En las últimas semanas de 2025 el Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) definirá el nuevo reglamento de evaluación que regirá en los centros educativos durante el año lectivo 2026. En ese marco, algunas de las principales autoridades del organismo abrieron un debate acerca de cómo debe estar planteada la evaluación para cumplir con que todos los jóvenes puedan culminar la educación media, a partir del mandato que establece la Ley General de Educación.

En particular, la discusión se centró en la posible eliminación de los exámenes, algo que si bien no está planteado en los acuerdos a los que llegaron distintos grupos que trabajaron a la interna de ANEP, fue defendido por el director de Políticas Educativas del Codicen, Antonio Romano, y también por especialistas como Pedro Ravela. Del otro lado, algunos colectivos docentes han planteado que la flexibilización de la evaluación -que incluyó la eliminación de los exámenes- aplicada durante la Transformación Curricular Integral (TCI) del gobierno pasado ha ido en contra de los aprendizajes de los estudiantes.

En diálogo con la diaria, el profesor de Historia y director nacional de Educación del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), Gabriel Quirici, defendió la necesidad de considerar “la experiencia de los y las docentes en las aulas”, que, según dijo, en los últimos 20 años vienen “generando muy diferentes instancias de acompañamiento y evaluación”. Desde su perspectiva, estos cambios que se vienen generando tanto en la educación media como en el nivel terciario colocan al examen “lejos de imágenes que lo marcan como un momento definitivo y absolutamente difícil para todo el mundo”.

Quirici explicó que “lo que viene ocurriendo en la gran mayoría de los casos es que en los cursos la evaluación y la calificación están consideradas como un proceso”, algo que en el caso Secundaria comenzó con la reforma de plan realizada en 2006. “El examen obligatorio es la última instancia, pero la gran mayoría de los estudiantes puede exonerar”, dijo, y agregó que “incluso se han cambiado las notas de exoneración” durante la pandemia y luego también con los nuevos reglamentos de la TCI.

Al respecto, el jerarca habló de “experiencias muy interesantes” que se han generado en liceos por las que, por ejemplo, una parte de la nota del estudiante está compuesta por el proceso que realiza en el aula, otra parte es el trabajo en equipo y ello se complementa con la calificación obtenida en pruebas parciales. Según sostuvo, pueden encontrarse distintas variantes de acuerdo a la materia de la que se trate y lo ilustró con lo que suele ocurrir en el bachillerato artístico, donde las pruebas muchas veces implican la realización de una presentación artística a cargo de los estudiantes. En ese sentido, también recordó una experiencia piloto en bachillerato durante la llamada “reforma Rama”, que estuvo a cargo de Renato Opertti y contaba con una evaluación final en la que se combinaban varias materias y los estudiantes realizaban un proyecto final que se combinaba con el proceso anual.

Quirici llamó a evitar “simplificación” en el debate y planteó importancia de acompañamientos

Según el docente, “hablar de examen sí o examen no es una simplificación”, ya que la realidad es “mucho más compleja” e incluso en la universidad los exámenes son cada vez menos frecuentes. De todas formas, consideró que “un examen bien preparado y con tiempos de acompañamiento y preparación también es una muy buena experiencia formativa”.

Además de que “cada vez hay menos exámenes”, Quirici afirmó que para la realización de este tipo de pruebas los estudiantes “cuentan cada vez con más con apoyos”. Por ejemplo, indicó que en bachillerato están las categorías A, B y C de exámenes y, según ilustró, quienes van a dar su examen categoría B en el momento de la prueba se les pide que preparen un borrador y dan un oral con acompañamiento de los profesores. En ese sentido, insistió con que está “lejos de ser una instancia en la que al estudiante se lo deja solo para que sufra ante los docentes”. En contraste, dijo que, en “la gran mayoría” de los casos, los profesores se preocupan por tratar de comprender cómo estudiaron y qué razonamiento aplicaron los alumnos para que puedan aprobar.

El titular de la Dirección Nacional de Educación aseguró que la pandemia y la TCI dejaron claro que “la mayor flexibilización no redujo el problema de la culminación” de la educación media en Uruguay. En ese sentido, planteó que “es un error decir que los exámenes son el factor que termina impidiendo la continuidad o la culminación de los chiquilines”.

