Con un panorama en oro y carbón y un trofeo en alza, Peñarol recibió al Montevideo Wanderers en el Campeón del Siglo. El aurinegro se aseguró ser parte de la definición del Campeonato Uruguayo, pero sufrió un partido que comenzó cómodo y luego lo pudo perder en el final.
Lo festivo a un costado. Ambos sabían lo que significaban los puntos, ya no por el Torneo corto, sino por el año y la definición de la temporada.
Esquemas bien diferenciados. En ritmo el partido comenzó discreto. Peñarol dueño de la pelota, cuidadoso pero anunciado. Wanderers mostró una lógica más vertical en busca de espacios a favor en ataque. Esto se advirtió en la visita que sin peligro claro llegaba en ofensiva.
Cuando pisaba el pedal, el local sabía que podía generar. Así fue en la primera clara que tuvo su goleador Arezo tras combinación con Diego Rolán -primer partido titular en el aurinegro-, que disparó fuerte por arriba.
Tras ese ritmo cansino que mostró el manya en sus salidas del fondo, cambió para sorprender. En una pelota profunda en la que vuelven a participar Arezo y Rolán en rebote, este emboca, pero hubo offside en su inicio.
El exjugador de la selección aprovechó la oportunidad dada por Arias y tomó protagonismo en ofensiva. Así fue que Rolán recibió de espaldas en el arranque del área y fue golpeado -con una patada casi infantil- por parte de Juan Acosta: penal bien cobrado. Lo pateó Sebastián Rodríguez con poca seguridad, la pelota ingresó con suspenso por contacto con el golero Silveira.
Les movió las fibras
El gol aurinegro cacheteó al bohemio. El planteo visitante fue otro y el ritmo ofensivo cambió. Adelantó el equipo, los zagueros se plantaron más cerca del mediocampo y la ofensiva tomó otra dinámica.
Las asociaciones fueron rápidas y precisas. Wanderers contó con jugadores de gran pie como para renunciar a esas intenciones. Albarracín, Veglio, Rolón se enchufaron, sumado al jugador más técnico del equipo, quien sacó la pelota siempre redonda. Nicolás Fonseca manejó los tiempos y las direcciones del ataque con un manejo de balón muchas veces ajeno a lo que se acostumbra ver en el fútbol local.
Al bohemio le faltó el premio en la primera parte, que no llegó porque sus jugadas sufrían de cierre y la pelota al área no llegaba clara.
Una fiesta a medias
El local disfrutó de su nuevo trofeo con su gente a medias tintas. El partido dejó mejor parado al bohemio, que se sintió cómodo cuando descubrió que tocando corto y filtrando pelotas generaba y desnudaba a la zaga aurinegra.
El mediocampo lo copó ese doble cinco que funcionó con creces. Al mencionado de Fonseca se le sumó el protagonismo del argentino Francisco Cerro, como parte de las asociaciones y filtrando pases que eran puñaladas.
La fórmula tuvo su premio. En esas amistades de bohemios en cancha, Albarracín y Rolón hicieron de las suyas. Culminó Matias Fonseca -hermano de Nicolás y que había ingresado hace nada- con gran anticipación a los zagueros.
El mediocampo se transformó en tierra de nadie y las transiciones rapidísimas eran moneda corriente. Wanderers se sintió cómodo con el empate y al local, con la presión de su gente, le costó mucho generar. El manya sólo tuvo una oportunidad clara en la segunda mitad, cuestión a tener en cuenta por parte de Arias pensando en lo que viene.
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