El mes pasado empezó a funcionar en la Dirección de Derechos Humanos (DDHH) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) el Área de Educación Sexual Integral (ESI). Como área, es una novedad. Pero, en realidad, “tiene una historia” atrás, cuenta a la diaria Patricia Píriz, designada para liderarla. 

Su currículum avala que la hayan elegido para el cargo: de 2014 a 2019 fue coordinadora de Educación Sexual de Educación Inicial y Primaria. Además, se desempeñó hasta hace muy poco como directora de la escuela 146 de Atlántida y, en el campo académico, es magíster en Teorías y Prácticas de Educación, en Género y Políticas de Igualdad, y también diplomada en Educación Sexual.

Ahora, Píriz cuenta con el apoyo del equipo de la Dirección de DDHH y comparte el área específica con Silvia González, socióloga, y Yeny Leal, administrativa. Según narró la coordinadora, el área se creó luego de que en mayo el Consejo Directivo Central de la ANEP aprobara una resolución que plantea como una “imperiosa necesidad” la ESI en el sistema educativo y “el fortalecerla como una línea transversal”. En ese marco, dijo que también “encomienda a los subsistemas hacer una revisión de las prácticas pedagógicas, de las formas de implementación y de los actores que están a cargo de eso”.

Antes existía el Programa de Educación Sexual (PES), que ANEP empezó a implementar en 2006 y funcionó en la Dirección de DDHH de 2018 a 2020, pero no se catalogaba como área. Para Píriz, “se reactivó la línea de política pública” con esta administración, que también tiene la intención de volver a convocar a la Comisión de Educación Sexual, compuesta por representantes de cada subsistema.

Habla de reactivar porque, a su entender, en el período de gestión pasado “hubo una paralización de la ESI que afectó en formas diferentes a cada subsistema”, dependiendo de las “debilidades” específicas que dejó la implementación del PES.

En este nuevo escenario que se configura con la creación del área, Píriz asegura que uno de los desafíos principales es la “construcción más colectiva de la ESI” para “su sostenibilidad en el tiempo”.

Estamos de acuerdo con que debe haber más ESI, pero también mejor ESI. ¿Qué cambios planean introducir desde el área y desde la Comisión de Educación Sexual?

Nos encontramos en un momento de revisión de lo que hay. Se están tomando insumos de documentos de diagnóstico que nos acercó el UNFPA [Fondo de Población de las Naciones Unidas] sobre la implementación de la ESI en la ANEP. Con base en ese documento y en los relevamientos que está haciendo cada subsistema, se van a tomar decisiones acerca de hacia dónde vamos a ir. Pero estamos pensando un poco desde la historia: si bien el año anterior hubo un congelamiento, una paralización de la ESI que afectó en formas diferentes a cada subsistema de acuerdo a la implementación que se traía, cuando existía el PES también tenía sus debilidades, que hicieron que decisiones en la administración pasada generaran mayores impactos en algunos subsistemas.

Entonces se está analizando también eso: no sólo las debilidades del período anterior, sino también las debilidades de lo que ya se venía trabajando para que no nos vuelva a suceder y para generar una sostenibilidad mayor en el tiempo. Qué y por dónde vamos a transitar, hoy no lo podría decir, porque implica esta revisión integral que se está haciendo en cada subsistema y una decisión colectiva, con participación de todas las voces. Estamos pensando en relacionarnos con representantes de la ATD [Asamblea Técnico Docente] y con representantes de los gremios para que la ESI permita una sostenibilidad a través del tiempo; ese es el desafío.  

La expresidenta de la ANEP, Virginia Cáceres, admitió en el último tiempo de su gestión que es necesario transversalizar la educación sexual, algo que también reafirmó la directora actual de DDHH, Nilia Viscardi. ¿Cómo se pretende la transversalización en acciones concretas que, además, trasciendan los gobiernos?

