1) ¿De qué discutimos en el periodismo cuando discutimos sobre el uso de la primera persona para contar una historia?
2) ¿Discutimos si está bien o si está mal como si fuera un ejercicio sencillo dividir las cosas -no sólo en la narración periodística- entre el bien y el mal? O, de otra manera, ¿acaso discutimos una cuestión moral cuando discutimos sobre el uso de la primera persona en el periodismo?
3) ¿O lo que discutimos -o deberíamos discutir- es cuál es el camino narrativo mejor para contar eso que queremos o nos parece necesario contar?
4) ¿Alguien diría, pensando desde el periodismo deportivo, que no hay un camino narrativo correcto en la elección de Dante Panzeri de apelar a la primera persona en su libro -periodístico de punta a punta- “Burguesía y gangsterismo en el deporte” (“Con lo que creo que construyo”, es la última frase del prólogo, por ejemplo) o en las célebres “Apiladas” de Borocotó -Ricardo Lorenzo y uruguayo, en su cédula-, en El Gráfico (dice “mi seudónimo” y “mi última apilada” en la primera línea de su última Apilada, en diciembre de 1955)?
5) ¿Alguien diría que Roberto Arlt se equivoca al recurrir a la primera persona en sus crónicas, inclusive en una deportiva como “Ayer vi ganar a los argentinos”, en la que la primera persona va desde el título, o que Jorge Masetti incurre en algún pecado al valerse de la primera persona en su mítica entrevista al Che Guevara en Sierra Maestra (“Lo encontré y me decepcionó”, empieza el sexto párrafo, cuando hace su contacto inicial con la gente del Movimiento 26 de Julio) o que Rodolfo Walsh se distrae de los horrores argentinos cuando escribe la más medular de sus preguntas públicas en el prólogo de “Operación Masacre” a través de tres palabras y de dos signos -“¿Puedo volver al ajedrez?”- o cuando en la “Carta abierta de un escritor a la junta militar” dice, enseguida, no bien arranca, “el allanamiento de mi casa en Tigre”?
6) ¿O el cuestionamiento clásico y también actual al recurso de la primera persona tiene que ver con que, no pocas veces, la primera persona, en lugar de funcionar como una senda para contar un gol, un encuentro, la vida o lo que sea, obra como una exaltación del yo?
7) ¿Será que más de una vez, muchas veces, el problema del uso de la primera persona en el periodismo consiste en que el narrador se sitúa y se considera más relevante que aquello que va a contar?
8) ¿Será que la primera persona nos perturba con bastante firmeza en este tiempo porque también en este tiempo, en demasiadas ocasiones, la autorreferencia transparenta una era en la que muchos individuos y, en particular, muchos cronistas se consideran más relevantes que el mundo, más centrales que las y que los demás, más interesados en su relación con la noticia que en la noticia, bien a gusto con el tono de una época en la que abundantes discursos invitan a monumentalizar el yo y a relativizar la importancia de las construcciones colectivas?
9) ¿Estará ocurriendo que, de tanto hacer eje en uno mismo, de tanta autoobservación por encima de la observación periodística, de tanto desplazamiento de las percepciones hacia la piel propia por sobre los latidos de la humanidad, una herramienta periodística de larguísimo andar como la primera persona queda enviciada, como en tantas ocasiones les sucede a las palabras y a las formas periodísticas, y entonces perdemos de vista cuándo, cómo, para qué y por qué apropiarnos de esa herramienta?
10) ¿Será, como siempre o como casi siempre, que el problema de la primera persona en el periodismo se parece a las papas fritas, al fútbol, a la política o al amor, que no valen o dejan de valer por sí sino por el sentido que les damos?