de explotar. “Científicos desesperados”, Jor-El y Lara mirando al cielo. “Última esperanza”, sobre el dibujo de la nave esquivando los pedazos del planeta. “Pareja amable”, con Jonathan y Martha Kent retratados desde el punto de vista del bebé recién llegado. Después de eso, tenés que cerrar el estadio.
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