A las 8.45 dos perros paseaban por el patio de la escuela rural 27 de La Macana, en Florida. Dos maestras con túnicas blancas y tapabocas esperaban a los alumnos que reanudarían las clases presenciales luego de cinco semanas de conexión virtual. Ya estaba instalado el micrófono y el parlante en el patio, habían llegado los inspectores regionales junto con la directora general del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), Irupé Buzzetti, que junto a la prensa local esperaban a los niños. De los 28 alumnos que asisten regularmente, 14 habían dicho que no iban a ir y los otros no habían confirmado. A las 9.00, cuando debían comenzar las clases en la escuela de La Macana, no había ningún niño.

“Esto estaba dentro de las cosas previsibles, no podemos asombrarnos; la gente toma sus recaudos y tiene todo el derecho”, comentó Buzzetti en el patio de la escuela 27. La directora general del CEIP agregó que “queda claro que hay que seguir el trabajo en línea e ir viendo la situación con estos padres, no enviar a los niños es una opción y hay que respetarla”. En general las maestras entienden que se podría haber esperado un poco más para retomar las actividades presenciales, para tener más información sobre la evolución de la pandemia en Uruguay.

La situación de La Macana se repitió en varias de las escuelas que abrieron este miércoles. De las 547 escuelas habilitadas abrieron 344, confirmó a la diaria Limber Santos, director del departamento de Educación Rural del CEIP. De esas escuelas, cerca de 90 no recibieron alumnos; Santos estimó que en la mañana del miércoles 1.030 niños concurrieron a las escuelas, de un total de 3.900 que concurren a las 547 habilitadas y de 2.838 alumnos que tienen matriculadas las 344 escuelas que abrieron. La asistencia, por tanto, llegó a 36% en el primer día.

Entre las escuelas que no abrieron se encuentran las 137 que esperan el resultado negativo de la prueba de covid-19 de sus maestras, que deben viajar desde zonas donde circula el virus hacia las que todavía no ha llegado. Los resultados de las pruebas podrían llegar en las próximas horas, por lo que esas escuelas podrían abrir el jueves o el viernes. Otras 60 escuelas no lograron contar con auxiliar de servicio, un requisito establecido en el protocolo. Algunas otras escuelas tuvieron problemas con las bombas de agua u otras situaciones edilicias particulares, como la escuela 39 de Florida, que a pesar de estar en el listado original estuvo cerrada este miércoles.

Para sacar conclusiones sobre la asistencia, Santos pide no tomar lo que pasó hoy “como definitivo”, y prefiere esperar unos días. “Es derecho de las familias enviar o no a sus hijos; muchos puede ser que tienen temor o no están de acuerdo con la medida y por eso no los mandan, pero puede haber un componente de que es mitad de semana, de que fue el primer día y que se puede distorsionar la dinámica de las familias rurales con el cambio. Para despejar esas variables y ver a qué se debe esta baja asistencia tendremos que esperar a la semana que viene”.

Ruby Cuebas es la maestra directora de la escuela 27. En diálogo con la diaria, opinó sobre lo difícil que es mantener el protocolo establecido. “Es complicado mantener el metro y medio de distancia, sobre todo con los más chiquitos, en el recreo va a ser difícil que estén separados porque están acostumbrados a jugar juntos. Es horrible no poder darles un beso, que no se puedan arrimar al escritorio o corregirles en el cuaderno. Todo eso va a cambiar”, comentó.

Para la docente, que en la mañana del miércoles no recibió alumnos, el trabajo virtual ha sido un esfuerzo muy grande. “Hay padres que colaboran muchísimo, que están muy comprometidos con la educación, y otros que no tanto. Hay padres que tienen conocimiento y hay otros que me expresan que no se acuerdan de cuando fueron a la escuela, por eso tratamos de comunicar de la mejor manera, para que nos puedan ayudar. Esto también implica tener muchísimas más horas de trabajo, atendiendo a niños y padres; estamos disponibles todo el día en el Whatsapp, a veces es medianoche y seguimos recibiendo mensajes, es mucho más trabajo”, advirtió Cuebas, y agregó: “Por eso me parece que no no hay que pensar en sacar las vacaciones. Nosotros estamos trabajando más que antes, nuestra parte psicológica y emocional también está afectada”.

