Si hay algo que empezó a visibilizarse cada vez más en los últimos años es que las niñas, niños y adolescentes son víctimas directas de la violencia de género. No quedan al margen de esa situación porque, incluso si la violencia no está específicamente dirigida a ellos, los impactos son múltiples. Nunca salen ilesos. Son víctimas directas cuando viven en una casa donde el padre ejerce violencia contra su mamá y definitivamente lo son cuando quedan huérfanos por femicidio. También cuando el padre los maltrata a ellos con la intención de hacerle daño a la madre.
Existe un nombre específico para esto último: se llama violencia vicaria y constituye una forma de violencia de género y generaciones. El término lo acuñó en 2012 la psicóloga argentina residente en España Sonia Vaccaro para describir “aquella violencia contra la mujer que ejerce el hombre violento utilizando como objetos a las hijas o hijos, para dañarla”, pero empezó a extenderse hace relativamente poco. Al igual que en otros tipos de violencia, la violencia vicaria tiene distintas modalidades, que escalan desde privar a esas niñas y niños de las necesidades básicas hasta asesinarlos.
Este año la violencia vicaria ganó más visibilidad en Uruguay. Podría atribuirse a que hubo más casos de infanticidios en contextos de violencia de género que otros años y a que, en general, hay una mayor visibilización de este fenómeno como una forma de vulneración de los derechos de las mujeres, las infancias y las adolescencias.
Sin embargo, no es fácil acceder a cifras oficiales sobre este tipo de asesinatos. Fiscalía, por ejemplo, tiene sistematizado el número de homicidios de niñas, niños y adolescentes de menos de 18 años, pero no discrimina según el contexto o quién fue la persona agresora, de acuerdo a la respuesta a un pedido de acceso a la información que realizó la diaria. Por lo pronto, sí se sabe que entre el 1º de enero y el 25 de diciembre de este año, la Unidad de Víctimas y Testigos de Fiscalía intervino en ocho situaciones de niñas y niños “fallecidos en contexto femicida”, según la información brindada por fuentes de este organismo a la diaria. Las víctimas fueron cuatro niñas y cuatro niños, de edades que van desde los cinco meses a los ocho años.
Las organizaciones de la sociedad civil también registraron este año ocho asesinatos de niñas, niños y adolescentes en contextos de violencia vicaria, según aseguró a la diaria la psicóloga especializada en género e infancias Fabiana Condon, integrante de la asociación civil El Paso. Hay que aclarar que, debido a que no se conocen los detalles de cada situación, no es posible afirmar que los casos que reportan las organizaciones y los que atendió la Fiscalía sean los mismos.
Por otra parte, la violencia vicaria apareció en las proclamas de las principales movilizaciones feministas del año. El 8 de marzo, la condena a este tipo de violencia estuvo entre los reclamos del Tejido Feminista. En tanto, el pasado 25 de noviembre, fue uno de los temas centrales en las dos grandes manifestaciones convocadas en Montevideo: la Coordinadora de Feminismos llamó a manifestarse bajo la consigna “Contra la violencia vicaria y la Justicia patriarcal”, mientras que la Plataforma 25N la incluyó en la lista de violencias denunciadas.
¿Por qué se hace más visible ahora? ¿Hay un contexto que favorece el recrudecimiento de este tipo de violencia? ¿Qué hay detrás de este fenómeno? Y ¿cómo prevenirlo? Consultadas por la diaria, expertas y activistas analizaron el panorama.
Una forma de violencia hacia las mujeres
La antropóloga feminista Susana Rostagnol asegura que, detrás de la violencia vicaria, hay “claramente una situación estructural de violencia de género” y también “una cuestión patriarcal adultocéntrica”. La académica explicó a la diaria que son conductas que “responden a una estructura de relaciones patriarcales adultocéntricas, donde los niños no tienen valor y sólo son el mensaje para atacar a las mujeres”. En este escenario, el mensaje para la mujer es “tengo poder absoluto” y “te voy a pegar donde más te duele, más que tu propia vida”, señaló Rostagnol. Para la antropóloga, “en este contexto, un infanticidio es mayor que un femicidio, porque dejás viva a la mujer para que sufra la vida entera”; “es una tortura psicológica y emocional total”.
“Es mucho más amplio que los infanticidios”, consideró por su parte María Delia Cúneo, integrante de la Coordinadora de Feminismos. La activista dijo a la diaria que respecto de este tema hay “controversias” porque “hay quienes plantean que en la violencia vicaria el foco está puesto en las infancias y en sus derechos, y nosotras pensamos que, si bien es cierto, el foco está puesto en la violencia hacia las mamás, hacia las mujeres. Es una extensión de esa violencia que se deposita en las hijas e hijos”. “En lugar de matarla físicamente, porque ahora tiene consecuencias y hay una alerta [social] con respecto del femicidio, es la destrucción psicológica y moral de la mamá”, afirmó la integrante de la Coordinadora.
Cúneo aclaró que no se trata de “correr” a los niños “del lugar de la importancia”, sino de “establecer el foco del análisis”. “El análisis es: esto es una violencia patriarcal machista de hombres hacia mujeres, que tiene como víctimas a las mujeres, niñas, niños y adolescentes. No es diferenciar, ni decir que la mujer es más víctima. En ambos casos son víctimas, porque estos niños que son separados de sus madres y criados o por lo menos adoctrinados por varones violentos están sufriendo realmente un abuso. Es un tema de violencia hacia las mujeres cuyas víctimas también son las niñas, niños y adolescentes”, puntualizó.
Víctimas directas
Si bien en los últimos años se avanzó en el reconocimiento de las niñas, niños y adolescentes como víctimas directas de la violencia basada en género, todavía persisten dificultades para entender que esta también es una forma de violencia hacia las infancias, apuntó Condon.
