El básquetbol femenino uruguayo está transitando un año de cambios y logros que hacen que se esté dando el mayor crecimiento de los últimos tiempos. Uno de los principales factores para este impulso es la llegada de jugadoras extranjeras. La mayoría argentinas, se les presentó la oportunidad de seguir jugando ya que en el país vecino no hubo liga por la pandemia.
A los equipos uruguayos les cayó como anillo al dedo. Agustina García (Yale), Sabrina Scevola (25 de Agosto), Sofía Wolf (Montevideo), Melina Zapata (Remeros), Celia Fiorotto (Bohemios), Luciana Chagas (Aguada), Ana Paz (Hebraica y Macabi) y Sofía Acevedo (Defensor Sporting) son las ocho argentinas; a ellas se le suman la española Aranzazu Sureda (Bohemios) y la estadounidense Diamond Richardson (Aguada), todas para poner su juego y experiencia para potenciar el nivel de la Liga Femenina de Básquetbol (LFB).
Legado familiar
Agustina García, de 24 años y 1,75 de altura, vino a Montevideo a defender la de Yale. Debutó en la segunda fecha frente a Bohemios, partido en el que ‒si bien su equipo perdió 52-78‒, tuvo una actuación destacada, con 25 puntos, ocho rebotes, tres asistencias y tres robos en 35 minutos.
Su bisabuelo fundó el Club Social Lanús de Buenos Aires. Sus abuelos, tíos, primos, y su madre y su padre ‒fue donde se conocieron‒ jugaron en el equipo. Como es un legado familiar, empezó a picar la pelota a temprana edad y con la norma establecida: “El básquet está primero que todo”.
En la sub 15 tuvo su primera preselección nacional y jugó un Sudamericano con Argentina, al igual que en sub 17. En sub 18 jugó un Premundial y en sub 19 un Mundial, un Mundial 3x3 con la selección en 2018, y en 2019 debutó con el equipo mayor en la Americup y también en otro 3x3.
Hasta los 20 años defendió a Social Lanús; luego se fue a Temperley, a Unión Florida y finalmente a Berazategui a jugar la Liga Nacional, última casaca que defendió antes de llegar a Uruguay.
Este año estaba desde marzo entrenando en su casa, “picando la pelota en el living”, hasta que le surgió la posibilidad de venir a Uruguay. “Poder entrenar ya hace la diferencia, y a eso sumarle la competencia es buenísimo”, considera, porque las jugadoras de Buenos Aires ni siquiera tienen la posibilidad de ir a un gimnasio.
La principal diferencia que nota García entre el básquetbol femenino uruguayo y el argentino es que “aquí las jugadoras pagan por jugar. En Argentina se deja de hacer una vez que se llega al equipo mayor”, dijo a Garra. Además, sobre la LFB, consideró: “Por lo que veo y hablo con las chicas, este es el comienzo de un gran camino. Están viniendo jugadoras extranjeras y hay buena difusión, si bien los partidos no son en vivo. Aunque esté diferido, hay una manera de llegar a otros países, por ejemplo a Argentina, donde nos miran, y lo de seguir las estadísticas hace que se empiece a darle la mirada que falta”.
La joya del proyecto
Su incorporación estaba planeada previo a la pandemia, por tener amistad con quienes llevaron adelante el proyecto de 25 de Agosto, que conocían su nivel y la invitaron a formar parte. Sabrina Scevola, preseleccionada a la selección mayor de Argentina, de 28 años y 1,78 de altura, jugó desde 2017 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, en Tomás de Rocamora. En su trayectoria, además, defendió las de Obras Sanitarias, Centro de Galicia y Vélez. Acá debutó con triunfo sobre Aguada (84-61), aportó diez puntos, 12 rebotes y tres asistencias en 31 minutos de juego.
Scevola considera que las extranjeras o quienes tienen experiencia en el extranjero potencian las ligas. “En Argentina la diferencia la hacen las jugadoras de selección que están jugando en Europa y los cupos de extranjeras que cada club tiene y puede traer. Entre Uruguay y Argentina, en cuanto a las jugadoras que están de la media para abajo, no veo diferencias. En ambos países se juega un básquet físico”, sostuvo.
Del interior argentino al uruguayo
Melina Zapata, de 31 años y 1,80 de altura, nació en Paraná, Entre Ríos, y hace tres años que defiende a Remeros. Fue pilar fundamental en la final de la Copa de Plata del año pasado, donde salieron campeonas y Zapata anotó 11 puntos y tomó 14 rebotes.
A los cuatro años empezó a rebotar en Echagüe, su segundo equipo fue Estudiantes de Paraná, donde estuvo hasta los 26 años, y luego volvió a Echagüe. Disputando siempre torneos locales y cada tanto alguno regional, se sumaba a las selecciones de Entre Ríos, además de los torneos provinciales que daban los clasificados al torneo argentino.
Pasó por el atletismo como lanzadora de garrocha, de bala, de disco y de martillo; también jugó al vóleibol, pero siempre en paralelo con el básquetbol, “lo demás eran complementos”. A partir de los 18 se dedicó a estudiar la carrera de Ingeniería Civil. Si bien estuvo diez años lejos de las canchas, apenas se recibió vino a Uruguay a trabajar en Fray Bentos, y eligió mudarse a Mercedes para jugar en Remeros: “Llegué un domingo y el lunes al mediodía me hice socia”, confiesa, y agrega: “No me siento extranjera, me siento parte”.