En tal sentido, sostuvo que “el problema de desvinculación, sobre todo en el bachillerato, continúa, porque las razones son otras”. Según ilustró, en un reciente encuentro de estudiantes organizado por la Dirección General de Educación Secundaria los propios adolescentes plantearon que “uno de los grandes problemas para continuar” en ese tramo “es la falta de tiempo con adultos referentes y educadores para transitar el proceso educativo”.

La incidencia de las decisiones administrativas en los aprendizajes

Consultado acerca de cómo vienen incidiendo las distintas flexibilizaciones a los procesos de evaluación en los aprendizajes, Quirici planteó que “hay decisiones normativas tomadas desde la centralidad institucional que a veces van en contra de lo que los docentes hacen en los centros educativos”.

Como ejemplo, mencionó la flexibilización de la obligatoriedad en la asistencia que se dio durante la pandemia y luego también se dio con los reglamentos de la TCI. “Nos interesa que los chiquilines vayan y queremos que se pase lista, pero no por un tema fiscalista, sino por el reconocimiento de que están viniendo los estudiantes a un espacio de formación, de aprendizajes y de intercambio con pares”, planteó, en contraste con los problemas de ausentismo crónico que se agravaron en los últimos años.

Según el jerarca, “el gran problema es solo discutir con criterios economizados”, ya que “la economía es una gran ciencia, pero no explica todo”. En relación a cómo se traslada a la educación, planteó que es problemático que la discusión se plantee únicamente en función de la cantidad de estudiantes que pasan o no de año. “A veces hay como un apremio en las decisiones burocráticas de la institución educativa” por la que prima una necesidad de que los estudiantes “pasen más”, indicó. Al respecto, el docente entendió que se genera una especie de “ficción” por la que sacando dificultades para el pasaje de grado, los estudiantes promoverán en mayor medida, pero en realidad se genera “una señal muy parecida” a la de la flexibilización del peso de las inasistencias.

En ese sentido, planteó que si se siguen eliminando requisitos que le dan valor a la presencia de los estudiantes en los centros educativos “termina ocurriendo que da lo mismo ir a estudiar o no”. Por su parte, Quirici consideró que los colectivos docentes están planteando la necesidad de retomar algunas exigencias a partir de la “experiencia práctica”. Por ejemplo, señaló que muchas veces los profesores se encuentran con que los estudiantes que tienen que dar una prueba muchas veces llegan sin estudiar.

“Ha llegado a pasar que los chiquilines tienen de mañana un examen de una materia y de tarde un examen de otra. Lo que quiero decir es que para experiencias de conocimiento mínimamente exigentes de un estudio no se puede trivializar la instancia de evaluación con tal de que [los estudiantes] pasen de alguna manera”, resumió.

El director nacional de Educación sostuvo la importancia de que los profesores pasen más tiempo en el centro educativo y cuenten con equipos de apoyo

El jerarca consideró que, a partir de los cambios que se vienen generando en los últimos 20 años, “estamos en un tiempo para encontrar formas de evaluar creadas por los docentes” y que “tengan ese equilibrio con la exigencia esperada de una institución que está hecha para ir a estudiar”. Al respecto, aclaró que no solo deben tenerse en cuenta los aprendizajes relacionados a contenidos disciplinares, sino también aspectos que tienen que ver con la convivencia o lo socioemocional, pero “todo eso se puede ir evaluando de manera formativa”.

En ese sentido, insistió en la necesidad de que los docentes cuenten con equipos acordes que ayuden a los estudiantes a preparar un examen si es que es necesario acreditar un determinado conocimiento a través de esa vía. El jerarca planteó que “los centros educativos no deben perder el sur de que los chiquines van a educarse” y a aprender algunas cosas que la sociedad considera valiosas. Al respecto, dijo que es necesario que debe tenerse en cuenta que los docentes muchas veces realizan su labor con dificultades: “teniendo que atender los problemas de convivencia, de salud mental, las carencias que tienen y que todos conocemos”.

Quirici recordó que “históricamente la educación media ha estado postergada en las inversiones públicas” y por ello planteó la necesidad de que la universalización de ese nivel esté acompañada de una mayor inversión de infraestructura, que permita que no haya liceos tan grandes, sobre todo en bachillerato. Según ilustró, en ese tramo varios liceos tienen más de 1.000 alumnos y muchas veces se suman otras complejidades como que los estudiantes no tienen la grilla completa de materias por falta de docentes o que cuentan con equipos de adscripción diezmados.

