La realización audiovisual se convirtió, para el profesor Leonardo Nahum, en bastante más que un conjunto de técnicas que debía enseñar a sus estudiantes: pasó a ser una excusa para que los chiquilines del taller Audiovisual de Formación Básica Profesional (FPB) de la UTU de Paso de la Arena comenzaran a salir del aula, a vincularse y encontrarse con otros estudiantes, con la comunidad que rodea a la escuela técnica y con otros actores de la sociedad. Sobre la marcha, y tras haber comenzado a trabajar en FPB Audiovisual en 2015, se fue gestando “Integración, cámara y acción”, un proyecto educativo que mantiene con los terceros años del FPB Audiovisual.
Los distintos grupos, y sus producciones, han recibido varios reconocimientos: en 2016 y 2018 ganaron el primer premio en el concurso nacional de cortometrajes 1 Minuto 1 Derecho, del festival Tenemos que Ver, del que en 2019 fueron nuevamente finalistas con el corto No es un juego. Entre otros, también fueron premiados en el Festival de Cine Detour, en los premios Estudiantina del Oeste, en el concurso Contá en corto, de la ONU y en ¿Cómo la ves?, otro concurso organizado por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa. En 2019 ganaron el primer premio en el concurso de guiones Animá tus ideas, de Centros Promotores de Derechos, del Ministerio de Desarrollo Social. Además de haber participado en varios concursos de fotografía, también exhibieron sus trabajos en la Fotogalería a Cielo Abierto del oeste de Montevideo. El taller en sí ha sido reconocido, también, como una buena práctica docente por la UNESCO. En el blog pasoaudiovisual.blogspot.com comparten sus trabajos y las actividades que van haciendo.
Desde el pie
Una de las primeras tareas que hizo el profesor con sus estudiantes fue cubrir actividades que hacían otros alumnos de las instituciones cercanas a la escuela técnica de Paso de la Arena, ubicada en la esquina de Luis Batlle Berrres y la ruta 5 y rodeada por el liceo 46 y el jardín de infantes 352. “En el jardín iban a pintar un muro y nosotros íbamos y lo registrábamos. Ese encuentro entre los niños y los adolescentes era muy enriquecedor. Después vimos que distintos cursos de la UTU hacían cosas que no eran visibles, y ese es otro potencial de este proyecto, lograr visibilizar cosas que de otra forma sucederían pero nadie se enteraría. Entonces Belleza hacía un desfile y nosotros nos encargábamos del registro, y en ese vínculo con Belleza, Mecánica, Carpintería o el taller que fuera, se daba lo más enriquecedor: ellos se conocían, después se saludaban, se encontraban en las redes compartiendo los trabajos que habían registrado”, explica Nahum en diálogo con la diaria, mientras Camila y Rodrigo, dos de los estudiantes del grupo de 2019, se preparan para mostrarnos las distintas producciones que hicieron a lo largo del año.
El cumpleaños de 15 en la UTU
Micaela es una estudiante de la UTU que cumplió 15 años en 2019. Por falta de recursos económicos, no iba a poder festejar, pero entre estudiantes, docentes y funcionarios de la UTU se le terminó haciendo la fiesta de 15 en la propia escuela del Paso de la Arena. Carpintería se encargó de la decoración, Gastronomía de la comida para las 60 personas, Audiovisual del registro de la fiesta y hasta de los exteriores, que se filmaron en el Jardín Botánico. Docentes y funcionarios asumieron la preparación y decoración del local, y el director de la escuela, Alexandre Texeira, fue uno de quienes sacó a bailar el vals a Micaela. Para Camila y Rodrigo, estudiantes del FPB Audiovisual, la experiencia fue única. Además de que ya cuentan con una experiencia en la realización de exteriores y en el registro de una fiesta, tuvieron que coordinar y responsabilizarse de distintas tareas en algo que terminó siendo un regalo para una compañera de la UTU. “Me encantó el evento, trabajar con cámaras, y me sentí por primera vez metido en el audiovisual. Fue único”, escribió Rodrigo.
Las distintas convocatorias a concursos o actividades relacionadas con la fotografía o el audiovisual son llamadores para ponerse en acción, y en sus producciones siempre se abordan temas de contenido social. “Todas tienen que ver con cosas que les suceden a ellos, y son temas sensibles. Trabajamos mucho el tema de la diversidad, el bullying, la discriminación, la equidad de género. Cuando uno comparte tantas horas con ellos va viendo cómo abordarlos, y el audiovisual sirve como disparador para tratar esos temas”, explica Nahum.
