Distanciamiento físico sostenido, actividades al aire libre cuando sea posible, alcohol en gel al entrar a la escuela, lavado de manos frecuente y ahora tapabocas para los mayores de seis años son algunas de las herramientas con que cuentan los centros educativos para prevenir el contagio de coronavirus en las aulas. Desde fines del año pasado, algunos actores comenzaron a analizar otro instrumento para sumar a la lista y facilitar la mayor presencialidad: los purificadores de aire.
Algo dijo Rafael Radi, coordinador general del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), en una entrevista en Informativo Sarandí. Además de insistir con las actividades al aire libre, el investigador comentó que “hay proyectos que están trabajando sobre ventilación, recambio y purificación de aire en centros educativos. Sobre eso hay que insistir mucho y trabajar mucho, porque en invierno es más complicado”, señaló en esa oportunidad.
En 2020 varias empresas se acercaron al Institut Pasteur de Montevideo, interesadas en evaluar la eficacia de sus equipos purificadores de aire, según contó a la diaria Vanessa Piattoni, investigadora y responsable de Innovación y Transferencia Tecnológica del instituto, quien contó que se brindó el servicio a las empresas “en función de que teníamos esa demanda y el interés de probar esos equipos para ver si efectivamente funcionaban o no”.
Piattoni puntualizó que hay varias tecnologías de purificación, y hasta el momento sólo han hecho ensayos con aquellas “seguras para el usuario: pedimos todos los documentos que respaldan al equipo, la ficha técnica”. Las tecnologías de los aparatos (algunas con catalizadores, otras con filtros HEPA) no se evaluaron, pero sí su desempeño en la eliminación de microorganismos en el aire. Mediante técnicas moleculares evaluaron la calidad del aire en presencia y ausencia de estos equipos en determinados espacios, es decir, cómo se encuentra el aire sin la presencia del purificador y cuál es la calidad del aire después de determinado tiempo de haber encendido el aparato, y también con y sin presencia de personas en los espacios. Algunos de los lugares utilizados para las pruebas, además de las de laboratorio, fueron colegios, restaurantes o salas culturales.
Si bien la investigadora aclaró que los resultados “dependen mucho de las condiciones del ensayo”, y añadió que no se pueden divulgar detalles por las normas de confidencialidad, lo que se observa en general en los distintos análisis es que “algunos equipos mejoraron la calidad biológica del aire”. Respecto a las condiciones, Piattoni se refiere a que no es lo mismo evaluar la calidad del aire en una habitación con las ventanas abiertas o cerradas, con aire acondicionado prendido o apagado, por ejemplo.
Los purificadores “mejoran la calidad del aire, no es que esteriliza el lugar”, puntualizó la investigadora, y señaló que se comprueba que “en ausencia del equipo hay un cierto valor de carga de microorganismos y cuando se prende el aparato ese valor disminuye”, logrando una “mejora significativa” de la calidad del aire. Piattoni comentó que en algunos casos se pudo medir la eficacia contra el SARS-CoV-2. “En algún caso hemos visto que podría funcionar; en otros no tenemos la evidencia. Depende del lugar y del diseño del ensayo”, señaló y comentó que el nivel de desempeño dependerá de cada equipo en particular, pero aseguró que los purificadores, “conjugándolos con otras medidas de prevención, es una ayuda para mejorar la calidad del aire”. “Es una medida complementaria que entendemos que puede funcionar”, señaló.
Las consultas que han llegado al instituto provienen de empresas importadoras de equipos y también de personas que están desarrollando la tecnología en Uruguay. La investigadora mencionó que al momento de elegir el purificador “la tecnología tiene que ser buena y su efectividad debe evaluarse en el lugar”, y sugirió evitar elegir equipamientos que emiten ozono al ambiente.
Los resultados de las pruebas en salones de clase
Uno de los centros educativos donde se hicieron ensayos con purificadores fue el colegio Santa Elena. Su director, Pablo Cayota, explicó a la diaria que en setiembre de 2020 el distanciamiento físico de un metro y medio que establecía el protocolo para los centros educativos “se había transformado en el mayor escollo para la presencialidad plena”. Ahí comenzó “un proceso de búsqueda” de otras alternativas, con la mirada puesta en la ventilación y la calidad del aire, y tras reuniones con ingenieros e investigadores, junto con el director ejecutivo del Institut Pasteur, Carlos Batthyány, comenzaron a analizar la posibilidad de utilizar en centros educativos tecnología de purificación de aire que, por ejemplo, se utiliza en quirófanos o espacios con fines sanitarios.
Los resultados de los ensayos estuvieron en enero, e indicaron que el equipo de purificación disminuye en 66% la cantidad de microorganismos presentes en el ambiente y en 80% la diversidad de microorganismos presentes en el aire del aula. En esa oportunidad, antes de iniciar la prueba, no se detectó presencia de SARS-CoV-2 en los salones, por lo que en esa instancia no se pudo medir la eficacia del equipo respecto de este virus.
Según Cayota, el informe elaborado por los investigadores del Pasteur es “muy auspicioso”, y “se complementa con estudios hechos en laboratorio”. Advirtió que la opción por esta tecnología “no es la solución mágica, pero sí es un elemento que va a colaborar en el combate a la covid-19 y a otros virus y bacterias que circulan en distintas épocas del año. Sumado a la ventilación, al cuidado en las condiciones de higiene, a cierto nivel de distanciamiento que no sea el que impide niveles tan altos de presencialidad y al uso adecuado según la edad de tapabocas, es un elemento muy potente”.
Señaló que si bien implica una inversión inicial, para un salón estándar se requiere un aparato que no llega a los 2.000 dólares, apuntó que es “una muy buena inversión para garantizar la presencialidad plena pero también una apuesta, más allá de la covid-19, a la calidad del aire, para resguardar mejor la salud de docentes y estudiantes”.
El viernes Cayota y Batthyány tendrán una reunión con el presidente de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Robert Silva, para presentarle los estudios realizados respecto de esta alternativa. “Es una propuesta más que puede sumarse: en algunos lugares funcionará el aula móvil; en otros, conseguir otros salones; esta es otra más que se suma y puede adaptarse a determinados lugares”, señaló Cayota.
La consejera de Educación Inicial y Primaria electa por los docentes, Gabriela Verde, también ve con buenos ojos esta iniciativa y la incluyó en su propuesta de “Plan Integral Nacional para garantizar el derecho a la educación ante la covid-19”. Valoró que los purificadores servirían “no sólo para la covid-19 sino para prevenir otras enfermedades contagiosas”, y que algunas de las propuestas incluyen garantías de los equipos por diez años.
Respecto del costo, dijo que se puede hacer un plan para priorizar en qué lugares los purificadores aportarían más soluciones, apuntando a las escuelas “más comprometidas en forma edilicia, donde no hay capacidad para ampliar espacios”, y señaló que puede haber un plan de inversión a corto, mediano y largo plazo. Reconoció, de todos modos, que pensando en 1.400 escuelas urbanas y con un promedio de ocho salones por escuela “la cifra es elevada y no está en el presupuesto de la ANEP. Pero Uruguay, el Estado, el gobierno y todos los uruguayos ¿cuánto estamos dispuestos a invertir en esto?”, se preguntó.