Los bancos y la tasa de interés son conceptos financieros que siempre están en el foco del debate económico. En este caso, volvieron a la escena a raíz de dos noticias de los últimos días: el Banco Central del Uruguay (BCU) elevó nuevamente la tasa de referencia o el denominado costo del dinero, a un nivel de 10,25%, entrando así de lleno en una política monetaria contractiva; y la comisión técnica de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU) mostró que los depósitos crecieron en casi 10.000 millones de dólares desde 2020, la evolución “más rápida desde que hay registro”, lo que según el sindicato da cuenta de “un proceso de acumulación” de los grandes capitales.
Estos hechos, sin conexión directa entre sí, brindan información del pasado y el futuro del panorama financiero en Uruguay, así como de sus efectos sobre el nivel de actividad. Hacia atrás, los números de AEBU muestran que los agentes económicos –como las empresas– han optado desde la pandemia por dejar el dinero en el banco antes que reinvertirlo para activar la economía; para adelante, el nivel de la tasa de interés definido por el BCU traerá mayores restricciones a la inversión al encarecer el crédito, y hará más redituable para los agentes apostar por un título o un depósito a plazo fijo.
Sobre estos temas la diaria consultó a analistas económicos, que repasaron algunos “costos” que puede traer el proceso de suba de la tasa de interés y mostraron matices al analizar si esta política es necesaria o no para contener la inflación, el objetivo del BCU. Además, mencionaron algunos motivos detrás del bajo nivel de inversión que tiene Uruguay.
Expectativas y algo más
El BCU es el encargado de la política monetaria, que busca definir el nivel circulante de dinero, una variable que incide en la inflación y la actividad. Las decisiones las toma a partir de la tasa de interés, una referencia a nivel financiero porque es lo que pagan los bancos por obtener liquidez a un día de plazo. Esa tasa se traslada al resto del mercado e incide, por ejemplo, de forma directa en el costo del crédito y, por ende, en las decisiones de los agentes, que pueden optar por invertir o resguardar su dinero en función del nivel en que se ubica.
En la pandemia, con la economía resentida, Uruguay, al igual que los demás países del mundo, bajó la tasa de interés, una medida que favorece el crédito y la inversión, en busca de recuperar el crecimiento perdido. Terminada la crisis sanitaria y con una inflación creciente por factores internos y externos, el BCU, al igual que muchos otros bancos centrales, comenzó un proceso de suba de la tasa de interés. Desde mediados de 2021, cuando estaba en 4%, la tasa de referencia ha crecido tras cada reunión del Comité de Política Monetaria (Copom), y el lunes se elevó 0,5 puntos hasta 10,25%.
¿Qué implica esto? Nicolás Cichevski, gerente de CPA Ferrere, explicó que aunque era esperable la decisión, es un mojón ya que la política monetaria entra en una fase contractiva en términos reales. Esto es así porque, al preverse según las expectativas del mercado una inflación en torno a 8% a dos años, que la tasa pague 2% más es “un nivel neutro, que se supone [según la teoría económica] que no estimula ni desestimula la demanda” de crédito.
Siguiendo esa lógica y con las demás variables constantes, “un aumento de la tasa por encima del nivel neutro contraería la demanda, desincentivando el consumo y los créditos”. Ese escenario parece el más probable, ya que el BCU anticipó “aumentos similares en las próximas reuniones” del Copom. Sin embargo, Cichevski aclaró que el BCU “actúa sobre las expectativas” de inflación y, de algún modo, busca “marcar la cancha” a los agentes, es decir, puede sobreactuar en busca de dar señales sobre qué no acepta este nivel de inflación.
La teoría económica sobre el efecto de la tasa de interés se puede trasladar a decisiones cotidianas: “En términos marginales, con este aumento puede pasar que a un agente económico –una persona o una empresa– que estaba indeciso entre consumir o comprar una letra del BCU le sea más rentable lo segundo dado el costo al cual tendrá que financiar su compra o inversión”, indicó Cichevski.
En el comunicado emitido el lunes, el BCU apuntó que la suba de la tasa de interés responde a que “persiste la rigidez de las expectativas de inflación de los agentes”, que están por encima del objetivo a dos años, y además el nivel de crecimiento actual de los precios “se mantiene fuera del rango meta”. La inflación se ubicó en 9,56% en julio en el acumulado a 12 meses, por encima del techo del rango meta, que está en 7% y bajará desde setiembre a 6% por decisión del BCU.
Tras puntualizar que “la economía continuó su recuperación” aunque a un “ritmo más moderado” en el tercer trimestre, el BCU expresó que “valora positivamente” los efectos de la política monetaria, por lo que entiende “necesaria y oportuna la suba” de la tasa de referencia. Para Gabriela Mordecki, profesora del Instituto de Economía de la Universidad de la República, el banco falla en su diagnóstico y por eso equivoca el accionar.