Reforzado en partida doble
La argentina Luciana Chagas y la estadounidense Diamond Richardson son las extranjeras que forman parte del plantel de Aguada. Diamond, de 27 años, comenzó a jugar desde pequeña, inspirada por su padre, madre y hermano, que también practican el deporte. Se desempeña en varias posiciones y cuenta con experiencia internacional, tanto en El Salvador como en Australia.
“Poder jugar profesionalmente en el extranjero siempre fue un sueño para mí y para mi familia. Después de graduarme de la universidad era lo que quería hacer, y lo estoy disfrutando mucho”, le dijo a Garra.
De su reciente y corta estadía en Uruguay destaca dos cuestiones. En primer lugar la gente, “todo el mundo es realmente muy agradable, me han ayudado desde que llegué, es muy diferente a mi país”; y lo segundo es el mate: “Que todos compartan esa bebida y tomen juntos es muy llamativo”, sostuvo.
Su compañera de equipo y de apartamento, Luciana Chagas, juega desde los siete años en mixto. De padres uruguayos, sigue los pasos de su hermana, Florencia Chagas, quien llegó a la liga italiana y es una de las mejores jugadoras argentinas de la actualidad.
La alera no tuvo ninguna duda en venir a Uruguay. “Recibí el llamado un miércoles y el viernes ya estaba instalada en Montevideo. No me quería quedar un año sin jugar y, entre los equipos que me contactaron, mi papá, que es muy hincha de Aguada, me convenció”, comentó.
El año pasado vino a ver las finales mientras se preparaba para el Sudamericano y en lo que va de liga notó un gran cambio: “El año pasado me pareció muy tranquilo, ahora aumentó mucho el nivel, aunque en comparación con Argentina falta”.
Jugar más fuerte
Ana Paz, de 22 años y 1,78 metros de altura, es la promesa de Hebraica. En su debut en la fecha 5, con triunfo frente a 25 de Agosto (79-61), la argentina marcó 11 puntos, ocho rebotes y dos asistencia en 37 minutos de juego.
Comenzó a los tres años en el Club Atlético 9 de Julio y a los 17 se fue al Club Atlético Lanús, desde donde emigró a Montevideo. Le gusta la idea de jugar en un país vecino y no irse tan lejos. “El básquet uruguayo, con el tema de la pandemia, me ayuda a mantener un ritmo. Lo que espero, en lo personal, es que todas las argentinas podamos aportar una subida de nivel al básquet uruguayo”, dijo. Y se animó a ir más lejos: “El básquet femenino, en general, está en un momento donde nos estamos moviendo para que se visibilice, nos reconozcan y nos tomen en serio. Eso para que pueda ser más profesional”, finalizó.
El dúo argentino-español que potencia a Bohemios
Oriunda de Gualeguaychú, Celia Fiorotto, de 28 años y 1,86 de altura, empezó a jugar a los nueve años. Antes de venir a Bohemios estuvo en Quimsa, en Santiago del Estero. Fue campeona del Sudamericano 2018 en Colombia con la selección argentina, disputó el Panamericano en 2019 y salió campeona de la Liga Nacional Femenina con Berazategui.
De Málaga, la española Arancha Sureda, pivot de 46 años y 1,81 de altura, hace un año decidió venir a vivir a Uruguay y, si bien no tenía la idea de seguir jugando básquetbol, para mantenerse en forma terminó practicando en Bohemios.
Desde los diez años estuvo en equipos de División de Honor, la antigua máxima categoría de España. Formó parte de los equipos de la Universidad Complutense de Madrid, CD Careba, Club Náutico, ACD Gamarra de Málaga y Málaga S XXI, CB Coria, entre otros, y además fue a estudiar a Estados Unidos por un año y allí también jugó.
A Bohemios viene a enseñar a través de su experiencia. “Al equipo le puedo aportar ilusión y entrega. Ojalá mi pequeño grano de arena sirva para que más jugadoras jóvenes sigan progresando y mejorando, ya que hay gran nivel y es una pena ver cuántos abandonos hay”, manifestó a Garra. Además, sobre el nivel del básquetbol femenino uruguayo, dijo verlo “muy comprometido a nivel de formación, si bien las jugadoras que más destacan tienen que optar por salir fuera para seguir con su crecimiento deportivo y, por supuesto, personal. Seguro que en los próximos años, si se consiguen más apoyos, cada vez más jugadoras empezarán a dar mucho que hablar”.
Recién llegadas
Para no quedarse sin jugar este año, en contacto con algunos agentes, a Sofía Wolf le llegó la oportunidad de vestir la de Montevideo. Es oriunda de Crespo, armadora de 20 años y 1,66 de altura, fue campeona en el Torneo Federal con Talleres de Paraná. Además, el año pasado disputó el Mundial sub 19 con Argentina. Viene de jugar la Liga Nacional con Berazategui, equipo que salió campeón. “Aspiro a darle lo mejor de mí a Montevideo, dejar una huella y, a futuro, jugar en Europa”, sintetizó a Garra.
Sofía Acevedo, por su parte, nació en Carlos Paz, mide 1,67 y tiene 19 años. Es la última extranjera en llegar al básquetbol femenino uruguayo. Viene de Lanús ‒única casaca que vistió, además de la de la selección argentina‒ para defender la de Defensor Sporting. En 2017 fue campeona en el campeonato 3x3 de los Juegos Sudamericanos de la Juventud en Santiago de Chile, y campeona del Torneo Argentino de Clubes Sub 17 con Lanús. Al siguiente año, y por dos años consecutivos, se coronó como la mejor jugadora del NBA Academy Latin America Women’s Program Training Camp, en México.