La experta sostuvo que aunque ha habido cambios en la “mirada sobre el problema [de la violencia de género] y en el diseño de políticas públicas”, aún “no hay conciencia del daño cotidiano que sufren las niñas, niños y adolescentes expuestos a situaciones de violencia de género”, y esto es tanto a nivel institucional como social.
La psicóloga explicó que crecer en ambientes violentos tiene un impacto en la “salud psíquica y física” de las infancias y adolescencias. Además, está en riesgo su integridad física “no sólo por la cantidad de situaciones con desenlaces fatales”, como los infanticidios, sino también en “la vida cotidiana, para los gurises que ven que a su mamá la pueden matar o la amenazan con matarla”. Por eso, consideró que cuando se denuncia violencia vicaria también tiene que estar en el “centro” el “nivel de sufrimiento y daño que sufren los chiquilines que cada día que están expuestos a la violencia hacia sus madres”.
En ese sentido, Condon enfatizó en la importancia de visibilizar “la gravedad” de la violencia “sistemática” que sufren las infancias en contextos de violencia basada en género y recordó que en Uruguay son “más de 380.000”, según datos de la Segunda Encuesta Nacional de Prevalencia de Violencia Basada en Género y Generaciones citados por la experta. “Son cientos de niñas, niños y adolescentes que viven situaciones de violencia vicaria más allá de que, por suerte, no hayan terminado en una situación de homicidio”, expresó.
Condon dijo que, en este escenario, los servicios de atención de niños, niñas y adolescentes no son suficientes. “No tenemos dónde derivarlos. La mayoría de los servicios de atención en los nueve departamentos en los que hay tienen lista de espera”, aseguró. La especialista recordó que, en 2021, el Sistema Integral de Protección a la Infancia y la Adolescencia contra la Violencia reportó 7.035 situaciones. “Ahora no sé a cuánto van a ascender, porque a mediados de año teníamos más de 5.000 y los cupos de atención son alrededor de 600. Ni siquiera los podemos atender”, cuestionó.
Por estas y otras razones, Condon consideró que estamos en el “peor de los escenarios” en materia de derechos de niñas, niños y adolescentes. La psicóloga agregó que el proyecto de ley de “corresponsabilidad en la crianza” es un claro ejemplo del “desconocimiento del daño y la gravedad de la violencia hacia los chiquilines” y denunció el “riesgo” al que se los sometería si se aprobara.
En aumento
Para la directora de la Unidad de Víctimas y Testigos de Fiscalía, Mariela Solari, hay un aumento de los casos de niñas y niños asesinados en estos contextos que han atendido y también hay una mayor visibilización del tema. En diálogo con la diaria, atribuyó esto último a un contexto regional e internacional en el que, “de por sí, se está dando mayor visibilidad a la violencia basada en género y a la intersección, porque muchas veces la violencia de género y la violencia hacia niños, niñas y adolescentes eran rutas paralelas”.
Pero, además, consideró que “hay una mayor intensidad de la violencia” en general. A su entender, “involucrar a los niños en escenarios más directos” –no sólo en casos de infanticidios sino también en aquellos en los que el femicidio ocurre frente a sus hijos, por ejemplo– es una muestra de eso. También lo demuestra el hecho de “matar a los niños para generarle sufrimiento a la mujer, es decir, para matarla en vida, para que cargue con esa culpa el resto de su vida”.
En el mismo sentido, Cúneo opinó que hubo un aumento de casos de violencia vicaria, un fenómeno que “se venía arrastrando ya desde hace un tiempo” y “que recién ahora lo estamos pudiendo visibilizar”. Una señal de que hay más casos y una mayor identificación es que “se han incrementado muchísimo los pedidos de ayuda” que recibe la Coordinadora de Feminismos, que fue una de las primeras organizaciones en ponerle nombre al problema en nuestro país.
Por su parte, Rostagnol se refirió al avance de grupos “antigénero” y “anti educación sexual” en las escuelas, algo que no explicaría por qué hay más violencia contra las infancias y adolescencias, pero que “forma parte de un contexto”. “Lo uno con los antigénero porque toda la movida de ‘A mis hijos no los tocan’ y contra la educación sexual en las escuelas está colocando a los hijos como propiedad de las familias y no como sujetos de derecho”, y “esto del hombre que mata a los hijos para castigar a la mujer va en la línea de que los niños son su propiedad”, reflexionó.
“Estar alerta”
Prevenir las situaciones de violencia vicaria requiere los mismos mecanismos que se necesitan para la prevención de otras manifestaciones de violencia, afirmó Cúneo. Para la activista, el primer paso es “empezar a hablar del tema” y poder identificarlo. El siguiente paso es pensar en conjunto cómo solucionarlo, por ejemplo, a través del fortalecimiento de las redes de apoyo entre mujeres y la denuncia de la Justicia como “cómplice de la violencia”. A su vez, señaló que es importante “mucha educación” y desplegar “acciones” desde los colectivos feministas, que “en su propio accionar sean demostrativas, enseñen y muestren lo que está pasando”.
Por su parte, Solari aseguró que para trabajar en la prevención en “contextos femicidas” –en los que “muchas veces” ya existe una situación previa de violencia hacia la mujer– lo primero es poder hacer una detección temprana, cuando aún es posible “intervenir de una manera que corte esta situación y genere mecanismos de protección para las mujeres”. “Lo otro tiene que ver con la mirada atenta, alerta, y la disponibilidad emocional para ver y escuchar lo que les pasa a los niños”, apuntó.
Solari sostuvo que es necesario “estar alerta en los lugares por los que transitan los niños: en el barrio, en el centro educativo, en la familia extendida”, y “ponernos a su altura, no mirar desde allá arriba y tratar de ver qué es lo que les está pasando”.