Este espacio “en principio fue un salón de visita y luego fue el módulo 14, donde estuvieron alojadas 200 personas en pésimas condiciones. Hoy se marca la transformación de un espacio de sufrimiento, de dolor, a un espacio de educación, de reinventarse”. Con estas palabras Jorge Camargo, director de la Unidad 4 (ex Comcar), inauguró la nueva comunidad educativa en la que los estudiantes privados de libertad podrán tener clases de primaria y secundaria.
La obra terminada se suma a la proyección que hacen las nuevas autoridades del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) en su plan Dignidad 2020-2025, comentó Santiago González, director de Convivencia y Seguridad Ciudadana del INR. Por su parte, el director Nacional del INR, Luis Mendoza, enfatizó que este es el inicio de una serie de obras en la Unidad 4. En particular, hicieron referencia a algunos “módulos totalmente destruidos” y destacaron que la modalidad de trabajo con los privados de libertad será un camino a seguir.
El proyecto de la nueva comunidad educativa se gestó en 2019, y en enero de este año una cuadrilla de 24 personas privadas de libertad, acompañadas por otros actores, comenzó la construcción del espacio, liderada por dos arquitectas y una estudiante avanzada de arquitectura. La coordinadora del Programa Educativo en Cárceles, Silvina Vierna, dijo en diálogo con la diaria que el trabajo de los reclusos en la construcción de las aulas es “muy significativo”: “Ellos mismos participaron en el proceso de transformación del espacio: lo convirtieron en un lugar de educación, pero también de encuentro y socialización. Son los actores del territorio transformándolo, y eso es muy importante”, subrayó.
Nuevo comienzo
La Unidad 4 cuenta ahora con dos comunidades educativas (hay una tercera en el polo industrial). En la nueva se concentrarán las clases de primaria y secundaria, mientras que en la que ya está en funcionamiento se mantendrán las clases a cargo de la Universidad de la República. Esto, según Vierna, es una gran ventaja para los estudiantes: “Al ya no estar todos compartiendo el mismo espacio, se va a poder aumentar la frecuencia de días de clase, lo que permitirá llevar a cabo otro tipo de actividades que antes no se podía por temas de espacio y coordinación”.
El nuevo espacio se compone de 12 aulas, con una capacidad para 15 estudiantes cada una, equipadas con bancos, pizarras y televisores. Además, se construyó la sala docente, el espacio multiuso y la sala de informática, que comenzará a funcionar este martes. La comunidad educativa abre lunes, miércoles y viernes, y se dividieron los grupos para que cada estudiante pueda tener clase dos veces por semana. Los martes y jueves (días de visita en la unidad) se van a organizar talleres; en los próximos días comenzará el de candombe, gestionado por los privados de libertad.
El protocolo sanitario para el retorno a clases también se aplica en los espacios de encierro. Por eso, fuera de cada aula hay una alfombra sanitaria y los estudiantes deberán usar tapabocas en clase. “Es interesante, porque ellos mismos también fabrican sus tapabocas en uno de los talleres de educación no formal que complementan la oferta educativa”, comentó Vierna.
Durante la suspensión de los encuentros presenciales los docentes de todos los niveles “crearon estrategias para seguir vinculados con esos estudiantes por medio de Zoom, de videos grabados o de tareas impresas que les daban a los gestores educativos. Fue un andamiaje tremendo el que se armó para que las clases nunca se suspendieran”, destacó la coordinadora.
A nivel general, comentó Vierna, el trabajo con los estudiantes privados de libertad da resultado. En secundaria la aprobación de los exámenes es de 85%, mientras que en primaria ronda el 100%. Esto, aseguró la coordinadora, ocurre porque “los docentes somos muy responsables con los estudiantes, nunca les decimos que se presenten a un examen si realmente no están preparados, porque siempre buscamos evitarles una nueva frustración”.
Según Vierna, el desafío es que los estudiantes logren mantenerse todo el año en el curso, pero cuando lo logran “la experiencia es muy gratificante para los docentes. Trabajamos con personas que no saben leer o escribir, hace mucho tiempo que están fuera de contacto con las instituciones educativas, y con nosotros vuelven a reencontrarse como estudiantes, a comprender el trato con el otro y a creer que pueden llegar a cumplir sus objetivos”.
En tu honor
La sala de maestros del nuevo espacio educativo lleva el nombre de Beatriz Medicci, la maestra con más años dentro de la institución. Comenzó a trabajar en la década de 1990 a pedido de los padres de un privado de libertad que querían que su hijo estudiara durante el tiempo de visita. En 2006 concursó y entró al INR como funcionaria, y desde ese momento trabaja dando clases en escuelas y en la cárcel.