La tercera fue la vencida: Universitario de Salto es el campeón del interior, el mejor de la Copa Nacional de Clubes A después de haber ganado como visitante a Laureles por 4-0 con dos goles de Facundo Barrientos, uno de Martín Silva y el restante de Jonathan Jorge.

El elenco salteño debía ganar para poder campeonar, pero además debía hacerlo por más de un gol para evitar alargue o penales y alzar la Copa por diferencia de goles y vaya si lo hizo, con una espectacular goleada, doblegado de manera extraordinaria a un gran rival, que además buscaba por primera vez el título ante un estadio colmado de vecinos que soñaban con el título de igual manera que los cientos de salteño que llegaron al cuidado escenario fraybentinos que presentó un campo de juego espectacular.

Un momento único e inolvidable del gran equipo salteño, que por primera vez pudo llegar al título máximo después de buscarlo y buscarlo con ganas, fortaleza y capacidad. La U fue finalista tres veces en los últimos cuatro campeonatos del Interior, y ahora de visitante en el Liebig’s coronó de la mejor manera su máxima aspiración, la de conquistar este título con la que año a año sueñan centenas de clubes y miles de futbolistas de todo el país.

Los jugadores de Universitario tras ganar la final a Laureles, este domingo, en el Parque Liebig's, en Fray Bentos.

Los jugadores de Universitario tras ganar la final a Laureles, este domingo, en el Parque Liebig's, en Fray Bentos.

Foto: Fernando Morán

Si es con estudio que sea Universitario

El juego empezó con el estudio, y una cierta retracción de Laureles, que entró a la cancha sabiendo que de acuerdo a los bonos del tesoro, si mantenía el índice neutral del empate aseguraba el título por el triunfo que había conseguido en Salto mientras que Universitario, obligadamente ambicioso, y pleno de futbolistas con capacidad ofensiva pugnaba desordenadamente por llevar el juego al campo granero.

Con Diego Llama, Martín Silva, Valentín Fornaroli y Juan Ángel Albin por detrás de George dos Santos, el equipo estudiantil salteño enfocaba hacia el área contraria, y en un ejercicio de repetición empezaba a desnudar la ausencia de Charles Zoryez, figura básica y decisiva de los fraybentinos que estuvo obligadamente ausente por acumulación de amarillas.

Demoró unos minutos el local en empezar a soltarse y administrar la pelota con capacidad más cerca del arco contrario. La gente que llenaba el estadio entendía del lado al verde cuál era la conducta que el equipo local estaba asumiendo y no presionaba.

Universitario campeón, luego de imponerse a Laureles, este domingo, en el Parque Liebig's en Fray Bentos.

Universitario campeón, luego de imponerse a Laureles, este domingo, en el Parque Liebig's en Fray Bentos.

Foto: Fernando Morán

Miguel Cerrilla, el técnico local, tenía grandes ausencias en cada línea porque además de la de Zoryes, faltaba Sebastián Rosano para hacer su gran despliegue por la banda derecha, y adelante no contaba con Lázaro Zoppi, que con una distensión muscular no pudo llegar a su plenitud a pesar de que fue probado antes del inicio del encuentro.

Sin embargo, al llegar al cuarto de hora el Liebig’s sufrió un impacto del cual le costaría salir. Fue el primer gol de Barrientos, que había arrancado en un gran contragolpe manejado por Fornaroli, que agarró mal parado al equipo ranero la definición de Llama dio en el travesaño y Barrientos, que venía acompañando la contra, sacudió con un imponente derechazo la pelota haciendo explotar las redes y a toda la tribuna de Universitario.

Frente al gol, una puñalada trapera, Laureles se desacomodó en el partido y le costó enfrentar la velocidad salteña en contragolpes que siguieron llegando sobre el arco local. Hay señales de fortaleza que no son en clave de trancazos o de caras desencajadas, y Universitario, con su juego, con sus futbolistas las empezaba a dar en el partido más crucial de todos los que ha jugado. Congeló a su rival en la primera parte, y a pesar de que el 1-0 llevaba a los penales, entendió que la construcción de la escalera al cielo era escalón por escalón. Y así sucedería.

Universitario campeón, luego de imponerse a Laureles, este domingo, en el Parque Liebig's en Fray Bentos.

Universitario campeón, luego de imponerse a Laureles, este domingo, en el Parque Liebig's en Fray Bentos.

Foto: Fernando Morán

Una cosa que empieza con C, ¡campeón!

Laureles cambió obligado su impostura y su actitud para el segundo tiempo. Pareció podría empezar a construir el empate con una mayor cantidad de intentos de llegada sobre el arco del riverense David Freitas que defiende a los salteños. Esa era la impresión, pero la realidad fue que Universitario a los 10 del complemento colocó el segundo, un golazo de Silva volando en palomita para conectar de cabeza y anotar el gol después de un centro que llegó desde la izquierda con la sociedad Barrientos, Fornaroli, Albin.

