Desde mediados del siglo XX en adelante comenzó a consolidarse en Europa y Estados Unidos la utilización de una nueva modalidad de pago, que de forma incipiente empezaba a reemplazar al billete: las tarjetas de crédito. Esto luego dio lugar, sobre finales de la década de 1980, al plástico asociado a una cuenta bancaria ‒la tarjeta de débito‒, que comenzó a volverse masivo a impulsos de las dos principales firmas del sector, Visa y Mastercard, que crearon un protocolo de seguridad para las transacciones electrónicas en 1996. Ya en el nuevo siglo, con el auge de internet y la llegada del comercio virtual, la tendencia fue imposible de frenar y a nivel mundial el billete físico cedió su trono.

Sin embargo, una década atrás en Uruguay los pagos por medios electrónicos perdían en una relación 1 a 10 frente a los métodos tradicionales, el efectivo y los cheques. Eran épocas en que la norma para casi todos era utilizar el débito como “la tarjeta del cajero”, que permitía extraer dinero de la red de cajeros automáticos para luego pagar en efectivo en los comercios, y en que los POS ‒la tecnología que permite procesar los pagos con plástico‒ eran una excepción.

Pasados los años, bajo el influjo del avance tecnológico ‒que trajo la digitalización de cada vez más cantidad de gente y de comercios‒ y del empuje dado por una política pública focalizada en la inclusión financiera, los números comenzaron a crecer. El índice que releva el Banco Central (BCU) y que compara el monto de pagos electrónicos respecto de los tradicionales (IPET) se mantuvo por debajo de 15 ‒sobre 100‒ hasta 2015, cuando comenzó un crecimiento ininterrumpido hasta ubicarse en 61 durante el último semestre de 2020. El año de la pandemia fue el primero en que lo abonado por vía electrónica ‒débito, crédito, dinero electrónico, transferencias, pagos web o por aplicaciones‒ superó a la suma de efectivo y cheques en nuestro país, tras registrar en 2019 una relación de 50 y 50.

Esos no fueron los únicos cambios. También hay cambios en la correlación de fuerzas a la interna de los pagos por vía electrónica: “Tal como se ha venido observando en períodos previos, la brecha transaccional existente entre los instrumentos de crédito y débito continúa acrecentándose a favor de estos últimos ‒luego de haber superado por primera vez a la operativa con crédito en el segundo semestre de 2018‒, lo cual resultaría indicativo de una inclinación sostenida del público a utilizar este medio electrónico de pago, amén de una aceptación cada vez más amplia de estos instrumentos en establecimientos comerciales ‒en particular, empresas de reducida dimensión económica‒”, analizó el BCU en el último reporte del Sistema de Pagos Minorista.

En ese informe se revelan datos del segundo semestre de 2020: el parque total de tarjetas de débito está algo por debajo de los tres millones (2.937.866 plásticos) y hubo más de 121 millones de operaciones por un monto de 3.303 millones de dólares. Como referencia, en 2010 se registraban cerca de 300.000 transacciones en un trimestre, por aproximadamente 17,5 millones de dólares. En aquel momento, el BCU definía al débito como “un instrumento de pago electrónico de escaso desarrollo en Uruguay”.

Para el economista Martín Vallcorba ‒especializado en regulación bancaria y quien lideró el programa de inclusión financiera en su trabajo como asesor del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) entre 2008 y 2020‒, los incentivos establecidos para los pagos vía electrónica lograron en la última década que “la gente lo incorpore, como parte de su decisión de cómo pagar por las ventajas” que brinda. Además del beneficio impositivo para el consumidor ‒se estableció un descuento de cuatro puntos del IVA para las compras con débito, que bajó a dos puntos en marzo de 2020 por decisión del gobierno entrante‒, destacó que es una modalidad de pago “más cómoda, ágil y segura” que el efectivo.

El experto recordó que Uruguay tenía un fuerte rezago a nivel del sistema de pagos años atrás ‒el avance del débito y la utilización de POS “son tecnología del siglo XX”, señaló‒ y por ejemplo, el gobierno había decidido una rebaja de nueve puntos del IVA en restaurante para los pagos con plástico “sin generar cambios significativos” en la conducta de los consumidores. Así se llegó al2014, cuando entró a regir la ley de inclusión financiera (LIF) y con ella “una serie de medidas que buscaban la difusión” del débito, lo que a la larga terminaría siendo “un quiebre” que “cambió la tendencia” del consumo en Uruguay, consideró Vallcorba.

