En el marco de una nueva conmemoración del nacimiento de José Pedro Varela, que coincide con el reciente 150º aniversario de la publicación de La educación del pueblo, se vuelve pertinente retomar algunas reflexiones planteadas en una actividad conmemorativa organizada por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) de la Universidad de la República.1
¿Por qué volver al siglo XIX? Permite interrogar acerca de lo que se denomina la reforma vareliana como un mito fundante de nuestro Estado moderno.
¿Qué es la reforma vareliana? Esta pregunta nos lleva desde hace algunas décadas a la discusión sobre el mito de Varela y, por lo tanto, sobre la reforma vareliana.
¿Qué es lo que ha ocurrido? La historia de la educación, en particular, ha tenido como un objetivo el enaltecimiento de la figura de Varela y de la escuela vareliana. La historia de la escuela uruguaya, de Orestes Araujo, es una de las piezas fundamentales de este discurso monumentalista. Revisitar La educación del pueblo y La legislación escolar nos permite acercarnos a la perspectiva de Varela, que no coincide con la reforma vareliana. Porque la reforma vareliana es la obra de la traducción de algunas de las ideas de Varela que asumieron la forma que les dio Lorenzo Latorre.
Entonces, ¿qué fue lo que Varela propuso? El Varela de La educación del pueblo se siente en la obligación de dar respuesta a un problema que sentía con toda la fuerza porque lo había expulsado al exilio: ¿cómo había sido posible Latorre?
Pero, aún con más fuerza: ¿cuáles son las condiciones que hacen posible el advenimiento de los Latorre o, en otras palabras, cómo construir una república que en 45 años de vida independiente tuvo 17 revoluciones?
Ahí se plantea primero la necesidad de conocer el problema objetivamente para darle respuesta. Varela se sustrae a los acontecimientos políticos para escribir La educación del pueblo y luego La legislación escolar. Para Varela, la política militante es lo opuesto al conocimiento de la realidad. Porque la política militante se sostiene sobre la base de las pasiones políticas y esto es lo que Varela quiere extirpar.
En este marco, adquiere sentido la educación del pueblo para que los sujetos puedan interponer entre la lealtad partidaria y el seguimiento del líder, del caudillo, el desarrollo de otros móviles que orienten la acción de los sujetos.
Por eso coincidimos con la perspectiva de José Pedro Barrán, quien da cuenta de que la superación del Uruguay bárbaro va acompañada no sólo de la inserción en el mercado capitalista, sino del surgimiento de una nueva sensibilidad civilizada que se caracteriza por la represión de las pasiones.
¿Cómo lograr esto? Para Varela, no se trató sólo de que las personas asistan a las escuelas, sino que se requería la creación de un sistema de educación común. Este sistema es concebido como una máquina que produce ciertas disposiciones en los sujetos.
. La primera pregunta que surge es ¿cómo funciona el sistema? A partir de ver la forma de funcionamiento, es posible descubrir la concepción que Varela tiene del lugar de la educación, de la sociedad, y de qué forma puede intervenir para producir los cambios deseados.
Un lugar destacado lo tienen los inspectores, pero en la perspectiva de Varela su función no es la de fiscalizar. Nada más lejos de la función de esta figura que concibió Varela, pero que se convirtió en el marco de los sistemas educativos centralizados estatales. Gracias a Latorre se acercan más a un coronel que a un filántropo, que era lo que quería Varela. Él apostaba a la iniciativa de la sociedad civil y al lugar de la prensa como mecanismos para explicar la función de los inspectores, porque la supervisión no era fiscalizar, sino iluminar lo que ocurría en cada rincón de cada escuela y, por efecto de hacerse público, propendería a buscar una superación.
La preocupación de la comunidad para Varela es el mejoramiento de su propia condición, de la que la escuela es un factor primordial. Por tanto, de quien debe depender su sostenimiento y su difusión.
Y aquí nos acercamos a tratar de explicar cuál es el combustible que hace funcionar la máquina. Para Varela, el combustible es el interés de los individuos y de la comunidad. Por eso, no se trataba solamente de reprimir las pasiones, sino de reencauzarlas. Y ese encauzamiento es el reconocimiento de un nuevo factor que explica la conducta de los individuos.
Lejos estaba Varela de creer que una reforma impuesta desde el Estado iba a producir los efectos esperados. No creía en este tipo de imposición que se realiza desde el Estado, porque el mejor reflejo de esa realidad era Latorre. Varela creía que los cambios eran progresivos y graduales y que debían reflejar el estado de la evolución de una sociedad determinada. No concebía que se pudiera modelar a imagen y semejanza del Estado, en cualquiera de sus variantes.
Por eso resultan raras las asociaciones que el presente hace en relación con la reforma vareliana, que más que tener que ver con Varela y sus ideas, reflejan la forma en que Latorre tradujo sus ideas en un decreto que distaba bastante de lo que el primero pensaba.
Antonio Romano es docente de la FHCE.
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La actividad, titulada “A 150 años de la publicación de La educación del pueblo”, se realizó el 25 de noviembre del año pasado y contó con exposiciones de Antonio Romano, Santiago Cardozo, Gustavo Remedi y Fernanda Diab. Fue organizada por el Instituto de Educación de la FHCE. ↩