El equipo franjeado de Danubio vive horas de movimientos. A la salida de Esteban Conde le sucedieron casi al instante las llegadas de Mario Saralegui en su sustitución y la del argentino Mauro Zárate.

El equipo de Esteban Conde es cierto que no estaba en los mejores períodos de su estadía, pero también es verdad que tuvo sus picos altos de buen fútbol, además de que la apuesta o el marketing generado alrededor tenía que ver con la identidad, con la escuela, con la continuidad.

Pero sabemos que los resultados rompen todo eso, salvo que seas Bielsa, querido en todas partes, a pesar de haber perdido. Pero son casos muy específicos. En 24 partidos jugados entre Apertura, Intermedio y Clausura, Danubio acumuló diez derrotas, ocho empates y seis victorias. Consiguió 26 goles y recibió 25. En la Copa Sudamericana eliminó por penales a Defensor Sporting, le ganó a Emelec y a Huracán de local, pero todo eso no alcanzó.

La llegada de Mario Saralegui cambia completamente el perfil. Es otro enfoque que precisamente no tiene tanto que ver con la identidad o la escuela, como lo tenían con el Coco, sino que estalla un aura de otro tipo de escuela, la escuela del aguante, la del meter, la del Twitter.

En ese devenir, sin embargo, a pesar o por esas causalidades, aparece la figura de Mauro Zárate. El argentino jugó en todos lados. Viene arrastrando olvidos y lesiones de las cuales parece estar sanado. El técnico saliente declaró que sabía de las negociaciones y que habían aprobado la contratación, pero también dejó entrever que en su gesta habían sido muy austeros en ese sentido. De alguna manera, la ecuación Mateo Ponte y el Cepillo González como jugadores salientes campeones sub 20 y la llegada de Zárate puede ser una ecuación extraña mezclada con el cambio de entrenador, pero Danubio está en esa salsa.

El argentino jugó mil años en Vélez, en el Inter de Milán y en Boca Juniors, además de jugar en la Lazio y de recorrer el mundo en una foto con ultras, haciendo la señal de los nazis, con el brazo rígido estirado hacia adelante continuado con la mano. Quizás no tenía idea de lo que hacía, lo que sería otro tipo de problema. De Vélez -donde fue muy querido- se fue inmerso en una nube a Boca Juniors, de donde tampoco se fue bien. Cuando llegó a Danubio dijo: “Estoy muy contento de esta oportunidad para volver a jugar después de un momento difícil que me tocó vivir, mis primeras palabras son de agradecimiento al club y a todos los que estuvieron en esta negociación que costó un poquito por temas extrafutbolísticos y no de dinero. Se pudo dar y estoy con muchas ganas”.

Es un jugador exquisito. El volantazo de Danubio es claro y contundente. Una figura de renombre, un técnico con experiencia y con un enfoque motivador. La partida de Guillermo May a Newell's Old Boys de Rosario concretada en las últimas horas le terminó de abrir el lugar al argentino que ocupará las miradas de un fútbol exigente.