Hay un dato particular que sirve para dimensionar el fenómeno: en el mes previo a la vigencia de la LIF, 4,5% de las ventas totales de los supermercados se abonaban con débito, y en agosto de 2014, con los nuevos beneficios, esa cifra trepó a 10,3%. “Lo que hasta esos años era la tarjeta del cajero, para ir y retirar plata, empieza a ser utilizada para pagar en los comercios, ayudada porque cada vez más establecimientos aceptaban medios electrónicos de pago. Esa es la otra parte importante”, señaló Vallcorba. Explicó que desde 2011 el MEF había impulsado “una serie de medidas de incentivo para expandir las plataformas tecnológicas de pago [el POS], de forma que cuando entrara en vigencia la rebaja del IVA hubiera más comercios aceptando” abonar con plástico.

Esta expansión no se limitó al débito, ya que también hubo un constante crecimiento de la cantidad de tarjetas de dinero electrónico que gestionan instituciones financieras o redes de cobranza y que en los hechos tienen un funcionamiento análogo al otro plástico ‒se carga dinero y se puede abonar en distintos locales incorporados al sistema‒. Del primer semestre de 2018 al último de 2020 aumentó 90% el número de tarjetas de dinero electrónico, llegando a casi 2,3 millones. Al mismo tiempo, y durante el mismo período, las operaciones crecieron 79%.

El exasesor del MEF sostuvo que como parte del proceso que disparó la LIF se atendió también la rebaja de los aranceles, es decir lo que pagan los comercios a las firmas financieras ‒como Visa y Mastercard‒ por la utilización del sistema de pago virtual. Ese guarismo estaba en 7% en 2014 y se redujo a 1,15%, además de regularse la dispersión entre comercios de un mismo sector, ya que pasaba que a las grandes superficies las tarjetas le aplicaban un arancel notoriamente inferior que a los comercios pequeños. Esto no se logró mediante una disposición legal sino firmando un acuerdo entre el gobierno, los sellos emisores del plástico y las gremiales de comerciantes, que prevé dos escalones más de rebaja de aranceles en función del aumento del volumen de pagos, hasta llegar a 0,85%.

En línea con estas medidas, los números muestran una masificación de los POS, además de que cada vez más comercios y emprendimientos impulsan su propia aplicación de pagos virtuales. “Esta tecnología [el POS] no tiene amplia difusión aún en el mercado uruguayo, ni apoyo explícito de los comercios involucrados, situación que no facilita el desarrollo de la función de pago”, indicaba el BCU en 2010. Una década después, reportó casi 80.000 terminales de pago activas, 23.000 más que dos años atrás.

El año de la pandemia, el que rompió el registro

No hay dudas entre los analistas de que el fenómeno comercial que más se benefició de la situación sanitaria que vivió el mundo, con restricciones en la movilidad y confinamientos obligatorios, son las ventas virtuales. Este método tiene como ramificación directa los mecanismos de pago electrónico, y en Uruguay en 2020 se alcanzaron casi 17,5 millones de operaciones de pagos web y cerca de 3,3 millones vía celular. Respecto de dos años atrás, el número de transacciones creció 128% y 94%, respectivamente.

“Debe destacarse el amplio margen para el desarrollo sostenido de estos canales a raíz de la proliferación de los dispositivos móviles en la vida cotidiana, a lo que se suma las mejoras e innovaciones tecnológicas continuas con el fin de generar mayor fidelidad en la base de usuarios de estas plataformas”, resaltó el BCU en su informe.

Pero también en 2020 continuó la tendencia de crecimiento en el uso del débito. Si bien el número de operaciones y el monto cayó en el primer semestre respecto del último de 2019 ‒producto de la desaceleración del consumo en los primeros meses de la emergencia sanitaria‒, en los posteriores seis meses las transacciones crecieron 13% y el total abonado, 10%. Esto son más de 121 millones de operaciones con el plástico por 3.303 millones de dólares.

El BCU consignó que “si se analizan las cifras globales para el mercado total de tarjetas [débito, crédito y dinero electrónico], se observa una recuperación de los volúmenes transaccionales del orden de 12% para el último semestre”, y se mantiene la tendencia: “Las tarjetas de débito continúan ocupando una posición de liderazgo en el mercado transaccional con un peso relativo de 52% sobre la cantidad de operaciones procesadas”.