La ESI es historia reciente en la educación pública, porque fue incorporada formalmente en 2006, en 2008 con mayor fuerza por la Ley General de Educación que dice que es transversal, y recién ahí empieza a legitimarse la voz de las docentes desde la política pública, de que somos quienes podemos enseñar en esto también, además de los médicos, que ya traían su historia en este país. Que sea reciente también implicó la formación de un montón de personas: en Primaria, por ejemplo, la forma de implementación de la ESI fue desde un enfoque transversal. Se planteó desde los contenidos en la currícula y desde la formación de las maestras, pero estamos hablando de 25.000 docentes en el país. En los años que tuvimos el PES no llegamos a cubrir la formación de todas las maestras, y tampoco es que un curso corto transforme la vida; se requiere una formación a largo plazo.

De esta manera, la transversalidad en Primaria muchas veces se convertía en invisibilidad. Si bien estaban los contenidos, eran contenidos que no trabajamos; dependía de la maestra. Y es lo que nos pasa con la transversalidad: es ley que sea transversal, pero entre la transversalidad y la invisibilidad hay una tensión que termina muchas veces yendo a la invisibilidad. Para garantizarla, entonces, hay tres estrategias: tiene que haber contenidos curriculares, formación para quienes la implementamos y unidades ejecutoras visibles. Es decir, tiene que haber alguien responsable de impulsarla. Estas tres patas tienen que estar; si no, se invisibiliza y se diluye.  

En Secundaria está la figura de referentes sexuales, que cuentan con diez horas asignadas, pero aseguran que están desbordadas, por lo que se terminan resolviendo situaciones puntuales y no pudiendo realizar talleres u otras actividades. ¿Cómo se aborda esta situación, considerando que la cantidad de educadoras sexuales aumentó en el período pasado?

En realidad no se crearon más cargos, sino que se cubrieron cargos que ya estaban. Coincidimos en que diez horas no son suficientes, porque, además, el turno nocturno no está cubierto y no podemos tener la misma cantidad de horas para la diferente cantidad de población. Las violencias que hoy como comunidad estamos sufriendo y las desnaturalizaciones que se vienen haciendo por parte de la gurisada de un montón de violencias que sufren son recibidas por el cuerpo de las referentes, con esas diez horas. Tienen mucho sufrimiento, porque no les da el tiempo, no les dan las manos ni los recursos para poder garantizar los derechos de los chiquilines. En educación media es una necesidad aumentar esa cantidad de horas y hay que atender a la cantidad de población con relación a la cantidad de horas. Hay lugares más sensibles que requieren más de una referente.  

En diálogo con la diaria, Manuel Oroño, director general de Educación Secundaria, destacó la necesidad de que todos los y las docentes, más allá de las referentes, tengan formación en ESI para que también en la currícula se transversalice la educación sexual. ¿Creés que es un complemento necesario para todos los subsistemas?

Sí. En esto de la transversalidad y la invisibilidad, hay fortalezas en cada subsistema que enriquecerían a los demás. En Primaria se atendía la formación de todas las compañeras de equipos técnicos; eso sería maravilloso, porque si no está el referente, no hay nadie. Con Nilia [Viscardi] venimos pensando en una formación permanente para todos los docentes y las docentes, y en una formación de posgrado para quienes tienen el rol específico, porque con un curso corto no se transforman las prácticas, y si tenés el cargo de referente, requiere de otras experticias y conocimientos, porque vos vas a trabajar con tus colegas.  

¿Gratuito?

Sí, la idea es que sea de la ANEP. Y la formación de grado, que es fundamental. Porque en el CFE [Consejo de Formación en Educación], con los cambios curriculares, la ESI quedó en maestro de Primera Infancia, en Educador Social, como una optativa en Educación Primaria pero asociada a Biología, mientras que en profesorado no tienen, como tampoco en maestros técnicos. La generación que egresa en 2026 es la primera generación del [plan] 2023 y no tiene nada de educación sexual. Esa es una urgencia: tenemos alrededor de 5.000 futuros docentes, en el país, que no tienen formación.  

A veces da la sensación de que, cuando hablamos de ESI, las personas tienen una idea más general y no tanto de los temas que aborda concretamente. Algunos tienen que ver con la ESI como herramienta fundamental en la prevención del abuso sexual infantil y también en la construcción de vínculos afectivos libres de violencia. ¿Cuál es la visión de esta nueva administración sobre cómo abordar este eje?

