De manera épica y casi increíble Uruguay le ganó 3-2 a Colombia, en partido de la segunda fecha de la segunda rueda de las Eliminatorias mundialistas para Estados Unidos-México-Canadá 2026.
El partido se resolvió de manera épica cuando el drama se había apoderado de los uruguayos después de un empate en lo que se creía era la última jugada del partido. Sin embargo, quedaba una más para que Manuel Ugarte pusiera el 3-2 que deja a Uruguay en el segundo escalón de la tabla detrás de Argentina, después de cuatro partidos sin ganar y sin convertir.
El primer tiempo, impensadamente, lo terminó ganando Colombia con un gol de tiro libre de Juanfer Quintero. En la segunda parte, Uruguay lo dio vuelta en cuatro minutos con anotaciones de Davinson Sánchez en contra y de Rodrígo Aguirre. Después al final, el sorpresivo empate de Gómez para Colombia y el épico y agónico gol de Manuel Ugarte para el triunfo y la debida reconexión y comunión con la gente.
Entre la angustia y la alegría
Antes de que empezara el partido, en el primer disparador de estas líneas me preguntaba si estos párrafos se enancaban en la angustia de la hoja en blanco, en el terror del Word vació desde tempranas horas, o en esas emociones educadas por años, por noches de verano con el perfume de los jazmines y glicinas que parecen tomar el perfume del Estadio, por encima de las notas de grasa chirriante hija de chorizos apurados, y de mediostanques que pretenden hacer inolvidable la noche de los parrilleros y de los niños, muchachos y muchachas que llegan azorados al templo sagrado del Centenario con la celeste como imagen bendita.
¿A qué noche de estos calores, de otras décadas, de otros tiempos, pertenecen estas sensaciones, esos recuerdos, estos presagios que nunca serán realidad hasta que los protagonistas hagan historia? Esperaba el partido con angustia y con expectativa.
Frente a mí, la Olímpica recontrallena pone la escenografía justa para un partido de los que pueden entrar en los anaqueles del recuerdo.
Y dos horas después, ya lo estoy guardando junto con 50.000. Junto con tres millones, como la noche aquella que le ganamos a Colombia cuando ya creíamos que se nos había escapado de las manos.
Fue un gran partido, entre grandes contendientes, con un final único e increíble, tan épico como el fútbol uruguayo.
Un gran partido
El partido empezó muy abierto, con ataques de ambos lados, con plena dinámica de juego de los celestes que hacían trepidar el estadio cuando las galopadas largas por ambos lados hicieron que las jugadas quedaran cerca de generar grandes emociones.
En cinco minutos, el equipo de Bielsa cargó tres veces de manera neta contra el arco colombiano generando sensación de peligro. El movimiento en masa, y con pelota al pie, del equipo celeste a campo colombiano otorgaba la sensación e idea que de esa manera los celestes podrían llegar a desequilibrar al elenco cafetero. Sin embargo, la primera sensación única de gol, casi gol, fue de Colombia, porque el ex salonista Richard Ríos se fue por izquierda y metió un centro que la gente en Medellín aún se está preguntando cómo no la embocó John Durán con su cabezazo solo, solito y solo.
Uruguay pasó zozobras un par de minutos, pero poco a poco con su excelsa escuela de marca, la que combina excelencia técnica con fortaleza anímica empezó a recuperar la pelota, y el control del partido, con la búsqueda de Rodrigo Bentancur omnipresente como iniciador del juego en campo oriental. Todos sus intentos, con el manejo de todas las velocidades, generaron buenas sensaciones, y la de mejor sensación fue una habilitación en profundidad al área grande para Maxi Araujo que no pudo superar la salida del arquero colombiano Camilo Vargas.
A la media hora, se puso en ventaja Colombia con un golazo de tiro libre de Juan Fernando Quinteros que puso la pelota contra el palo derecho de Sergio Rochet, que falló o bien en el armado de la barrera o bien en su tiempo de reacción. Una falta evitable, y una defensa al tiro libre absolutamente mejorable. El golpe inesperado duele más.
Un partido complicado se transforma en más complicado cuando el rival calificado se pone en ventaja. Uruguay fue con furia a buscar el empate, con más apuro que capacidad, con mas enjundia que técnica, pero cerca del síndrome del desespero, porque arrimó y arrimó al área pero siempre le faltó el remate, la jugada que rematara la acción hacia el gol.
El que busca encuentra la felicidad
A Uruguay le faltó la genialidad de alguno de sus futbolistas en el momento de aplicar máxima precisión en la finalización de los ataques.
El comienzo del segundo tiempo contó con el monopolio de la pelota uruguayo en campo colombiano combinando potencia y ganas, pero en ausencia de la finalización acertada.
En esa estábamos hasta que allá en una jugada perdida, en un centro forzado , cayendose del sanducero Marcelo Sarachi, apareció a contramano el colombiano Davinson Sánchez que se tiró en plancha con los pies para adelante contra su arco e impulsó la pelota a las redes colombianas para colocar el empate y el primer gol uruguayo en más de cuatro partidos por eliminatorias.
Y entonces, casi de inmediato el estado de ánimo y de juego dio vuelta la aguja, porque tres minutos después con un golazo, un gol de alta concepción colectiva, Rodrigo Aguirre fusiló en el área a Camilo Vargas para poner el 2-1, hacer explotar el estadio y al Uruguay entero. Otra vez por izquierda arrancó la cosa con Maxi Araujo primero, habilitando al área para Fede Valverde que metió habilitación de salón para Rodrigo Aguirre que se acomodó y la remachó.
Después a aguantar al gran juego colombiano. ¡Y que manera de aguantar! porque ellos pusieron a James Rodríguez y a Rafael Santos Borré, y buscaron por todos lados mientras los nuestros iban por cada pelota a la que parecía no llegarían , y el estadio gritaba ¡Uruguay! ¡Uruguay!
Después la locura de ese final de teatro griego, de tragedia, de comedia, de vida. El fútbol es nuestra vida. Ganó Uruguay y estamos felices. ¡Uruguay nomá!