El programa Módulos Socioeducativos, del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), comenzó en octubre de 2015 con tres talleres en unos 20 liceos y terminó su quinto año con nueve propuestas en 59 liceos, involucrando hasta 2019 a unos 35.000 estudiantes de educación media. Para Ana Sosa, coordinadora del programa hasta marzo, el objetivo del proyecto era “ofrecer una propuesta novedosa, que contribuyera a la retención de estudiantes en las instituciones y que generara formas novedosas de aprendizaje que permitieran integrar conocimientos propios y de las asignaturas curriculares”, y valoró que “eso se logró”.

Los talleres no son obligatorios para los estudiantes, y la oferta es variada: huertas en centros educativos, ajedrez, periodismo y comunicación, cine, hiphop, candombe, bioconstrucción o construcción natural, y funciones gratuitas para estudiantes en Cinemateca; para los docentes también hubo un espacio de formación en aprendizaje basado en proyectos. Módulos socioeducativos 2015-2019, publicado en febrero por la Dirección de Educación del MEC, recoge la experiencia de estos nueve talleres.

Sosa destacó que la propuesta se pensó para apoyar la oferta educativa de los liceos de tiempo completo, de tiempo extendido y los que aplican Propuesta 2016, donde se habilitan modalidades distintas de trabajo, como duplas docentes o talleres. “Los directores entendían que los talleres dinamizaban la vida institucional”, comentó, y destacó una de las frases que surgieron de los docentes en la evaluación: “El paisaje liceal cambió”. “Los chicos se apropian de las instituciones, se manejan con libertad dentro de ellas, son capaces de integrar lo que aprenden en una asignatura curricular en otro tipo de experiencias” y, aseguró la ex coordinadora, contribuyó a favorecer la continuidad educativa: “A veces, incluso, algunos chiquilines empezaban a ausentarse de los cursos, pero se mantenían en los talleres”.

En la presentación de la publicación, la directora general del Consejo de Educación Secundaria, Ana Olivera, aseguró que el programa “ha dado un empujón impresionante para cambiar la cultura docente a la hora de la planificación y la evaluación”, y valoró la implementación de los talleres, porque la relación de los estudiantes con los educadores “impacta muchísimo”.

Los talleres

La propuesta de Cinemateca implica ir a ver una serie de películas elegidas a esos efectos, y en los cuatro años más de 20.000 estudiantes pudieron hacerlo. Tras la proyección se daba el espacio de taller, que en algunas instancias contó con la presencia de los directores de las obras y que buscaba la formación de público en torno al cine nacional y el lenguaje audiovisual. También se distribuyeron valijas culturales con 44 películas que se repartieron en 25 liceos de tiempo completo, de tiempo extendido y de Propuesta 2016.

El Programa de Educación Audiovisual y Lenguaje Cinematográfico (PEALC) puso en marcha también talleres de cine, pero con énfasis en la práctica, incluso desde el primer día. El objetivo concreto del taller es la creación de cortometrajes, pero a la vez el estímulo de la creatividad, el fortalecimiento de la autoestima y el trabajo en equipo.

Planto y Aprendo fue el taller coordinado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, que surgió después de más de una década del Programa Huertas en Centros Educativos. En los cuatro años se instalaron 450 metros cuadrados de canteros, donde se cultivan variedad de hortalizas, y en el último año participaban de las actividades 1.000 jóvenes de 20 liceos.

El taller de construcción natural apunta a transmitir entre los estudiantes el método de bioconstrucción y la posibilidad de construir una vivienda digna. Sosa añadió que este taller fue muy exitoso entre los estudiantes y también entre sus familias, logrando involucrar a la comunidad educativa, y mencionó que fue destacado como práctica educativa por la Organización de Estados Iberoamericanos.

Los talleres de hiphop y candombe buscaron transmitir la cultura detrás de esas formas de expresión y fueron de gran atractivo para trabajar en forma coordinada con asignaturas como Idioma Español, Literatura, Historia y Educación Física. En ambos casos, los talleres, con impronta muy montevideana, pudieron llegar a liceos del interior, “donde nunca habían visto algo por el estilo”, señaló Sosa.

El taller de periodismo buscó, menciona la publicación, crear ámbitos de libre expresión “que aporten en la formación de valores y ciudadanía”, y se menciona el potencial del periodismo para abordar temas curriculares: “Estudiar la revolución industrial a través de la entrevista a un reconocido historiador, conocer nuestros principales minerales o la ruta del petróleo a través de un geólogo o estudiar un eclipse entrevistando a un astrónomo a través de un fotorreportaje”.

Los talleres de ajedrez, del programa Ajedrez para la Convivencia, destacan el potencial de la disciplina primero “con relación a erigirse en un pedazo de la historia de la cultura que, además, porta discursos acerca de esa misma historia; y, por el otro, por su esencia lúdica que, per se y en vínculo con sus niveles de complejidad, le otorgan gran potencia pedagógica”.

Por último, 255 docentes de 17 centros educativos, incluidas siete directoras, participaron en talleres de aprendizaje basado en proyectos como una estrategia didáctica para la enseñanza-aprendizaje, a fin de promover esta metodología “centrada en el estudiante, en la que este adquiere y se apropia de conocimientos y actitudes a través del análisis de situaciones de la vida real”.

De cara al futuro de Módulos Socioeducativos, Sosa deseó que la propuesta “continúe” e informó que hasta fines de febrero estaba previsto que la mayoría de los talleres comenzara en abril. Informó que se mantuvieron las horas docentes pero que falta continuar alguno de los convenios con las organizaciones que dictan los talleres.