Un poco más allá

En la escuela 56 de Paso de Candil sí había niños. De los 25 alumnos que están anotados retomaron las clases presenciales tres: Rocío, Andreina y Maxi. Los tres dedicaron el primer día en la escuela a repasar el protocolo que establecieron las autoridades para extremar las medidas de higiene. En su cuaderno, Rocío, de 11 años, copiaba desde el pizarrón el “cambio de hábitos”: desde una nube con la palabra “bienvenidos” salían flechas con lo que serán las nuevas costumbres: utilizamos tapabocas, mantener distancia con los compañeros, lavado de manos más frecuente y con cuidados, alfombra con hipoclorito a la entrada, no compartir útiles y en el recreo jugar sin contacto (los ejemplos eran la coronita y la escondida).

Rocío de la escuela rural 56 de Florida. Foto: Federico Gutiérrez

Rocío de la escuela rural 56 de Florida. Foto: Federico Gutiérrez

Andreina, de ocho años, tenía un tapabocas rosado que hacía juego con la vincha. Explicó a la diaria que no extrañaba tanto a sus compañeros porque a algunos los seguía viendo en el campo donde su padre es capataz; a la maestra sí la extrañaba. Contó que podía hacer los deberes porque los papás estaban en un grupo de Whatsapp al que la maestra mandaba distintas tareas: “Mamá me ayudaba a veces cuando yo no podía, o mis hermanos que son más grandes”, comentó.

Maxi tiene siete años y está en la misma clase que Andreina. Mientras no iba a la escuela se encargó de hacer los deberes que mandaba la maestra por Whatsapp con la ayuda de su mamá. Extrañaba mucho ver a sus amigos y a la maestra, por eso este miércoles estaba contento de volver; la mejor parte del día fue cuando les enseñaron a lavarse bien las manos, aunque él aseguró que ya sabía hacerlo “muy bien”.

Maximiliano de la escuela rural 56 de Florida. Foto: Federico Gutiérrez

Maximiliano de la escuela rural 56 de Florida. Foto: Federico Gutiérrez

Unos seis kilómetros pasando Candil está la escuela 25 Villa Vieja, y allí estaba Sofía Parodi, la única maestra de la institución. En su escritorio cerca de la ventana preparaba algunos materiales para enviar a sus 16 alumnos por Whatsapp, porque ninguno había ido en la mañana del miércoles. Para ella fue una sorpresa, porque tres familias le habían confirmado, pero a primera hora del día le avisaron que preferían que los niños se quedaran en sus casas; el resto de las familias ya le había dicho que no iban a mandarlos por temor al contagio de covid-19.

Hasta ahora la maestra decidió comunicarse con sus estudiantes por medio del Whatsapp de los padres; “no nos hemos manejado con CREA porque esta zona es de muy baja señal”, aclaró. Esta dinámica, aseguró, es un poco más compleja que la planificación presencial: “Yo mando la tarea en el grupo, después, si no entienden algo los padres me preguntan por privado, si no entienden algo los niños me vuelven a consultar, me envían la foto del trabajo y yo hago la devolución, lleva un poco más de tiempo. Puse un horario pero no se pudo respetar, entonces nos escriben cuando los padres tienen el tiempo de poder ayudar a los niños”.

De todas formas, Parodi agradece que todas las familias hayan hecho las actividades: “Vamos mezclando todas las áreas para que vayan avanzando, aunque se ha modificado la planificación para adaptarse a la educación virtual. La respuesta ha sido muy buena, seguimos trabajando”.