“A partir de los trabajos que íbamos realizando, después de ver los logros que íbamos obteniendo y las repercusiones, me di cuenta de que en realidad, aparte de haciendo audiovisual y aprendiendo las técnicas, estábamos integrándonos con diversos estudiantes de esta institución, con la comunidad”. Para el profesor, los estudiantes “por un lado trabajan y aprenden lo que es la realización audiovisual, y por otro van generando distintas formas de vincularse, de relacionarse con otros estudiantes y personas de la sociedad. Con la excusa del audiovisual ellos conocen otros lugares, otras personas, forman parte de otros aspectos de la sociedad que salen del aula, y eso para mí es algo muy enriquecedor. Me di cuenta de que quedándonos en el aula y hablando sólo de las reglas de composición de la fotografía no hacíamos nada, teníamos que salir, y al salir nos encontrábamos con gente y se daban los aprendizajes más significativos”.
Otro aspecto que implica el proyecto es convocar y entrevistar a personas que se dedican al mundo del audiovisual. Así, tuvieron encuentros con el director de fotografía Nelson Wainstein y con el director de Los olvidados, Agustín Flores, porque “no es lo mismo hablar con un director y preguntarle cómo lo hizo”, cuenta el docente.
Los vínculos en el centro
El FPB es una formación de UTU para jóvenes que hayan culminado primaria, por la que pueden acreditar el ciclo básico y a la vez tener una formación de operario práctico en una determinada orientación. La propuesta combina entre seis o siete materias del ciclo básico y una gran carga horaria de taller sobre la orientación elegida. El docente del taller comparte entre tres y cuatro horas diarias, de lunes a viernes, con sus estudiantes, y a su vez comparte la clase con los docentes de otras materias. Si bien ahora pueden entrar a FPB los que recién egresa de primaria, en sus inicios la propuesta era para jóvenes de más de 14 años que se hubieran desvinculado del sistema educativo, y el grupo que terminó tercero en 2019 todavía tenía esas características.
En particular este grupo tenía “mala fama”. “Cuando elegí a este grupo hablé con los demás profes que los habían tenido. Me dijeron cosas del estilo de ‘No los tomes’, ‘Son bravísimos’, ‘No te dejan dar la clase’. A mí esas cosas me motivan, porque si son chiquilines a los que les están pasando esas cosas es porque necesitan, y me gusta demostrar que cuando a los chiquilines se les dan recursos, herramientas y se les ofrecen oportunidades son capaces de hacer cosas buenísimas”. Leo, como todos lo conocen, asegura que nunca tuvo “un chiquilín de esos que dicen ‘no quiero nada’. En realidad eso es lo primero que te dicen, pero cuando les mostrás que sí lo pueden hacer les das protagonismo, ahí ellos demuestran que pueden”.
Rodrigo cuenta que antes de entrar a la UTU había empezado el liceo y le fue “malísimo”. “Cambié a la UTU, elegí Audiovisual para ver cómo era y me terminó gustando”. Va a seguir estudiando el bachillerato en la UTU y dice que, en el futuro, le gustaría dedicarse a la actuación. “Por fin encontré algo por lo que seguir estudiando”, escribió Rodrigo en su reflexión final del curso.
En el FPB, la carga horaria que tiene el tallerista lo coloca en un rol de referente y con mayor cercanía con los estudiantes. Según explica el propio Nahum, desde su rol como docente forma parte del proceso de aprendizaje de los alumnos “no sólo en audiovisual sino en las distintas materias; si Camila, por ejemplo, anda medio mal en física, trato de incentivarla, ayudarla, estar más cerca mientras el profe da la clase, y así se va dando. Es diferente del liceo por la carga horaria que compartimos a diario, que genera vínculos y la posibilidad de proponerse proyectos a largo plazo”. “Me enfrento a gurises que están acostumbrados a escuchar que no pueden, y mi tarea es demostrarles que son capaces de lograr lo que se propongan”, asegura.
