En un mes común y corriente, Agustín Acevedo Kanopa puede llegar a ver unas 40 películas. Sobre varias de ellas escribe. Vuelve a la órbita de la pantalla nuevamente cuando el siguiente día se termina. El día se va con los denominados pacientes. Después de un largo tiempo, Agustín volvió a la cancha a ver a Nacional. Es que desde gurí su vida está ligada al fútbol. Su padre, Eduardo, fue futbolista, aunque de aquellos insultos colgados de los alambres recuerda poco, y el devenir de la vida lo puso a vivir en la línea punteada, que es como una jaula en la ribera de la cancha. Los técnicos viven día a día. Partido a partido. Y esa variable marca el ritmo del entorno. Hasta entorpece las pasiones o las transforma nomás, en el colador del éxito y el fracaso. Agustín es futbolero desde siempre. Un futbolero primitivo y estético. Ubica al fútbol en los cánones de la tragedia y desde ese lugar lo cuestiona. En la línea histórica que cuenta su colección de camisetas de fútbol hay una cuestión pictórica que se esclarece y hay otra pasional que merma todo lo otro, que hasta parecen distracciones. Es en el relato que emana de esas telas numeradas que Acevedo encuentra el puesto.

¿Con qué tipo de camiseta sos más exigente?

Con las de Nacional soy re exigente. Es que como hincha la camiseta puede estar muy buena, pero si no ganaste nada con esa remera es yeta. Yo lloro si veo una Renner por ahí, porque representa el quinquenio de Peñarol, aunque Nacional sale campeón con una Renner en el 98. La New Ballance, la de Ruben Sosa. En el 99 aparece la Pepsi, tremenda campaña, y sale la Fila. Acá tengo una Renner conmemorativa que me dio el Cabeza José Luis Zalazar, tiene estampadas todas las copas de Nacional, es rarísima esta remera. Pero se me manchó. La Recopa, la Toyota, la Sudamericana, la Libertadores, la primera Copa Uruguaya. El tema es que yo la asocio con ese período, entonces me trae malos recuerdos. Nacional pierde los dos clásicos, el primero ganando 3 a 1 pierde 4 a 3 y el segundo, después de ir ganando 2 a 0, pierde 3 a 2, un bajón. Mirá esta de Nacional de Paraguay, siento que le falta algo. Debe haber sido de un amistoso de mi viejo. Cosas raras tengo un montón.

¿Entre las raras hay algunas de Peñarol?

Tuve una de Peñarol del Pato Carlos Aguilera que la verdad no sé qué pasó. Muy raro. Y esta otra de Peñarol es de Marcelo Tejera, bastante bien para ser de Peñarol. Es algo cognitivo: veo amarillo y negro y no es que sea un enfermo de Nacional, pero incluso me pasa con la del Borussia. Es amarillo y negro, es difícil remarla. Hubo un tiempo en que las camisetas de Nacional venían bastante feas también, de repente había una que no estaba tan mal pero decía Macri ¿Cómo me voy a poner algo que diga Macri? Es un bajón. Porque las publicidades son re importantes. Rinde Dos es el gran asesino de camisetas, te arruina el diseño, y eso que la de Miramar es de las más lindas de Uruguay, al menos en el diseño original.

¿Cómo se llevaron la profesión de tu viejo y esa razón de hincha?

Estuve mucho tiempo siguiendo a mi viejo todos estos años. He elaborado la teoría de que para vivir de director técnico y que te vaya bien de verdad precisás tres equipos de campañas sólidas seguidas. Mi viejo siempre llegó al segundo y no concretó el tercero por razones varias. Por ejemplo, campañazo con Cerro, campañazo con Defensor, y después ese tercer paso. Tengo una sensación muy fatalista del deporte, porque siempre tengo la idea de que lo peor puede pasar a cada rato. Entonces como le seguía la carrera a mi padre no podía ser hincha de Nacional porque si mi padre le podía ganar a Nacional estaba todo bien: es familia, es otra cosa. Pero ahora que no está dirigiendo me pude acercar al fútbol de una forma sana, hasta permitirme ser irracional un poco. Volví a hacerme hincha, una postura casi autoconsciente, esa cosa de Pascal que dice: “Si vos querés creer en Dios, arrodillate y rezá, y la creencia va a llegar por sí sola”. Cuando sos hincha los ritos son medio parecidos, vos repetís el rito hasta que la fe llega sola. Por eso estoy yendo a ver a Nacional, volviendo a las raíces, por el fútbol en sí mismo, no por el negocio-tragedia familiar. Si no, nunca salís del modo tragedia. El fútbol no es tan disfrutable, es algo que te atraviesa. El fútbol es tragedia todo el tiempo. Porque es como un gran escenario de cosas épicas, hermosas y dolorosas. Si no lo vivís así, estás viviendo la mitad de las cosas. Es algo irracional. Y si le quitás lo irracional se convierte en un deporte olímpico: gente viendo un deporte. Para que sea otra cosa tiene que perder su cuota de irracionalidad dolorosa. Para ver equipos que sólo jueguen bien, mejor ir a ver cuadros al museo. No es fútbol eso. Ahora puedo ver a Nacional como hincha sin traumarme. Es que la felicidad de la semana depende del domingo, y esa vida partido a partido es tremenda. Cuando sos director técnico, si el equipo pierde perdiste vos. Y eso cuando lo incorporé de chico, sobre todo cuando mi viejo empezó a dirigir Deportivo Maldonado, cambió todas las reglas. Cuando empecé a entender la cosa, vi que todo era mucho más trágico.