Creo que es uno de los temas fundamentales y que la ESI es un factor protector [ante las violencias]. No es el único, ni debería ser el motivo por el que esté en las políticas públicas, pero con las cifras que tenemos hoy en día de violencias ejercidas a las niñeces, es imperioso que esté. Hay que pensar que no es solamente enseñarle al niño a decir que no. Como factor protector, también hay que pensar en el mundo adulto, que tiene que deconstruir un montón de prácticas violentas que ejerce sobre los cuerpos de la gurisada. Por lo tanto, hay que pensar en una línea de trabajo con el mundo adulto. También es fundamental trabajar en alianza con la familia, porque son competencias de corresponsabilidad. Si la escuela y la familia no ponemos estos temas sobre el tapete, no les permitimos a los gurises que confíen en nosotras para venirnos a preguntar las cosas, y ellos van a encontrar las respuestas como las encuentran hoy: en todo ese mundo digital en el que la mayoría de las veces ni sabemos qué sucede. Entonces, me parece que hay que ver también estrategias de trabajo con familias y no sólo pensarlo en dirigirlo a los chiquilines. Porque es fundamental que el gurí conozca su cuerpo, conozca sus derechos, sepa qué cosas están buenas y qué no, qué cosas permitir y cuáles no, pero con eso no es suficiente. Sí está bueno que sepan que hay personas de confianza a las que les pueden decir las cosas. Y en eso hay que seguir trabajando.  

En línea con eso, algo que también se vincula con el acceso de las infancias y adolescencias a las tecnologías es la exposición temprana a la pornografía. ¿Cuál es tu visión sobre la pornografía como primer acercamiento a la sexualidad? ¿Cómo la adultez puede romper con la brecha generacional y educar con la información adecuada?

Se hace un trabajo con las familias para enseñarles a poner los filtros parentales, pero los gurises muchas veces los hackean. Entonces, nos parece que es una de las cosas que hay que trabajar con las familias y en la formación de los docentes. Si no, nos ganan todos estos medios. Yo considero que ahí hay educación sexual, pero no es integral. Hay una educación sexual que da información desorganizada, que da una información del cuerpo de la mujer como objeto, de violencia ejercida sobre los cuerpos de las personas, fuera de los vínculos afectivos y las relaciones sexoafectivas. Un elemento que tenemos son los controles parentales y los controles adultos en ese acceso a las redes, pero también está la línea fina con el respeto a la intimidad de esos gurises.

Entonces, hay que pensar en una línea de acción con familias y adultos referentes que no sea solamente que conozcan los controles parentales, porque los chiquilines los sortean. Hay que ver cómo fortalecer las estrategias para que puedan preguntar, consultar, tener confianza de hablar de esto. También, como adultos, estar pendientes de los cambios de los chiquilines, porque cuando se exponen a determinados contenidos pueden tener conductas no esperables para su edad. Antes, una decía que era indicador de abuso; hoy te diría que puede ser indicador de exposición a las redes. También habría que ver las medidas de seguridad, con el Ministerio del Interior, pensar más intersectorialmente. Ya se está pensando la ESI en un marco intersectorial, entendiendo que no sólo es responsabilidad de la educación, sino que hay que pensarlo en un marco más a nivel de Estado.  

¿En qué sentido?

Por ejemplo, tuvimos intercambio entre la ANEP y Salud Pública, donde surgió la posibilidad de participar en la Comisión Nacional Asesora en Derechos Sexuales y Reproductivos, y nos parece que está bueno porque uno de los aspectos a considerar dentro de la ESI es la salud sexual y reproductiva. Y sí o sí es importante que estemos articulados con salud, porque hay cosas que necesitamos trabajar. Incluso ofrecemos intercambios desde lo formativo: los efectores de salud pueden venir a algunas instancias de formación en lo que tiene que ver con salud sexual y reproductiva, y desde los docentes podemos ir a los efectores de salud y ver cómo se trabaja en la ESI.

