Más allá de los buenos resultados en pruebas estandarizadas como PISA, en la que se colocó entre los primeros diez puestos durante más de una década, el sistema educativo de Finlandia se convirtió en un ejemplo a seguir para muchos países. Dicho sistema se caracteriza por una currícula flexible que permite transitar diversos caminos sin llegar a “callejones sin salida”. Al terminar la educación secundaria básica, a los 17 años, 50% de los jóvenes finlandeses se vuelca hacia la educación vocacional y el entrenamiento profesional. Invitada por el Ministerio de Relaciones Exteriores del país europeo, la diaria visitó Omnia, una de las escuelas vocacionales más importantes de Espoo, una ciudad de la región sur de Finlandia, para ver sus instalaciones y la rutina de trabajo que los llevó a estar entre las mejores del país.

El otro 50% de los jóvenes finlandeses sigue la educación secundaria superior general, que no califica a los estudiantes para ninguna ocupación en particular. Al final de esta etapa, que está diseñada para completarse en tres años, los estudiantes toman un examen nacional de matriculación. Aquellos que lo aprueban son elegibles para solicitar el ingreso en universidades, en universidades de ciencias aplicadas y en instituciones vocacionales.

En Finlandia la educación y formación profesional está diseñada tanto para jóvenes que sólo tengan la secundaria básica como para adultos que ya estén insertos en la vida laboral, y ofrece dos mecanismos de aprobación: por un lado, los cursos en escuelas tradicionales y, por otro, la acreditación de la carrera en el campo laboral. Al final de ambos caminos, las personas obtienen un título que equivaldría al bachillerato uruguayo, y eso los habilita a continuar sus estudios en las universidades de ciencias aplicadas, donde se enseñan las distintas carreras relacionadas con las profesiones en un nivel universitario; también los habilita a aplicar para una carrera tradicional en la universidad. Según las últimas estadísticas, la educación vocacional obtiene los mismos resultados que la tradicional. En promedio, más de 99% de los estudiantes obtiene su título y más de 80% lo obtiene a tiempo, es decir, sin rezago escolar.

El sistema finlandés se caracteriza por la confianza. Las personas confían en que están obteniendo la mejor educación que se pueda ofrecer, por eso no dudan en transitar por cursos profesionales antes de ingresar a la universidad. Este es el caso de una joven de 22 años que estaba en su segundo año de Construcción. En diálogo con la diaria, aseguró que eligió pasar por la educación vocacional antes de aplicar para ingresar a la Facultad de Arquitectura en la Universidad de Helsinki. Dijo que pasando por la escuela vocacional iba a estar más relacionada con el campo laboral.

Al servicio del mercado

Como en otras partes de Europa, las escuelas vocacionales de Finlandia funcionan en relación con el mercado. Cada escuela ofrece los cursos y carreras que responden a las necesidades del mercado de la zona; por ejemplo, el director de Omnia, Sampo Suihko, explicó a la diaria que en su escuela trabajan en colaboración con los gobiernos municipales, las cámaras de comercio, empresas y empresarios, al igual que con sindicatos de trabajadores.

Lo que hace a una buena escuela vocacional es la capacidad de responder rápidamente a las necesidades cambiantes del mercado laboral; para eso, cuanto más diálogo tenga a nivel regional con varios sectores de formación, mejor. Una de las directoras de educación de Omnia aseguró que una razón de orgullo para la institución era abrir carreras según la demanda y priorizar la cantidad de cupos que se abren según la tasa de empleo de sus egresados. Puede suceder que algún estudiante quiera hacer una carrera que no tenga inserción laboral en la zona; en ese caso, es común que el joven se mude a otra región para poder estudiar lo que quiere.

Con más de 300.000 estudiantes en distintas modalidades y cerca de 700 docentes trabajando allí, Omnia es de las primeras opciones en las escuelas vocacionales. Hay más de 100 cursos: desde carreras de oficio, como peluquería y cocina, hasta cursos de actualización en distintas materias, como marketing y hotelería, que apuntan a personas que ya estén en el campo laboral. De hecho, 50% de los estudiantes de Omnia son adultos. El predio es inmenso, ya que, además de los clásicos salones para clases teóricas, incluye muchos laboratorios de trabajo y talleres, como carpintería, construcción, sanitaria y mecánica.

Otra de las características de las escuelas vocacionales es insertar a sus estudiantes en el campo profesional. El camino para hacerlo en la mayoría de los casos es por medio de la ayuda para que vendan sus propios productos. En el caso de Omnia, hay una tienda a la entrada de la escuela donde los estudiantes ofrecen sus productos. Allí se podían ver varios tipos de vestimenta, como camisetas estampadas y bordadas a mano, vestidos y bufandas de lana natural. En suma, había trabajos de carpintería que iban desde bancos y sillas hasta libretas talladas, y también se ofrecían artículos para el hogar pintados a mano, imanes estampados con distintas técnicas, trabajos en cuero y distintas piezas de joyería.

En equipo

Uno de los mecanismos que también usan para ingresar al mercado es reunir estudiantes de varias carreras relacionadas y ponerlos a trabajar en conjunto en distintos proyectos rentables. El más icónico tal vez sea la construcción y el alquiler de casas: los estudiantes de carreras como construcción, albañilería, electricidad, sanitaria y carpintería se unen a los de negocios inmobiliarios, diseño de interiores y jardinera para hacer una casa que ingresa al mercado y se alquila. Con el dinero obtenido compran más terreno y materiales para seguir el ciclo.

Todos los materiales con los que trabajan los estudiantes son brindados por la escuela. Por ejemplo, en primer año de carpintería reciben las herramientas y la madera para que cumplan con los cuatro trabajos obligatorios del año: una alacena, una silla, un banco y una mesa de luz. Luego, si consiguen los materiales, pueden seguir usando las instalaciones del taller. En las escuelas vocacionales, al igual que en el resto de la educación en Finlandia, los estudiantes no pagan una cuota mensual a cambio. Según los directivos, se gasta en promedio alrededor de 8.000 euros por estudiante al año. Vale recordar que el país europeo destina 5,7% de su Producto Interno Bruto a la educación, de un presupuesto general que es cuatro veces el uruguayo.

También como forma de insertarse en el campo laboral, en todas las carreras los estudiantes pasan por una pasantía donde un empleador del rubro oficia de tutor. Omnia tiene más de 2.000 contratos con diferentes compañías de la región que aseguran al menos diez semanas de trabajo para cada estudiante.