Foto del artículo 'Entrevista con Agustín Acevedo Kanopa, psicólogo, crítico de cine'

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¿Hay una cuestión meramente estética con las camisetas de fútbol?

Yo dibujaba camisetas de fútbol. Era mi dibujo clásico de niño. Me pasó que buscaba colegios en la guía telefónica y trataba de diseñarle camisetas a todo lo que encontraba, ponerle las marcas, en esa época estaban de moda las Nike. Esta de Corinthians la uso en la vida cotidiana, casi todas esas, esas otras no tanto. Mirá, te traigo una que está secándose. Está hermosa, con el escudo viejo del Inter. La hacen unos que se llaman Football Town, que recrean las camisetas de una forma retro, pero, por ejemplo, la de Gimnasia es del Lobo, no de Gimnasia. Y la del Inter es la serpiente. Son de un argentino que se llama Sansolini, que se terminó expandiendo. Aunque es cierto que con la de Nacional no se esmeraron nada. Hay una que es hermosa, la de San Lorenzo, que tiene un cuervo dorado hermoso.

¿Cuáles son las camisetas que tienen más valor?

Esta es la más valiosa, la de la final de la Copa América del 83 que jugaron en Bahía. Tenían que usar [tela] acanalada por el calor. Y se conserva impecable. Mirá los cuerpos de los jugadores. Tuve miedo de que se desgastara, pero se mantiene. Es una historia parecida a la camiseta de [Diego] Maradona que se subastó. Esa camiseta no era de Argentina. Salieron a buscar unas camisetas a prepo porque [Carlos] Bilardo las pidió por el calor. Decía que las otras iban a pesar mucho. Las consiguieron en un mercado y los números se los tejieron. Mirá, hablando de Argentina, tengo la de Julio Olarticoechea del 86. Esta es historia total, la de Alemania Oriental. Mirá lo rústico del escudo, no es en serie. El número es una cosa tosca, como hecho por la vieja. La historia es que mi padre fue a un amistoso de preparación para el Mundial y resulta que hubo un intercambio de camisetas, pero se las dieron en un bolso y parece que tenían un olor a podrido increíble. La tuvieron que lavar varias veces para sacarle el olor. Hay una teoría que no es tan loca, que es que estaban todos pinchados los jugadores y eso se exuda en la piel. Pero capaz que era olor a chivo nomás. A mí toda la imaginería soviética siempre me gustó, y la hoz y el martillo están ahí en el escudo.

¿Hay una más importante que otra?

Esta es mi camiseta favorita, la de Inglaterra cuando perdió con Uruguay 2 a 0 en la preparación para el Mundial del 86. Mucha gente dice que fue el mejor partido de Uruguay en muchísimo tiempo. Es de un tal Adams [Tony]. Esta también me gusta mucho, pero tenés que estar demasiado fit, la del Portuguesa. Mirá lo que son los números, esos labrados de los 90, un clásico. Esta también es hermosa, de Gales, se le fue yendo el número. Es que antes las usaba demasiado, pero después me empezaron a ofrecer guita. Un día, a partir de Instagram el de Historias en Telas me compró por 5.000 dólares la de Rudy Voeller, la verde de Alemania. Yo le expliqué que no la estaba vendiendo, pero es Antoine. Él sabía que me la iba a comprar. Un día me ganó. Es como en Nueve reinas: cada uno tiene su precio. Pero no fue fácil venderla. También vendí una de Francia y una de [Jorge] Aravena, de Chile. Pero son hechos puntuales.

