No se pudo. Colombia derrotó 1-0 a Uruguay con el gol que en el primer tiempo convirtió Jefferson Lerma, y será quien defina la Copa América el domingo ante Argentina. A la celeste le quedará el consuelo del tercer puesto ante Canadá en el partido que se jugará el sábado.
La frustración seguramente no es sólo por la lógica consecuencia de la eliminación y de que el rival exponga en el resultado y, en definitiva, en el juego una superioridad que liquida las ilusiones, sino por no haber podido exponer lo que se hubiese querido.
Me pregunto, y no tengo respuesta, qué sucesos o hechos generan y proyectan tanta emoción, tanta incertidumbre, tanta alegría y tanta angustia como lo hace el fútbol en Uruguay.
Claramente, nuestros deportistas lo viven de primera mano a corazón abierto y con ese cúmulo de emociones y responsabilidades que significa vestir la camiseta del país. Pero también nosotros, los tres millones, hemos vivido esta jornada pendiente de que llegaran las nueve de la noche de nuestras pantallas para, por fin, poder ser actores de recontra reparto, tan lejos pero tan cerca de nuestros héroes.
Los primeros apuntes no tienen que ver ni con la estrategia ni con los posicionamientos tácticos, ni con la visualización de los cracks, sino con la enorme emoción que genera un partido de fútbol en dos naciones.
¿Les habrá dado el naipe a Sigmund Freud o Carl Jung como para tirar alguna idea acerca de lo que dicen estas emociones?
En la cancha: la primera parte del partido Uruguay-Colombia
El partido empezó tal como se preveía, con emparejamientos y rápidos movimientos de un lado para el otro, sin que nadie pudiese imponer su idea.
La presión de los colombianos era absolutamente total y muy extendida, de manera que casi no dejaba a Uruguay jugar la pelota.
Le costó al equipo de Marcelo Bielsa posicionarse como seguramente quería, y frente a un delantero neto más de los colombianos, el de Fluminense, John Arias, pasó a actuar con línea de cuatro y algunos futbolistas no habituales en su demarcación. Fue el caso de Manuel Ugarte, que pasó a jugar de central.
En los 15 minutos iniciales Uruguay no logró generar alguna acción neta de ataque y sólo algunos pelotazos cruzados hacia la izquierda permitieron las únicas acciones en las que los celestes, de blanco, pusieron profundidad.
Pero cuando atacó Uruguay fue para buenas. A los 17 minutos, una progresión de Fede Valverde por el medio habilitó a Darwin Núñez, que entrando al área definió de zurda y la pelota se fue apenas al lado del caño colombiano.
Pareció que ese momento era de quiebre para el juego uruguayo, y otra vez el artiguense, en una jugada un poco más fortuita, volvió a cruzar un remate sobre el arco colombiano, aunque esta vez se fue bastante más abierto.
Con el partido mucho más parejo y con Uruguay liberado, generando acciones ofensivas, fue otra vez Darwin quien a los 27 minutos remató con firmeza al arco en una hermosa contra que había sacado el equipo de Bielsa.
Pasando la media hora, otra variable, inmensa, cambiaría el trámite del partido: Rodrigo Bentancur, por lesión tras un choque con Mathías Olivera, debió abandonar el campo y dejar la usina creativa del fútbol uruguayo en los pies de otros compañeros. El Lolo había sido hasta entonces la llave del fútbol uruguayo, con elegancia y entrega, y también marcando a James Rodríguez.
A los 39, Colombia abrió el marcador cuando en un tiro de esquina pasado Lerma le ganó a Jose María Giménez y su cabezazo entró pegado al caño derecho de Sergio Rochet. Un mal momento. Otro golpe para el equipo, que ya se había resentido con la salida de Bentancur. Después, una increíble inconsciencia del colombiano Daniel Muñoz pegándole un codazo alevoso en tiempos de VAR –que no actuó– determinó que Colombia quedara con uno menos justo cuando venía el momento de planes y proyectos del entretiempo.
Cambios sin cambio: así se vivió el segundo tiempo de Uruguay-Colombia
El segundo tiempo empezó con un estado de situación absolutamente distinto de la primera mitad. Colombia pareció tirarse atrás y Uruguay, aprovechando su mayor capacidad de juego y desenvolvimiento con los ingresos de Cristian Kike Olivera y Giorgian de Arrascaeta, empezó a poblar las cercanías del arco contrario.
Colombia quiso sacar beneficio del paso del tiempo y el partido se hizo absolutamente entrecortado, de manera que en los primeros 15 minutos del complemento sólo se habían jugado ocho o nueve minutos.
Cuando por fin se pudo jugar, Uruguay empezó a tener el control absoluto del partido y mucho más aún cuando en Colombia salió James Rodríguez y en Uruguay entró Luis Suárez por Guillermo Varela, que no llegó a jugar ni 20 minutos pero se había regalado con una tarjeta amarilla.
Y Luis es Luis, y entró bárbaro en el partido para asistir y también para definir, pivoteó un par de pelotas que después no fueron bien terminadas y remató una contra el caño.
El equipo uruguayo fue generando acciones seguras de ataque, con la sensación clara para futboleros y futboleras de que una iba a quedar.
Tic-tic el reloj, tac-tac el corazón, toc-toc golpeando Uruguay la puerta del arco.
No se pudo. Nunca se pudo optimizar el juego ni la ventaja numérica de jugar con un futbolista más durante 45 minutos. La frustración invadió a futbolistas y a los aficionados, a todos, por no poder arrimarse a un empate que no llegó.
Ahora sólo queda tratar de terminar lo mejor posible y conseguir el tercer puesto.
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