Un sábado de otoños llegó a la redacción. Feliz por lo que le pasa, cansada porque la competencia no hace mucho que terminó. Los bolsos pesan, quedan abajo de la escalera. Su hermana está cerca, en segundo plano; normal, tal y como hacen las hermanas: acompañar, aunque sepan todo.

Ariana Cedrez apenas es mayor de edad. De chica quería hacer esgrima, pero por una cosa o por otra nunca se le daba. “Hacía idiomas, hacía natación, me gustaban los deportes. Esgrima era uno de los que hacían donde trabajaba mi hermano. Por una cosa o por otra no lo hice de más chica y me pasó de grande. Entré al Liceo Militar, entré al plantel y me re gustó. Empecé a entrenar, empecé a competir y me dediqué a full. Hace tres años que lo hago. Mi vida es estudiar, ir al gimnasio, la esgrima. Mi vida es eso. Lo demás no existe. Esto me requiere el cien por ciento de mi vida”, dice con el tono fresco de la juventud.

Si la vida en el deporte es cuesta arriba para nuestros deportistas, más bravo es cuando la disciplina elegida no es tradicional. Una de las primeras dificultades que Ariana tiene es encontrar competidores que se ajusten a su edad y a su género. Si bien hay rivales, la mayoría son varones más grandes. Pero más grandes posta: llevan en la esgrima los mismos años que ella tiene de vida. Ariana lo sabe y lo resume con ductilidad: “Como no hay muchos de mi edad me suben de categoría. Entonces entreno más de lo normal, más horas y horas, para alcanzar el nivel”.

Club de entrenamiento Andresito.

Club de entrenamiento Andresito.

Foto: Natalia Rovira

El otro gran obstáculo son las posibilidades de desarrollo. Financiarse cuesta mucho, desde la punta de la espada hacia adelante. Dice Ariana que no hay mucho patrocinador; ni siquiera hay gente que sepa que existen deportistas practicando esgrima, mucho menos que ella tiene logros. Es cuesta arriba y el deporte es caro: sólo la hoja de la espada le salió 200 dólares.

Es clara en sostener que si no fuera por el Liceo Militar antes y por la Escuela Militar ahora, le sería aun más imposible practicar su pasión. Con la agudeza que mueve sus armas, Ariana identifica muy bien lo que pasa con la esgrima, tanto en Uruguay como en la región: “En Sudamérica hay buen nivel. Chile está muy desarrollado, entrenan meses en Europa, tienen una villa olímpica impresionante, entrenan diez horas por día y hasta viven ahí. Y nosotros, a veces, en nuestras condiciones, vamos y ganamos. Mi pregunta es: si tuviéramos lo que ellos tienen, dedicándome 24x7 como me dedico, ¿hasta dónde podría llegar?”.

Foto del artículo 'Touché: con Ariana Cedrez, esgrimista'

Foto: Natalia Rovira

Pese a todo, por condiciones, por preparación y por ese fuego que lleva adentro, Ariana da pelea ahí donde le toque. “Dificultades hay en todos lados. Pero si alguien quiere algo, si de verdad lo quiere, de alguna forma lo va a conseguir. Lo tiene que conseguir”, concluye. Y lo consigue: el Comité Olímpico Uruguayo la premió como la mejor esgrimista de la temporada 2017-2018. Este año, cada vez que ha salido a competir afuera le ha ido bien. Como sí lo puede hacer en su categoría, la experiencia local le termina sirviendo para pararse en la pista. Este año clasificó al Mundial, y además está peleando para ingresar en el corredor olímpico. “Es el objetivo más grande”, dice. Para eso tendría que ir a los Juegos Sudamericanos y conseguir puntos entre eso, los Panamericanos y el Mundial. “Esa es la forma para estar cerca de clasificar. Un Juego Olímpico es mi sueño más grande”, confiesa y arremete con espada en mano: “Pienso todo el tiempo en esto. Si mañana me dicen que voy al Mundial, dejo todo y me voy. Así lo siento, para mí es todo. En realidad me surge, si no lo hago me muero. No sé cómo explicarlo, es mi pasión de verdad. Cuando uno hace algo lo siente, lo llama. Si uno está practicando un deporte o haciendo una carrera y nunca lloró, nunca gritó, es porque eso no le gusta. O capaz que le gusta pero no es lo suyo. Cuando uno siente que está en su ámbito se enloquece por estar ahí, está emocionado todo el tiempo. Cuando hago esgrima, cuando toco una espada, sea lo que me haya pasado, siento que es mi lugar”.

Para jugar

La Federación Internacional de Esgrima reconoce tres disciplinas que son representadas con distintas armas blancas: espada, sable y florete. En una explicación breve y como para principiantes, Ariana dice que a grandes rasgos la diferencia de cada disciplina son las zonas de toque. “Con la espada valen los toques desde la cabeza hasta la punta del pie. En florete valen en el tronco, y en sable de la cintura para arriba. Obvio que el arma que se empuña también es diferente. Y las reglas de juego son básicamente así: en sable y florete tenés un ataque. Si voy y toco tu arma el ataque es mío. En espada es el que toque primero y ta”.