Muchas veces, al pensar en el fenómeno de la violencia basada en género, se nos vienen a la mente situaciones que conocemos a través de los medios de comunicación; cifras que difunde el Ministerio del Interior o el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) una vez al año; artículos y ensayos académicos que explican las tramas específicas; libros, investigaciones y teorías que ayudan a comprender las distintas aristas y dimensiones. En cambio, y sólo con la excepción de que alguien de nuestro entorno esté viviendo esa situación, es bastante más difícil tener la posibilidad de leer o escuchar en las voces de las propias víctimas cómo se viven esas violencias en primera persona. Cómo impactan en esas trayectorias de vida. Qué huellas dejan. Quiénes intervienen para ayudar. Quiénes deberían intervenir pero miran para otro lado. Cómo a veces, aunque no parezca, una salida es posible.

Ponerle nombre, voz y carne a estas historias es algo de lo que se propone el libro A flor de piel: rastros y relatos de violencia, resistencia y amor, coordinado por la trabajadora social y magíster en Políticas Públicas de Igualdad Andrea Tuana y la profesora de Literatura y magíster en Educación Paola Silva González. La publicación recoge los relatos y experiencias de siete personas que atravesaron distintas formas de violencia de género: violencia doméstica en el marco de la pareja, explotación sexual, abuso sexual en la infancia, trata, embarazo y maternidad forzados, e incluso el testimonio de dos hermanas que presenciaron el femicidio de su madre, que se consumó después de sistemáticos episodios de violencia física, psicológica y sexual por parte de su padre.

Son las historias de Alonzo, Sena, Pilar, Camila, Ángeles, Aurora e Isabel, que, vale aclarar, no son sus nombres reales, porque “no siempre es sencillo dimensionar cómo puede afectar el divulgar la historia de vida de una misma, y menos sencillo es dimensionar cómo eso puede impactar en quienes hacen parte de nuestra vida”, como dicen las coordinadoras en las primeras páginas del libro.

“Este libro surge por la angustia y la indignación que me provocó acompañar dos de los casos, y sentía la necesidad de que se tenía que hacer público, porque las respuestas institucionales tienen que cambiar, no pueden generar tanta injusticia, desprotección y opresión contra víctimas”, detalló Tuana a la diaria, y aseguró que “busca sensibilizar y poder generar algún movimiento en personas que ocupan lugares relevantes en los distintos servicios de atención por donde pasan muchas veces las víctimas”.

La experta consideró que la publicación “puede ser útil para las personas que trabajan todos los días con estas situaciones, que lo hacen a veces de una forma muy burocrática, y a veces los papeles te ayudan a distanciarte un poco de la profundidad de la historia de ese ser humano que está del otro lado”. En ese sentido, consideró que “poder leer estas historias siendo médico, ginecóloga, psicólogo, juez o abogado defensor te puede sensibilizar y te puede mostrar qué importante es el rol que ocupamos las y los profesionales cuando decidimos acompañar estas vidas y estos procesos, y cuánto daño y abuso de poder también podés generar estando en determinados lugares”.

A la vez, Tuana dijo que hay una intención de que el libro pueda “impactar en el sistema político, mostrando cómo las políticas públicas muchas veces generan efectos contrarios o hay unos vacíos enormes y dejamos a estas personas transitando por situaciones horribles de violencia institucional”. Un efecto deseado de poder exponer esto es que, justamente, se apunte a “transformar las respuestas de violencia institucional y empezar a trabajar en la prevención”.

Además de los testimonios, el libro incluye cuatro artículos que plantean algunos de los marcos teóricos para entender el fenómeno. Están escritos por profesionales especializadas en el tema, como la psicóloga Fabiana Condon, la socióloga Cristina Prego y la propia Tuana (integrantes de la asociación civil El Paso), la maestra Sandra Perroni (coordinadora del Servicio de Atención a Mujeres en Situación de Trata con Fines de Explotación Sexual de Inmujeres) y Carlos Merlo (psicólogo especializado en violencia hacia mujeres, niñas, niños y adolescentes, y magíster en Derechos de Infancia y Políticas Públicas).

A flor de piel fue editado por El Paso y Fesur, y tendrá su presentación oficial este viernes en el Palacio Legislativo, en una actividad que reunirá a activistas feministas, profesionales especialistas en violencia de género y también a representantes de distintos partidos políticos, con el objetivo de debatir sobre los desafíos en el abordaje de estas violencias.

Puntos en común

Los testimonios presentan relatos “sin rodeos, crudos, explícitos, dolorosos e indispensables para abrir el diálogo sobre la cultura del encubrimiento de la explotación sexual y la trata de personas, los llantos silenciosos de los abusos en las infancias y adolescencias, el sufrimiento y la violencia dentro de los hogares, el papel de la Justicia en estas trayectorias y cómo se despliegan las políticas públicas para atender estas situaciones”, sintetiza en el prólogo Dörte Wollrad, representante de Fesur en Uruguay.

