“Sí, se puede” fue el mensaje que se repitió en la primera jornada de Jóvenes que Inspiran Jóvenes en el liceo 65 de Maroñas. La actividad, realizada el miércoles 3 de octubre, fue promovida por la fundación Salir Adelante y buscó llevar la historia de cuatro egresados que lograron terminar el liceo y avanzar a la educación universitaria a pesar de las circunstancias muy adversas en las que cursaron la enseñanza secundaria. El resultado fue mejor de lo esperado: más de 200 estudiantes de bachillerato fueron a escuchar lo que los jóvenes tenían para decir. “Buscábamos que quien está empezando esta etapa se vea reflejado, porque quien habla es alguien apenas más grande que él, que fue al mismo liceo, que vive en su propio barrio, y que lo logró, salió adelante”, comentó a la diaria Adriana Stainfeld, directora de la fundación.
Los estudiantes escucharon los testimonios y después pudieron recorrer en el propio pasillo del liceo una serie de stands que armó la fundación, donde se informaba sobre todas las oportunidades a las que pueden acceder: becas del Fondo de Solidaridad, programas de capacitación laboral o de formación como Jóvenes a Programar del Plan Ceibal, y ventajas en el acceso a la cultura como la tarjeta Montevideo Libre. Para Stainfeld, las opciones son muchas, pero a veces no llegan a todos los adolescentes, y algunos permanecen sin ejercer los derechos que les corresponden.
Los oradores de esta primera edición fueron Ángela Chavasco, estudiante de diseño; José Saravia, escribano; Macarena Ruggieri, contadora pública; y Soledad Rodríguez, estudiante de profesorado de Filosofía. Los cuatro tienen en común que lograron pasar el liceo a pesar de circunstancias familiares complejas y fueron propuestos por las propias autoridades del liceo, que aún los recordaban como buenos estudiantes. Antes de pararse frente al joven público, la fundación los ayudó mediante mentorías para que sus palabras fueran efectivas, comentó la directora: fueron a diferentes charlas en las que trataron de entender qué era lo que más los enorgullecía de su época en secundaria y qué era lo que querían inspirar en los demás.
En palabras
Ángela contó que, debido a una enorme deuda contraída por su familia, ella no pudo aprovechar la beca de 80% en la Universidad de Montevideo, que se había ganado por sus buenas notas. Con 18 años recién cumplidos y sin experiencia profesional, tuvo que salir al campo laboral, ámbito en el que tuvo más rechazos que contrataciones. No obstante, destacó que nunca se planteó la posibilidad de dejar de estudiar, a pesar de la carga horaria laboral porque entiende que “la educación es la lucha contra la ignorancia”. Por su parte, José relató los problemas familiares que provocaron la mala administración de algunas propiedades y la carga que recibió al tener que sostener errores de otros. Según dijo, muchos amigos de su barrio, Jardines del Hipódromo, le decían que dejara de estudiar y empezara a trabajar porque siempre iba a haber tiempo de reincorporarse; sin embargo, él continuó con su idea de recibirse hasta que obtuvo el título de escribano: “No se elige dónde se nace ni qué familia te toca, pero siempre podemos seguir haciendo nuestro camino”, alentó.
A su turno, Macarena destacó lo importante que fue el apoyo de su familia y de sus amigos para terminar el liceo. Su padre dejó el hogar cuando ella era muy joven y vio cómo su madre debió apelar al multiempleo para satisfacer sus necesidades y las de sus hermanos. Su novio, con el que está desde los 13 años, dejó de estudiar antes de tiempo, sus hermanos “se pusieron un poco rebeldes”, su madre necesitaba ayuda, pero ella decidió pensar a futuro. Mantuvo buenas notas, estudió robótica por medio del Plan Ceibal, aprendió italiano en un Centro de Lenguas Extranjeras y participó en el programa de capacitación laboral de la institución Forge, que ofrece becas laborales a los jóvenes de liceos públicos de Uruguay. Eligió la carrera de contadora porque pensó que iba a tener un buen sueldo y, por suerte, luego encontró su pasión. Su consejo a los estudiantes fue que no paren de hacer cosas, que aprovechen las oportunidades que hay alrededor y se mantengan avanzando.
Cerró la ronda Soledad, quien también probó suerte en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, pero descubrió que lo suyo era la docencia. Para ella fue fundamental el apoyo de su madre, que a pesar de separarse de su padre, siguió insistiendo en que tanto ella como sus hermanos debían seguir estudiando. La joven recordó que su madre solía decirle que “el ‘no’ nunca va delante de un ‘puedo’”, en señal de que iba a lograr todo lo que se propusiera. Ese fue el mensaje que intentó transmitirles a los jóvenes que la escuchaban: “No se tranquen en los problemas, traten de buscarle alguna solución y siempre seguir adelante”.
Stainfeld explicó que la fundación trabaja con secundaria, desde hace diez años, por intermedio de la educación no formal. Los adscriptos de los liceos seleccionados por la administración eligen a algunos estudiantes que están pasando por una situación vulnerable y los invitan a participar en los acompañamientos que hacen desde la fundación en la casa del Instituto Nacional de la Juventud. La propuesta de Jóvenes que Inspiran Jóvenes surgió porque creían que era el momento de llegar a más personas, detalló la directora. La jornada del miércoles fue la primera de un plan piloto que se lanzó, cuya evaluación preliminar es muy buena y aseguran que seguirán adelante con el proyecto el año que viene, por el momento, en seis liceos. La directora de la fundación subrayó: “Nadie quiere ser ni-ni. A veces faltan oportunidades. La charla fue un intento de abrir las puertas, de escuchar casos exitosos para que esto se contagie de joven a joven”.