“Las políticas públicas son demasiado importantes para ser monopolio de los gobiernos o de los partidos”, dijo el economista Ernesto Talvi para explicar los fines de la institución que dirige, el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES). Talvi brindó una conferencia -organizada por la Confederación de las Cámaras Empresariales- que tuvo lugar ayer de tarde en el Club de los Industriales. El economista arrancó su exposición explicando que CERES es una institución “sin fines de lucro e independiente, que tiene como finalidad hacer un análisis y diagnóstico de la realidad del país para formular propuestas de gobierno, pensadas desde el conocimiento académico y la sociedad civil”. Luego dijo que hay que convencer a los “ciudadanos comunes” de que sus propuestas son “confiables”; por eso decidieron lanzar un ciclo de “encuentros ciudadanos”, en los que recorren el país para compartir sus “sueños” y las propuestas concretas que a lo largo de los años han formulado “para tratar de apuntalar esos sueños”.

Palabras más, palabras menos, Talvi fue al grano. Dijo que quería hablar de dos temas: educación y seguridad. “Uruguay tiene una tarea fundamental por delante, más allá de apuntar a dinamizar la economía y crear empleos de calidad: reconstruir el tejido social, que se ha fracturado de una manera enorme, [proceso] que, por el camino que vamos, va a hacer que nuestro país sea irreconocible. Ya no nos vamos a distinguir de ningún otro [país] de América Latina, y los que hemos viajado sabemos que este país sigue siendo el más hermoso para vivir de toda América Latina, pero si no lo cuidamos, lo vamos a perder”, señaló Talvi, y agregó que la generación que tiene “la obligación” de cuidarlo todavía guarda el recuerdo de un Uruguay “que supo ser distinto a este”, e indicó que sus hijos no tienen memoria de ese Uruguay, sino del país “crispado, violento, en el que es normal que tiren una garrafa de la [tribuna] Ámsterdam y que se suspenda el clásico”.

De repente, en la pantalla de diapositivas apareció un mapa de Montevideo y el área metropolitana, casi todo el oeste y el norte estaban teñidos de rojo fuerte con manchitas naranjas. El economista explicó que las “áreas rojas son lugares donde viven entre 350.000 y 400.000 personas en situación de vulnerabilidad”, de las que más de la mitad “tienen alguna necesidad básica insatisfecha”. “Y no estoy hablando de que les falta un paraguas para [protegerse de] la lluvia, sino de saneamiento, agua caliente, cosas realmente básicas para tener una vida digna”, puntualizó Talvi, y agregó que otra “característica saliente” de esos lugares marcados en rojo es que los jóvenes “no tienen futuro, porque sólo dos de cada diez terminan la secundaria. Y de los que terminan el ciclo básico, sólo dos de cada diez poseen las destrezas mínimas para integrarse a la vida laboral y a la sociedad del conocimiento”, indicó el economista. “Les quedan tres salidas posibles”, continuó. La primera que mencionó fue “la informalidad, trabajar por salarios bajos sin protección social, en lugares donde la productividad es casi nula”. La segunda, quedar “dependiendo” de las transferencias que hace el Estado, “que no son buenas porque, a medida que haya una población que depende de ellas, se generan las condiciones para el clientelismo político, y hay una clientela política a la que hay que seguir atendiendo”. Según Talvi, la tercera salida “posible” es “elegir el delito como forma de vida, en particular la forma más lucrativa, que es el tráfico y la distribución de drogas”.

El economista sostuvo que desde 2004 hasta 2013 Uruguay tuvo un “boom espectacular” como no se conocía “desde los años 50”, y que en ese mismo período de “crecimiento extraordinario de los ingresos y del empleo, se triplicaron las rapiñas y tuvimos un aumento de 60% de los homicidios, y las narcomafias se instalaron en la vida del país”. Citó encuestas que muestran que seis de cada diez uruguayos “tienen miedo de ser víctimas de un delito violento”, pero “por suerte todavía la sensación térmica es mucho mayor que la magnitud del problema”, acotó, y luego expresó: “A los que estábamos acostumbrados a vivir en paz este tipo de cosas nos hacen sentir tremendamente inseguros, y si nos hace sentir inseguros, lo estamos”.

Al promediar la conferencia, el economista dijo que la solución no es aumentar el presupuesto, sino cambiar “el modelo de gestión educativa”. Mencionó el caso de Impulso, que es “el primer liceo de tiempo completo laico gratuito de gestión privada en Uruguay”, según señala su página web, y está ubicado en la zona de Casavalle. Talvi explicó que conoce el liceo de primera mano -es vocero de la fundación Impulso-, y que al ser laico, su ejemplo es “practicable a gran escala con financiamiento público”.

“El modelo de gestión empieza por la propia arquitectura del liceo, que es muy bonita. El lugar es muy luminoso y muy alegre. La carga horaria es extendida: diez horas de clase todos los días [lunes a viernes, de 8.00 a 18.00; sábados, de 9.00 a 13.00], con liceo de verano. Los jóvenes tienen muy pocas vacaciones”, explicó Talvi, y subrayó que en el liceo se aplican “técnicas pedagógicas especiales” para que nadie “se quede atrás”. Además de contar con el desayuno, el almuerzo y la merienda, los alumnos tienen “una atención de salud muy cuidadosa, con chequeos físicos, psicológicos y oftalmológicos”, para que puedan estar “en condiciones de rendir el máximo de su potencial”, indicó Talvi.

El director de CERES opinó que hay que construir “136 liceos públicos modelos en todos los barrios vulnerables del país, gestionados por Plan Ceibal”, como Impulso, y a su juicio, eso costaría “150 millones de dólares más” de lo que la Administración Nacional de Educación Pública “ya gasta en esta población”, y subrayó: “ANCAP en la gestión anterior perdió 200 millones dólares por año”.

Además, el economista contó que en el liceo Impulso “hay políticas de inclusión laboral para que [los alumnos] vayan teniendo hábitos de trabajo y salgan de los guetos -están completamente al margen de los valores y de la cultura establecida en el resto de la sociedad-. Entonces, a los alumnos de cuarto año se les consiguió trabajos part-time, los fines de semana, en McDonald's, para que vayan adquiriendo hábitos de trabajo y emigren hacia otras partes de la ciudad”, concluyó Talvi.