Universidades para el desarrollo en sistemas de innovación inclusivos: Alternativas para la democratización del conocimiento en el Sur Global es el título del libro que presentaron el martes Rodrigo Arocena, ex rector de la Universidad de la República (Udelar) y Judith Sutz, actual coordinadora de la Unidad Académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Udelar. Además de estar casados desde hace décadas, en los últimos años Arocena y Sutz se han preocupado académicamente por la temática del desarrollo y la innovación, tema que es abordado en el libro, que elaboraron en conjunto con Bo Göransson, académico de la Universidad de Lund, en Suecia.
En una actividad abierta del seminario Ciencia, Tecnología, Innovación, Sociedad y Desarrollo de la Licenciatura en Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar, los docentes uruguayos explicaron las principales líneas abordadas en su libro, que parte de la trascendencia del papel de las universidades en un mundo en el que el conocimiento es sinónimo de poder como nunca antes, según consideró Sutz. Junto a Arocena coincidieron en la necesidad de una definición “normativa” de desarrollo en torno a valores, que es necesaria para tener claro hacia dónde se debe apuntar. Según plantearon, en el libro se alejan de quienes asocian el desarrollo únicamente al plano económico y prefieren hablar de “desarrollo humano sustentable”. Arocena explicó que entiende al desarrollo humano como “la expansión de las capacidades y libertades de la gente para elegir formas de vida que consideren valiosas, en tanto agentes y no pacientes”. Al respecto, consideró que es una definición “éticamente compartible”, que apunta a dar importancia a la “calidad de vida material y espiritual que no lleve a priorizar el consumo sino a cosas más valiosas, sin dejar de lado las condiciones de vida de la gente”.
Por su parte, Sutz habló de la necesidad de no replicar modelos que hayan resultado exitosos en otros países, principalmente por dos motivos. En primer lugar, señaló que los contextos de los países son diferentes y no se puede apelar a recetas a seguir; y también dijo que, hasta el momento, ningún país ha alcanzado el desarrollo humano sustentable, en los términos en que lo definen en el libro. Por lo tanto, consideró que intentar alcanzar a otros países que puedan considerarse más desarrollados sería igual a reproducir las relaciones desiguales de producción y los costos ambientales sobre los que se sustentan. Para Sutz, las claves para lograr un camino propio pasan por “hacernos preguntas que no nos hemos hecho”. Al respecto, Arocena adelantó que también es clave que exista una “protección del Estado a las nuevas formas de hacer las cosas”, para lo que se necesita el mismo “coraje” que hubo en la década del 30 del siglo pasado en Uruguay para proteger la industria nacional.
El impulso y su freno
El ex rector hizo un paralelismo entre el Alto de Viera, que significó el fin del primer batllismo en Uruguay, con la situación que vive el país actualmente. Señaló que “las estrategias se están agotando” y si no se piensan otras nuevas, es probable que ocurra “un Alto de Viera”, en relación a los años de gobiernos progresistas. Además, planteó que si bien la desigualdad en el país empezó a bajar desde 2007, en los últimos años ese guarismo se ha estabilizado, y que la clave para continuar con la baja pasa por el acceso a la educación y al trabajo de alta calidad que permita seguir aprendiendo en la vida profesional.
De todas formas, advirtió que el acceso a la educación terciaria es necesario pero no suficiente para la igualdad de oportunidades, ya que el conocimiento que se genere en ese ámbito tiene que estar enfocado en el desarrollo humano. En relación a la región, si bien consideró que en los últimos años existió un proceso de democratización, Arocena entendió que el conocimiento generado no fue puesto a su servicio. Según evaluó, ello generó un descreimiento en la democracia por una parte de la ciudadanía.
Por su parte, Sutz lamentó que solamente 27% de las empresas uruguayas sean innovadoras, y señaló que desea que utilicen más conocimiento. La académica se mostró preocupada por otros datos de la encuesta de innovación en Uruguay, que mostró que las empresas utilizan 90% de sus recursos para comprar equipamiento, que importan en 90%. Además, defendió programas de la CSIC como el de vinculación entre la Udelar y el sector productivo –que no incluye solamente a empresas– y a la autonomía universitaria. Según explicó, esta última es clave para “no ser presos de otro tipo de intereses”, aunque señaló que tampoco se puede caer en la autarquía. Por el contrario, consideró que se debe apuntar a un modelo de “autonomía conectada” en el que se incluya al resto de la sociedad en la toma de decisiones de la institución. Además, habló de la necesidad de transformar los sistemas de evaluación de los docentes para encontrar mecanismos que premien que el conocimiento generado contribuya a la resolución de problemas sociales. En ese sentido, señaló que debe apostarse a una “solidaridad académica” que no vaya en contra de las carreras académicas.