Todas las historias refieren a trayectorias de vida impactadas por diferentes formas de violencia basada en género. Alonzo narra las consecuencias que tuvo que enfrentar al haber sido explotado sexualmente por hombres adultos desde sus 16 años. Sena, su hermana, comparte cómo fue su propia vivencia al convertirse en uno de los pilares fundamentales del joven que, según ella, “fue víctima del sistema y de una Justicia machista y patriarcal”.

Pilar, por su parte, relata distintos episodios de violencia física, psicológica y sexual por parte de su pareja, a quien conoció poco tiempo después de mudarse al País Vasco con su hijo. En tanto, Camila, que nació en Bolivia y hoy vive en Montevideo, narra las situaciones por las que pasó desde que se convirtió en víctima de trata a los 14 años, cuando su padrastro la “reclutó” y estableció los contactos para que transportara droga a otros países de la región. Ella reconoce que aceptó hacerlo porque vio ahí una “oportunidad” de escapar de los abusos sexuales sistemáticos que vivía por parte del mismo hombre adulto que la impulsó a convertirse en “mula”.

El libro también incluye –por separado– las entrevistas a Ángeles y Aurora, dos hermanas que presenciaron cómo el padre ejercía violencia física, psicológica y sexual contra su madre, a quien terminó asesinando. El séptimo testimonio es el de Isabel, cuya historia retrata un escenario complejo y crudo de abuso sexual infantil, ejercido por su padrastro, que incluyó embarazos adolescentes forzados y maternidad no deseada.

Para Tuana, pese a la diversidad de las situaciones descritas, todas las historias tienen puntos en común, más allá del evidente, que es que están atravesadas por la violencia. En ese sentido, dijo que las siete exponen “las relaciones de poder, el poder machista, el adultocentrismo, la injusticia, las desigualdades y, sobre todo, una sociedad que se resiste a visualizar y a entender que esto es una práctica lamentablemente muy presente”. “Se sigue pensando que esto es una excepción, y acá lo que queremos mostrar es que estos casos son emblemáticos, pero no son excepcionales, porque son parte de lo que les pasa a las niñas, niños y adolescentes y a las mujeres en Uruguay”, agregó la trabajadora social.

Otro elemento que a su entender está presente en todas las experiencias es la violencia institucional. “Una violencia institucional muy importante, desde el no ver, desde que las víctimas queden invisibles, como el caso de las hermanas, que nadie pudo ver que estaban viviendo cosas tremendas antes de llegar al femicidio de su madre”. En la misma línea mencionó el caso de Camila, que “fue encarcelada por mula, cuando en realidad era una adolescente utilizada por adultos, por redes de tráfico de drogas, y no hubo ningún miramiento con ella”.

Frente a estos escenarios, lo que las coordinadoras del libro quieren que quede plasmado es que “si hay una formación y una capacitación, si se incorpora este tema en la currícula de grado de las distintas profesiones, si se prioriza como un tema para trabajar en la comunidad, las vidas de muchas personas podrían ser bien distintas”, puntualizó Tuana. En paralelo, también pretenden mostrar cómo, “cuando hay una negligencia o una invisibilización, también hay una responsabilidad en la agudización del daño y de las violencias”.

Queda bien ilustrado en un fragmento del testimonio de Aurora: “Señala lo importante que hubiese sido para ella que la hubiesen escuchado, que hubiesen visto lo que como niña estaba viviendo. No sabe si la historia hubiese cambiado, pero destaca que una intervención oportuna tal vez hubiese hecho la diferencia”.

Sombras pero también luces

“En casi todos los relatos hubo una intención de demostrar que se puede salir, que por más que uno viva y transite por situaciones tan horribles, también hay una potencia de vida y una potencia que permite salir adelante y ser felices, porque muchos te cuentan que ellos hoy están felices y tienen proyectos”, enfatizó Tuana. Un ejemplo es el caso de Isabel, que después de haber atravesado un infierno pudo cumplir el sueño de empezar a estudiar en la Escuela Nacional de Enfermería. O lo que transmitió Pilar cuando dijo que compartir su historia, “lejos de generarle tristeza y angustia, es una forma de recordar todo lo que vivió e hizo para estar hoy feliz y tranquila en Uruguay junto a sus dos hijos”. También Aurora contó que su objetivo en este tiempo ha sido “construir una vida linda, más allá del tiempo que lleve”, y que siente que lo ha logrado. Manifestó estar convencida de que, “aunque cueste y sea duro, es posible encontrar una salida”.

Otro de los objetivos es mostrar a los profesionales que “la intervención profesional y especializada debe ser acompañada desde el amor y desde el afecto, y que eso es parte de los procesos de sanación”, aseguró Tuana, “porque no es posible pensar que en historias de vida de tanto dolor y de tanto trauma vos podés decir ‘bueno, nosotros te vamos a dar tratamiento por un año y después te vas para afuera’, como hacen, por ejemplo, las mutualistas”.

Por eso, agregó, el texto también “hace esa denuncia y la denuncia de las omisiones, de la violencia institucional, de las respuestas que, en definitiva, responden más a la falta de presupuesto y de inversión –porque no hay voluntad política– que a las necesidades reales que tienen las personas que pasan por esto”.