Sobre este salto en los números durante 2020, Vallcorba analizó: “Por un lado, las autoridades sanitarias recomendaron evitar el uso de dinero en efectivo para no estarse pasando billetes de mano en mano, y por otro el ‘quédate en casa’ dio un impulso muy grande a todas las actividades en línea. Se multiplicaron los pequeños emprendimientos, muchos por redes sociales, de gente que ofrecía productos o servicios. Todo eso hizo que naturalmente los pagos por medios electrónicos tuvieran condiciones para un crecimiento muy grande, y así fue”.

Viendo en retrospectiva los resultados desde la LIF, el economista sostuvo que la pandemia encontró al país “con un acceso muy extendido a los medios electrónicos”, tanto entre consumidores como entre comerciantes. Esto “fue funcional a una mejor respuesta en lo sanitario” y demostró, en opinión del exintegrante del gobierno del Frente Amplio, que “el cambio cultural” de los uruguayos en materia de pagos “no se revierte” derogando la LIF. Lo último es en referencia a decisiones tomadas por el gobierno tras asumir en marzo, cuando eliminó algunas disposiciones legales como la obligatoriedad del pago de salarios a través de cuenta bancaria y elevó hasta 110.000 dólares el límite para abonar en efectivo.

El futuro irreversible de los cheques y ¿emisión virtual?

Hacia adelante, resulta obvio que todo será cada vez más digital, en línea con los ágiles procesos de innovación que permite la tecnología para los sistemas de pago. Vallcorba visualiza que “cada vez tendrán más dinamismo” los métodos electrónicos, y se instalarán con fuerza en Uruguay tendencias ya avanzadas en el mundo: “Los pagos presenciales por aplicaciones, utilizando, por ejemplo, el código QR [la evolución del código de barras, que almacena información y permite escanearlo para abonar de forma segura], lo que hace que el celular del lado del consumidor sea la billetera. Pero también el celular cumplirá la función de almacenar las distintas tarjetas” que posee una persona, que optará al momento del pago cuál usar desde su dispositivo.

Estos avances, y la predisposición para utilizar los nuevos métodos que muestra la población, lleva a preguntarse si corre riesgo de desaparición el dinero físico. De hecho, ya hay países en donde una porción de los comercios no acepta billetes y otros donde su utilización es muy marginal. “Se podría asimilar este proceso global al cambio del trueque al dinero [que tuvo su origen en Mesopotamia por el año 1.500 AC], que fue una transición gradual hasta que claramente el dinero se impuso, pero no quiere decir que no siga habiendo casos donde el trueque funciona, aunque de forma marginal”, sostuvo Vallcorba.

Un paso que Uruguay prevé dar en ese sentido es la instrumentación de los cheques digitales, ya que el BCU anunció el mes pasado que enviará un proyecto de ley que incorpora “el reconocimiento de la imagen digitalizada del cheque físico como valor”. Este instrumento de pago que “nace, circula y se cancela de forma electrónica” tendrá las mismas características que el cheque tradicional. Según el informe oficial, en el segundo semestre de 2020 se emitieron más de 5,7 millones de cheques, por un valor cercano a 26.000 millones de dólares.

Para el exasesor del MEF será “un cambio importante” y de concretarse otro plan en agenda del BCU, que es la instantaneidad de las transferencias de dinero, llevará a la desaparición del cheque tal como lo conocemos. “No tendrá ninguna utilidad, porque habrá un instrumento sustituto más potente. Cuando yo hoy pago con un cheque, quien lo recibe tiene el riesgo de que no tenga fondos, y eso con la transferencia instantánea se elimina”, señaló.

Igualmente, queda por resolver lo referente al cheque diferido, instrumento utilizado por muchas empresas para financiarse y calzar sus ingresos y egresos. Vallcorba recordó que la administración anterior exploró la posibilidad de impulsar las transferencias diferidas, un pago irrevocable que se debitará en una fecha futura, con endoso electrónico, lo que permite tener la trazabilidad del dinero.

Pero además, más allá de todos estos procesos que tienen su pata en la conducta de consumidores y comerciantes, también los estados en el mundo están explorando nuevas formas de emisión de billetes en formato electrónico. Lo hizo el BCU, que en 2017 realizó un plan piloto de emisión de pesos en formato digital, así como Suecia y otro pequeño grupo de naciones. Según Vallcorba, “aún no está claro cómo se va a configurar ese nuevo escenario, pero el día que se consolide será un golpe casi mortal para los billetes”.