Naomi Baladán, de Montevideo, y Luisina Silvestre, de Florida, obtuvieron medallas de bronce, al segundo puesto del podio se subieron Iris Gómez, de Cerro Largo, y Gastón Humedes, de Salto, y Bruno Mareco, de Canelones, levantó el oro la semana pasada en Antofagasta, Chile, en la IX Olimpíada Latinoamericana de Astronomía y Astronáutica. Entre el 8 y el 14 de octubre convivieron con unos 50 jóvenes de diez países del continente y pasaron con ellos dos pruebas grupales, en las que se mezclaban las delegaciones, y dos pruebas individuales. La Olimpíada incluyó el privilegio de ver en el desierto trasandino “uno de los cielos más transparentes, uno de los sueños de cualquier astrónomo”, dijo a la diaria Jorge Ramírez, delegado docente que acompañó a los estudiantes.

Todas las olimpíadas estudiantiles tienen como objetivo fomentar la convivencia y cooperación entre los jóvenes; sin embargo, en la de Astronomía esto impacta en el tipo de pruebas que las delegaciones deben enfrentar. En los desafíos grupales debe haber un representante de cada país, y “eso es lo mejor de la prueba: trabajar con gente de todas partes hace que se te vayan todos los prejuicios, todo es muy amistoso”, aseguró a la diaria Bruno, de 17 años. La sensación de que la confraternidad es el mejor de los resultados está en boca de todos los jóvenes olímpicos. Luisina, de 18 años, comentó: “Fue un intercambio cultural como nunca me hubiera imaginado. Las amistades que se hacen ahí son muy fuertes”.

El profesor sostuvo que el nivel de las delegaciones es “muy bueno y muy parejo, aunque todos los países tenemos falta de apoyo”. “La ventaja de Uruguay es que somos el único país que tiene Astronomía como materia curricular [en el primer año de Bachillerato], eso es algo extra porque, a pesar de que son pocas horas, los gurises se enganchan”. Otro aspecto que distingue a Uruguay es que, como condición, la delegación debe tener equidad de género, debe haber representantes mujeres y hombres para que se conforme y el país pueda competir.

La preparación de los olímpicos comienza un año antes de la competencia; primero deben pasar las tres etapas de la prueba nacional. El docente de Astronomía explicó el proceso: “En una primera etapa participan estudiantes de todo el país, llegando a casi 2.000 alumnos. Luego de la primera prueba se reduce el número a 600 participantes; después de otra prueba, que es en línea, quedan los 60 mejores, que en mayo llegan a Montevideo para otra serie de pruebas, y luego de tres etapas más quedan los cinco que participan en la olimpíada latinoamericana”.

La preparación para la prueba está a cargo de “los profesores de Astronomía que organizan la Olimpíada Nacional de forma voluntaria, estudiantes de la Facultad de Ciencias que están interesados en participar, como Victoria Moller y Luciano Almenares, que acompañaron a la delegación, y ex olímpicos que siguen ayudando en la previa al viaje, como Leonardo Coito”, afirmó Ramírez. Destacó la importante colaboración de organizaciones como el Laboratorio Tecnológico del Uruguay y el Ministerio de Educación y Cultura en la financiación de los costos del viaje.

Los cinco jóvenes estuvieron de acuerdo en lo importante que es estudiar por fuera de las clases, con la bibliografía sugerida, y manifestaron que incluso con esa preparación las pruebas son muy exigentes: “Fueron muy distintas de lo que había pensado cuando estaba estudiando acá. Algunas pruebas me desconectaron, pero las pudimos salvar mejor de lo que pensaba”, detalló Naomi, de 17 años.

Las pruebas teóricas grupales e individuales fueron “de un alto nivel”. Sin embargo, las que llamaron más la atención de los jóvenes fueron las prácticas. Por un lado, la prueba individual consistió en una observación del cielo en el desierto de Atacama, “un cielo que no creo que vuelva a ver tan claro en mi vida”, recordó Gastón, de 18 años; “el mejor cielo que pudiera haber visto: se veía toda la Vía Láctea”, agregó, feliz, Iris, de 17. En la prueba tuvieron que reconocer a simple vista estrellas y constelaciones y señalarlas con un láser de precisión; también trabajaron con telescopios, y tenían que explicar lo que estaban observando e identificar las diferentes partes del aparato, comentó el profesor delegado. Por otra parte, en un grupo diferente al de la prueba teórica, tuvieron que construir cohetes de agua y medir cuán lejos llegaban: “Esa es una de las pruebas en la que mejor me fue. Con un equipo de tres compañeros diseñamos un cohete con botellas de plástico llenas de agua, con sus diferentes partes, para que tuviera la menor resistencia; llegamos a 129,8 metros”, expresó el ganador del oro.

Además de las locaciones donde se hicieron las pruebas, los estudiantes pudieron conocer el conjunto del Telescopio Muy Grande en el Observatorio Europeo Austral, que es catalogado como “el instrumento óptico más avanzado del mundo”. Consta de cuatro telescopios con un espejo primario de 8,2 metros de diámetro y cuatro telescopios auxiliares de 1,8 metros de diámetro; “conocerlo era un sueño”, expresó Iris. Además, pudieron recorrer las instalaciones de uno de los mejores observatorios del mundo, que se encuentra también en el cerro Paraná. No por nada Antofagasta es conocida como “la capital de la astronomía”.