Otros trabajos
No es un juego es uno de los cortometrajes que más les gustó hacer a Rodrigo y Camila. Habla sobre el bullying y fue seleccionado entre los finalistas del concurso 1 Minuto 1 Derecho, del festival de cine Tenemos que Ver. En el corto los estudiantes utilizaron el estilo del famoso mannequin challenge y la técnica del plano secuencia, y, al contrario de las formas, terminan diciendo que frente al bullying no se van a quedar quietos. “Es algo que pasa mucho en lugares así y me gustó el tema, y cómo quedó”, aseguró Rodrigo. Yo no sabía fue un guion que quedó seleccionado en el concurso Animá tus ideas, y como premio se convirtió en animación. Para participar cada uno de los estudiantes escribió un guion y luego entre todos eligieron cuál presentarían al concurso. La historia se da entre tres jóvenes y habla sobre la diversidad y la convivencia entre los adolescentes. “Fue una de las experiencias más lindas de todo lo que vengo estudiando”, contó Rodrigo.
Sobre cada uno de sus estudiantes, el docente registra su proceso a lo largo del año. “Rodrigo cuando empezó el año entraba y... contale vos”, le dice, y Rodrigo continúa: “Yo entraba al salón sin ganas, porque tuve muchos problemas familiares, y venir a la UTU, al salón... fue difícil adaptarse, sacar los problemas que uno tiene en la casa y tratar de enfocarse en lo que pasa en el salón. Pero lo logré, intenté echarle ganas. El vínculo con los profes también era difícil”. Nahum cuenta que Rodrigo tenía dificultades en el relacionamiento con los profesores y también con sus compañeros, y que reaccionaba con violencia. “¿Qué es más importante en ese momento? ¿Qué él pueda controlar eso, trabajarlo y encararlo, o que aprenda a editar? Una cosa es tan importante como la otra, y creo que las dos van por un mismo camino, en un trabajo de compromiso, de asumir responsabilidades, de ir aprendiendo y conociendo otras formas de vincularse, de sentir, de compartir”.
Rodrigo tiene previsto comenzar el bachillerato este año, y el desafío no le da miedo: “Aprendí mucho este año, a controlarme, sobre todo, que era en lo que me iba mal”. “Muchas veces se habla de educación, pero hay que estar día a día conviviendo con todas las dificultades que ellos traen desde sus casas, sus círculos, sus mundos. Este año les han pasado muchísimas cosas gravísimas a ellos, y con eso tenés que ir acompañando el curso, y capaz que cuando ellos salen a grabar, a compartir, son los momentos más importantes del año para ellos”, reflexiona el docente. “Frente a las dificultades me propongo dictar mis clases con alegría y buen humor, porque considero que un buen clima de estudio es fundamental para motivarlos, y eso ellos lo reconocen: dicen ‘Vos siempre te estás riendo’ y ese tipo de comentarios”, afirma el profesor. A su entender, en educación no hay recetas mágicas: “La base está en que los gurises me vean como un referente en quien puedan confiar, y demostrarles con acciones concretas que ellos son los verdaderos protagonistas”.
Su práctica pedagógica, asegura, “se basa en el vínculo”. “No es un tema de autoridad, aunque sí la tenés que demostrar y ellos tienen que saber bien quién es el profesor, quién es el alumno. El primer día no era fácil, ellos te ponen a prueba, insisten en que pueden seguir en esa lógica de que ‘no hay nada’, pero a la vez están atentos a ver qué les proponés”. Lo que propuso ese día fue disfrazarse, y así surgió el GIF “Sin diferencias”, en el que varones y mujeres aparecen vestidos de profesiones u oficios generalmente asociados a un solo género. “Decían que no tenían nada para disfrazarse, pero empezamos a deambular por la UTU y fuimos a buscar un casco de obrero, después a Belleza, empezamos a charlar con gente, y capaz que esa fue la clave para salir del aula, que estaba tensa. Hicimos un trabajo, vieron que funcionaba, trabajaron en equipo y con responsabilidad, y después ya surgió el otro, y eso de que en todos los trabajos cada uno entrega algo suyo, y después verlo plasmado en un audiovisual, es un poco la clave para que ellos se vayan enganchando y motivando”. Camila lo confirma: “Empezás pensando que no sale nada, y después ves que las cosas salen, y salen bien, entonces le ponemos más ganas. Y si uno no quiere hacer el trabajo en equipo, todos te dicen que te animes, y al final todos terminamos haciéndolo”.
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