El director del MEC planteó que “el gran tema para conversar es cómo le dedicamos más tiempo educativo a las y los jóvenes”. En ese sentido, señaló que si se logra tener a los profesores más tiempo en los centros seguro surgirán mejores propuestas de evaluación que los exámenes escritos. Desde su punto de vista, “la idea de que los profesores se jactaban de su saber y por eso nadie aprobaba las materias quedó demodé”, ya que “la gran mayoría de los docentes quieren que los chiquilines sigan yendo”.

Quirici entendió que “el problema de la inequidad educativa está mucho antes”, ya que primero se manifiesta “en la inequidad social”. “Yo siempre invito a ir a los bachilleratos de la periferia o en zonas donde no tenemos ese tipo de centros, porque todavía nos faltan muchos liceos y muchas escuelas técnicas de bachillerato. A veces hablamos de la primera generación universitaria, pero tenemos muchos alumnos que son primera generación de bachilleres. Los gurises se recontra esfuerzan, pero de repente en sus casas no hay libros, no hay experiencias de este tipo, no hay contención. Si no tenemos otros adultos referentes que los acompañen, ¿cómo hacemos para que ellos puedan sostener la presencia en el curso?”, reflexionó.

La apuesta por acompañamientos académicos y apoyo económico de las becas Butiá

Quirici planteó que “en Uruguay tenemos que hacer un esfuerzo por recuperar la palabra estudio” y hacerlo con el compromiso de acompañar a los estudiantes. En ese marco, el jerarca habló de la oportunidad que presentará el nuevo formato de las becas Butiá, que el MEC lanzó en conjunto con la ANEP. El nuevo formato implica que se aumentarán los montos, que también van en aumento en la medida que es mayor el grado que están cursando los estudiantes. Además, habrá instancias de acompañamiento académico para los becarios, con el objetivo de que haya un efecto a nivel de los aprendizajes.

Al respecto, dijo que el área de Integración Educativa de ANEP y las direcciones generales de Secundaria y UTU jugarán un rol muy importante a la hora de definir los nuevos formatos de apoyo para adolescentes y jóvenes. En ese sentido, recordó que en el nuevo reglamento de las becas se crean figuras para supervisar y acompañar a los becarios.

Más allá de lo que está establecido para todos los beneficiarios, Quirici señaló que las propuestas para los becarios se van a adaptar al plan que estén cursando y a lo definido por cada centro educativo. Consultado al respecto, el jerarca valoró que el presupuesto aprobado en el Senado “es consistente” y permite la generación de distintos formatos de acompañamiento.

En ese sentido, planteó que algunos centros educativos ya tienen camino allanado y, por ejemplo, mencionó a los liceos de tiempo extendido o a centros del interior que tienen un fuerte arraigo con sus comunidades, lo que los lleva a tener “mucha cercanía con diferentes instituciones” cuya escala “permite una personalización entre docentes y estudiantes”. No obstante, señaló que en otros lugares donde hay menos camino allanado también se apostará al vínculo con otras instituciones del Estado que “colaboran con lo educativo”.

Como ejemplo, mencionó el caso de Paysandú, con distintos equipos de acompañamiento que genera la intendencia a contraturno del horario del liceo para becarios de los quintiles más bajos, que incluye merienda, desayuno y ayuda para preparar las materias de cara a la continuidad educativa. Según el jerarca, en ese caso los adolescentes que son parte de la propuesta cuentan con un importante nivel de continuidad en bachillerato.

Quirici señaló que, además de con intendencias, se está pensando en trabajar conjuntamente con clubes de niños y centros juveniles del Instituto del Niño y el Adolescentes de Uruguay y con el propio MEC para “que haya espacios de acompañamiento territorial”. El jerarca también habló de proyectos territoriales de la Universidad de la República, como el Programa Integral Metropolitano, por el que ya se apoya el trabajo de distintos centros educativos con buenos resultados.

Según sostuvo, ese tipo de espacios son claves para garantizar la continuidad educativa de los adolescentes, más allá del formato de evaluación por el que se opte.