Cuando pensamos en una estrategia intersectorial de ESI, la pensamos desde actores de educación. Por supuesto van a estar articulados con la agenda de salud, pero no es que estén debajo de la agenda de salud, porque pensamos que es más. Que lo incluye, pero es más. Por eso hacemos énfasis en la I de ESI, en la integralidad, porque va mucho más allá de los aspectos biológicos; implica todas las construcciones de género identitarias y subjetivas de las personas, la diversidad sexual; lo que tiene que ver con los vínculos afectivos en todas las dimensiones de la humanidad y de las edades en el curso de vida. ¿Cómo lograr integrar eso y cómo hacer la educación sexual realmente integral? Bueno, es uno de los desafíos.  

El abordaje de las masculinidades es otro de los temas. ¿Cómo hacerlo desde la ESI? ¿Dónde habría que poner el foco?

Es un tema que nos convoca porque, en esto del enfoque de género, muchas veces queda reducido al papel de la mujer y no se entiende que los mandatos de género atraviesan a todas las personas. Poner el foco en las masculinidades requiere una mirada que nos parece enriquecedora, apuntando a que los varones también se están construyendo a partir de los mandatos de género. Tienen privilegios por habitar un cuerpo y una masculinidad que en este mundo es hegemónica, pero también tienen un montón de sufrimientos que cargan en sus cuerpos, de los que a veces no son conscientes. Hay que pensar cómo trabajar para que reconozcan esos privilegios, esos sufrimientos, y puedan ver cómo los transforman. En educación media, sé que las compañeras lo vienen trabajando, y esperemos poder transversalizar ese trabajo.  

A lo largo de esta entrevista mencionaste la importancia de trabajar con las familias. En los últimos años, ha habido un avance en la región y en el mundo de sectores conservadores que explícitamente se oponen a la ESI, y son discursos que también han permeado en Uruguay. Un ejemplo es el proyecto de ley que se presentó en 2019 (y fue desarchivado en 2020) para que los progenitores elijan la educación sexual que reciben sus hijos. ¿Perciben esto como un desafío?

Sí, es un desafío. Quienes trabajamos en territorio desde hace tantos años en este tema lo tenemos más que en el radar; son actores sociales que están en la comunidad. Son algunas familias, no son la mayoría. Hay distintos posicionamientos en torno a lo que se entiende por ESI. Nosotros nos posicionamos desde las políticas públicas actualmente desde un enfoque constructivista; hablamos de la sexualidad que se construye en forma singular, que es diversa; todas y todos tenemos diversas sexualidades.

Ese proyecto de ley y estos grupos o movimientos de resistencia a la ESI en la educación pública refieren a un enfoque más esencialista de la educación sexual. Hablan de una sexualidad biológica, condicionada por el instinto. Son dos enfoques bien diferentes y creo que por eso chocamos. Pero entiendo que hay fines comunes. Cuando uno dice “a mis hijos no los toquen”, lo que yo entiendo –o por lo menos lo que he dialogado con familias como directora– es que en el fondo tenemos el mismo fin: queremos el bien de los gurises. Queremos que, ante una amenaza en las redes sociales o ante un hecho de violencia, consideren que hay un adulto, sea la maestra o sea el papá o la mamá, a quien pueden ir a decirle “ayuda, me está pasando esto, quiero hablar de esto”. Entonces, hay que empezar a dialogar más para pensar en las finalidades últimas. No es fácil, pero en una democracia nos atañe escuchar todas las voces y también hay políticas públicas, en el marco de los derechos, con las que uno tiene que posicionarse.

Desde estas políticas públicas, la educación sexual es un derecho de los niños, las niñas y los adolescentes. Entonces, en los centros educativos vamos a darles información y vamos a darles los espacios para que puedan hablar de estos temas. Les vamos a tratar de generar esa confianza de que somos adultos protectores y que pueden venir a plantearnos las cosas. Después, sobre los valores o la valorización que cada familia le otorga en casa, en la escuela no les vamos a decir que sí o que no. Al contrario, creo que el enfoque de valores es una responsabilidad de la familia. Es difícil conversarlo, porque tiene este choque de enfoques. Pero hay que pensar las estrategias para el fin último, porque lo que queremos todos al final es el bien de los gurises, que tengan relaciones afectivas con responsabilidad, cuidándose a ellos y cuidando a los demás. Entonces, va más por buscar los encuentros que los desencuentros.