“Se debe mirar las causas de la inflación y actuar en consecuencia. Una política monetaria [como la que aplica el BCU] ayudaría al control de los precios si hay una inflación de demanda, pero hoy hay una inflación de costos. Entonces, subir la tasa de interés afecta el crédito y actúa a favor de una contracción económica, algo que en este momento no parece lo adecuado”, señaló Mordecki. Dijo que en un contexto de actividad resentida, “con el mercado de trabajo empeorando y el salario real cayendo”, elevar el costo del dinero no tendrá efectos sobre la inflación.
Por su parte, Alicia Corcoll, gerenta de la consultora Exante, detalló que estar en “una instancia contractiva de la política monetaria quiere decir que la tasa es lo suficientemente alta como para que empiece a operar sobre la inflación”. Esto en la teoría, porque llevado a la práctica hay un aspecto que condiciona a Uruguay: “Tenemos un pobre historial de cumplimiento de las metas de inflación y eso hace que las expectativas respondan poco a los anuncios de las autoridades”.
Según la proyección de Exante, la tasa llegará “a niveles en torno a 11% sobre el final del año”, y esto podría “tener costos transitorios sobre el nivel de actividad”, como “enfriamiento de la demanda interna y pérdida de competitividad”. Este es “un riesgo que el BCU” parece “dispuesto a tomar dada la coyuntura inflacionaria”, pero la economista advirtió que debe calibrar los pasos “con la política fiscal” del gobierno para lograr “consistencia”; si no, puede ocurrir un impacto no deseado sobre “la actividad económica”.
Los depósitos, las ganancias y la inversión
Según el reporte de AEBU, a junio de 2022 los depósitos en bancos locales llegan a 39.657 millones de dólares, un valor “récord”. A su vez, se menciona que “los depósitos financieros dentro y fuera del país rondan los 50.000 millones de dólares”. El crecimiento del dinero en los bancos “se aceleró principalmente” en el primer semestre de 2022, y el “incremento récord se dio principalmente en las cuentas con más fondos”. En relación “al tamaño de la economía uruguaya”, una forma de comparación del nivel de depósitos, estos representaban 48% en 2019 y llegaron a 60% del producto interno bruto (PIB) el último año.
El mencionado proceso financiero trae consigo “la profundización y aceleración de la concentración de la riqueza”, planteó el sindicato bancario, ya que los depósitos mayores a 100.000 dólares “explican casi 80% del incremento” total desde 2020. La “contracara” de esto es el “deterioro” del mercado de trabajo y “la baja sostenida del poder adquisitivo de los hogares”. La conclusión del informe de AEBU es que “mientras los sectores económicos ganadores de la política económica muestran una tendencia creciente de sus ahorros, la mayoría de los trabajadores, jubilados y pensionistas finalizarán el período 2020-2024 con un poder de compra inferior que el de 2019, sin ver beneficio alguno del crecimiento económico nacional”.
Otro punto que subrayó el reporte es que “la política económica del gobierno ha tenido los resultados que se propuso”, al promover “el retroceso de la inversión directa” en la economía y fomentar los negocios financieros.
Sobre esto último, los economistas coincidieron con el análisis de una baja inversión, aunque plantearon que se trata de un indicador que se frenó hace ya varios años. “La inversión se planchó en 2015, al terminar de construirse la segunda planta de celulosa, y así quedó hasta que comenzó la nueva planta [de UPM en Pueblo Centenario]”, que quedará pronta el próximo año, por lo que la variable se podrían resentir más, dijo Cichevski.
Para el analista de CPA, la cuestión no pasa por lo financiero, sino por generar “sectores y áreas de la economía donde haya rentabilidad”, lo que “muchas veces requiere dar incentivos tributarios” o “reducir los costos de la inversión”. En su visión, logrando el combo justo de esas variables los agentes elegirán reinvertir sus ganancias. “Somos una economía chica a escala global; los desafíos para lograr más inversión están vinculados” a los costos internos, por ejemplo, “en el sector energético”, y a los niveles de formación del “capital humano”, aspectos que, subrayó, “pesan mucho más que la tasa del BCU”.
Corcoll apuntó que en la comparación internacional, y “aun con el impulso del proyecto de UPM 2”, la relación entre la inversión y el PIB de Uruguay “es baja”. Por esto consideró que “es claro que Uruguay tiene el imperativo de aumentar su crecimiento potencial y que ello requiere invertir más”, para lo que “es imprescindible aumentar la productividad y avanzar con una agenda de reformas que abarque múltiples frentes”.
En tanto, Mordecki dijo sobre el tema: “Precisamos que el país apueste por nuevos emprendimientos porque el crecimiento que tenemos es poco y débil. Hay buenos precios internacionales [para la exportación], pero eso se termina y el derrame no llega; hay sectores, como el de los servicios, que están en problemas”.