¿Cada una tiene una historia?

Esta de mi viejo es la más linda de Uruguay que tengo, el número es de terciopelo. Es una barbaridad que se haya jodido así con una plancha. Viste que el celeste de la selección es todo un tema. No es el mismo que la celeste del Napoli. Y esta no parece tan importante, pero es la del Enzo en el Cagliari, la suplente del Cagliari. Y tengo otra del Enzo, esta de River con el escudo del leoncito. Es que mi viejo es muy amigo del Enzo. Por eso no lo asumo como un bien capital. Esta del Botafogo es de mi padre cuando estaba por ir al Botafogo: se la dieron, pero al final no fue. Yo hubiera sido brasileño. La más cómoda es esta del Polilla Jorge da Silva, pero para jugar si sudás se te queda toda pegada. Y mirá esta de Perú con el escudo enorme. Además soy medio fan de Perú. No sé si es de Eliminatorias o de Copa América. Y esta otra es de Escocia, un partido en Wembley lleno de escoceses en una mala. Pierde Uruguay 2 a 0 y mi padre se le planta al juez y el juez le pega un piñazo. Viene el Chifle Jorge Barrios y le pega una patada en el culo.

¿Estas más nuevas son como el legado de la historia vieja?

Todas estas otras son más de fútbol reciente. Esta es de [Cristian] Alfaro, un jugador que dirigió mi padre en Sud América, y dice González en realidad porque se cambió el apellido. En Indonesia se convirtió en una figura eterna. Esa es del Persica de Indonesia. Esta es del Loco [Sebastían] Abreu de Dorados. Esta es de mi padre cuando dirigía a Tecos de Guadalajara. Y esta es de Sud América cuando jugaba, se usó en una película de [Pablo] Stoll. Hay varias de Tecos de Guadalajara. Las mexicanas son como de Fórmula 1. Esta es de Cerro, esta es de Banfield de cuando lo dirigió. ¿Qué es que te vaya bien cuando sos director técnico? Siempre estás al borde de que te vaya mal. A no ser que seas [Alex] Ferguson. Siempre es al borde del abismo. Pero las victorias son hermosas y las derrotas son horribles, no podés escapar. Te subís al bondi y están hablando del técnico. En la familia fuimos armando estrategias para eso.

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¿Qué idea te hicieron de tu viejo como jugador de fútbol?

Me hicieron una idea mucho más violenta del fútbol de mi viejo. Yo todo lo vi después. Hay algo que es un hito de mi infancia, que es que tu viejo esté en las figuritas. Yo pensaba que aquello era intachable, redondísimo. Un día vino uno de la clase y me dijo que el profesor le había dicho que le preguntara a mi viejo cómo estaba [Jorge] Pasculli. Le pregunté a mi viejo quién era Pasculli y quería ir a hablar al colegio. Durante gran parte de la infancia me quedó esta cuestión mítica oscura, y cuando vi la jugada, la verdad es que no era para tanto. No es ni por asomo la de Fernando Muslera en el partido contra Francia.

¿Qué idea te hacés vos de un psicólogo cinéfilo y futbolero?

Hay partidos que jugué o vi mil veces antes de que pasaran. Hay toda una construcción alrededor. Hay pocos jugadores que no tienen su yeta; mirá [Martín] Palermo, los penales contra Colombia y el partido en el que se le cae la tribuna arriba en Villarreal ¿Qué le podemos decir a [Luis] Suárez? Nada. Sin embargo, todo el mundo se acuerda del mordisco a [Giorgio] Chiellini, concentran su carrera en ese momento. El fútbol tiene que ver parcialmente con el deporte, es la chance que encontramos como sociedad de ser irracionales. Uruguay es un país muy laico, tenemos que creer en algo, ¿y en qué vas a creer? Es mucho más lindo creer en un equipo de fútbol. Un hermoso circo romano. Hay una película de Hirokazu Kor-eda que se llama Afterlife, cuya premisa es que cuando te morís vas a una oficina pública donde tenés que contar el momento más lindo de tu vida, y ese momento lo repetís una y otra vez, pero no es que sos consciente, es que vivís en ese instante una y otra vez. Yo dudo de que cambie un momento futuro de mi vida por el momento en que el Loco la pica. Que ese momento épico cada vez se regenere sólo te lo puede dar el fútbol, igual que esa sensación de desasosiego de que terminó el clásico es mi adolescencia. Y en mi casa comer ravioles con la familia era parecido a ver fútbol.