El 2-0 le dio a los salteños soltura y seguridad y aplastó a los laurelinos que no daban pie en bola. La tribuna empezó a restar, y el sueño del título a quedar contra las cuerdas.

Pero habría más en el momento de mayor plenitud de los salteños que ya jugaban un fútbol sobre patines y que lograron estirar la ventaja a 3-0 cuando en un córner el cabezazo limpio de Facundo Barrientos fue directo a las redes.

Octavio Pintos, de Universitario, y Walter Vázquez, de Laureles, este domingo, en el Parque Liebig's, en Fray Bentos.

Octavio Pintos, de Universitario, y Walter Vázquez, de Laureles, este domingo, en el Parque Liebig's, en Fray Bentos.

Foto: Fernando Morán

Universitario en estado de gracia y ya jugando con uno menos por la expulsión por doble amarilla de Martín Silva llegó al cuarto gol cuando Matías Caseras se cayó en área cuando iba a despejar y la pelota le quedó servida y con los siete metros libre a Jonathan Jorge que hizo explotar a los cientos de salteño que estaban dale que dale todo el partido cantando, moviéndose con los vientos que eran la fanfarria del campeón.

Eran los compases para que sonara como nunca el Yo te daré/ te daré una cosa/ una cosa que empieza con C/ ¡Campeón!

Esto es vida

¿Para qué mierda vive uno si no es para vivir cosas como estás? La trinchera de pelear la tapa negociar los viáticos buscar el camino ya quedó atrás.

A las 6 de la matina suena el despertador, apronto un buen matungo, tiro las herramientas para adentro de la mochila y pateo 30 cuadras hasta llegar a la ruta. No es changa pal que no vive en la capital salir de las casas pa irse a querencias ajenas.

Con Fernando, que venía de Minas, quedamos de encontrarnos en ruta 5 y en la 81 a las ocho de la mañana, entre nubes, pajaritos, lluvia, sol naciente y olor a campo y asfalto. Lavalleja, Florida, Canelones, San José, Flores, Colonia, Soriano y Río Negro, son los departamentos que unimos para, seis horas después de salir de casa, llegar al Liebig’s de Fray Bentos donde la orejona presidiría la fiesta.

¿Tas loco, muchacho, que vas a ir a jeder ahí todo el día arriba del auto y para qué?

¡Para esto, muchacho!, para vivir una jornada inolvidable, única, irrepetible, pero asimismo conocida, buscada, querida, ansiada.

Todos los futboleros y futboleras conocemos lo que es llegar a este momento, empujar por la gloria, tener la llave del campeonato y esperar, sufrir o disfrutar la final. La diferencia, esencial, vital y hasta emocional, es que acá donde se juega todo, como se juega en el Centenario, en el Maracana, en el Bernabeu o en Wembley, los que están en la cancha son vecinos del que está cerrando por el segundo palo, del que cabeceó afuera, del que trancó en la mitad de la cancha. Y si no es así, si no sabes ni cómo se llama ni dónde nació ni a qué se dedica además de jugar al fútbol con esa camiseta rayada y de bastones verticales que lleva la número 3, o la otra de un solo color que tiene en su espalda la 10, es fácilmente proyectable a cualquiera de la gente de tu entorno o conocimiento: la veterana que grita parece la Choli, ¿el puntero chiquito y rápido no se parece al Ñato cuando jugaba en la blanca o en la diagonal?

Todos somos ellos, y ellos todos son como nosotros.

Ravioles apurados gente nerviosa y tranquila, ómnibus llenos, autos repletos, mates lavados, paquetes de galletitas sin terminar, y frondosos pero perennes refuerzos de milanesas son parte de la utilería de la final.

La gente llegó con esperanza, con sueños, con expectativa sin abatatarse y con la más linda de las sensaciones posibles, la de ser los cruzados del pueblo que llevarían para su comunidad la copa. Todo el día, toda la semana esperando la final, y ese momento único que son tres, cuatro, cinco horas de emoción de gloria de frustración.

Los veteranos llegan a paso justo, los muchachos acomodan el jopo mientras por la pasarela pasan con sus camisetas, mientras las gurisas por la misma pasarela trilla como si estuvieran en el baile con sus pelazos de peluquería y la albiverdes o la roja como top.

Hay mates, tangerinas, hombres de corbata mujeres vestidas de futbolistas. ¡Hace calor en este 6 de agosto o soy yo que estoy desempleado por la emoción de otra final del mundo! La cancha divina. ¡Wembley! dice uno. Todo el pueblo, este y aquel otro en el estadio.