A Ângela Diniz, de 32 años, la mató su pareja el 30 de diciembre de 1976 en Buzios, Río de Janeiro, Brasil. Después de una discusión, le dio cuatro tiros en la cabeza. El caso tuvo una gran repercusión mediática por tratarse de una mujer de clase alta de Minas Gerais y conocida dentro del jet set brasileño. Lejos de condenar lo ocurrido, los medios se centraron en exponer aspectos de la vida personal de Diniz, sobre todo sus prácticas sexuales. Esta situación generó un enorme malestar en el movimiento de mujeres de Brasil, que se incrementó tras una entrevista al abogado del femicida, en la que sostuvo que el caso de su cliente era muy sencillo: la mujer era una adúltera y la mató por “legítima defensa del honor”.
Entre la multitud de televidentes que tuvo esa entrevista estaba la socióloga e historiadora argentina Dora Barrancos, que en ese momento tenía 36 años y estaba exiliada en ese país tras el golpe de Estado en Argentina el 24 de marzo de 1976. “Eso fue lo que me sacó de las casillas. Escucharlo, de algún modo, me desestructuró”, recordó Barrancos en entrevista con la diaria, y señaló que aún no puede evitar recordar la “soltura de cuerpo” con la que el abogado explicó la estrategia de la defensa de su cliente frente a las cámaras. Las movilizaciones feministas por este caso alcanzaron su momento culminante en 1979, cuando la Justicia condenó al asesino a dos años de prisión en suspenso y quedó inmediatamente en libertad. Unos años después, en 1981, gracias al impulso feminista, hubo un segundo juicio en el que el femicida fue condenado a 15 años de prisión.
Lo que ocurrió con el femicidio de Diniz fue para Barrancos “una revelación, un despertar”, que le permitió reconocerse feminista. Y aunque considera que este fue un momento clave en su vida, lo que realmente hizo fue ponerle un nombre a “algo” que siempre formó parte de su ser. “Siempre hubo en mi subjetividad, en mis posiciones, en mis actitudes y en mis conductas algo que prefiguraba el feminismo. Era muy independiente, muy cocorita y muy envalentonada; todas esas cuestiones que significan un cierto cauce de oposición a las circunstancias opresoras”, contó.
En la misma línea, destacó como un antecedente importante haber crecido en un hogar “hiperpolitizado” y “muy abierto”, “más allá de la persistencia de un deber ser” de su madre por su origen valdense. Barrancos también resaltó la influencia de su padre, un maestro rural que recuerda como una figura “profeminista”. Además, contó que desde niña su “mayor fruición”, y que jamás abandonó, ha sido “ganarles discusiones a los varones”. También tuvo un impacto importante en su trayectoria su militancia social y adhesión a la Juventud Peronista en 1968, cuando tenía 28 años.
“A mí me movían sobre todo la subalternancia sexual, la violencia sexual y la imposibilidad de que se otorgara a las mujeres el mismo derecho al deseo que a los varones. Esa era una incomodidad que, de alguna manera, me había ido acompañando. Una de las cosas que más me molestaban, incluso antes de definirme feminista, era cómo se deterioraba la moral de una mujer a propósito de las hazañas sexuales que contaban los compañeros que habían hecho con ellas. Una cosa gravísima”, contó a la diaria. Esto está directamente relacionado con una de sus primeras acciones como feminista. A inicios de la década del 80, con un grupo de feministas de Belo Horizonte, decidieron ir a las favelas a hablar de sexualidad con las mujeres. “No era tanto en el orden del patrocinio de no permitir la violencia, sino más que nada en el derecho a una sexualidad libre”, relató, y añadió: “Miro para atrás y digo ‘qué osadía’, porque en esa época estábamos apenas en el comienzo de la adhesión al movimiento, leyendo y tal. Y ahí nos metíamos como si fuéramos expertas sexólogas”.
Más allá de sus primeros pasos como militante feminista, para Barrancos consagrarse como tal significó el inicio de una intensa trayectoria académica y actividad pública y política comprometida con la defensa de los derechos de las mujeres en distintas áreas. Barrancos es licenciada en Sociología por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y doctora en Historia por la Universidad Estadual de Campinas, de San Pablo, Brasil. Actualmente se desempeña como docente universitaria en la UBA.
Es autora de más de una decena de libros, así como de numerosas investigaciones, ensayos y artículos académicos sobre la igualdad y equidad de género. Entre ellos, Historia y género (1993), Inclusión/exclusión. Historia con mujeres (2002), Las mujeres y sus luchas en la historia argentina (2006) y muchos más. Sus estudios sobre la historia de los feminismos en la región la ubican como una referente en la materia y por eso no es casualidad que el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) la haya convocado para la elaboración y reciente publicación del libro Mujeres movilizadas en América Latina, junto a la uruguaya radicada en México Ana Buquet, doctora en Sociología, magíster y licenciada en Psicología e investigadora titular del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Mujeres movilizadas
El libro recorre en poco más de 100 páginas algunos hitos de las luchas de mujeres en América Latina durante este siglo: el movimiento Ni Una Menos y la legalización del aborto en Argentina; las movilizaciones de mujeres estudiantes y el impacto que generó la performance del colectivo feminista Lastesis contra la violencia sexual en Chile; el movimiento Ele Não, protagonizado por las brasileñas contra Jair Bolsonaro y su campaña presidencial; y la “articulación transversal para la conquista del aborto” en Uruguay, por mencionar algunos. La publicación pertenece a la nueva colección del Clacso denominada “En movimiento” y puede leerse online o descargarse de forma gratuita en su sitio web.
“Si en el pasado nuestra bibliografía era muy eurocéntrica, muy Estados Unidos céntrica y demás, hoy las feministas del sur proyectamos sentidos para la resistencia de las mujeres del norte”.
La socióloga señaló que cuando le propusieron hacer el libro no dudó un segundo en aceptar. Luego de establecer una conexión con Buquet, entre ambas decidieron dividir el plano geográfico para que el abordaje fuera más sencillo y cada una se pudiera enfocar en su área de mayor conocimiento. Por esa razón, la académica uruguaya que vive en México desde hace décadas se encargó de ese país y de Centroamérica, mientras que la argentina profundizó en los países de América del Sur. Además de su amplio conocimiento en el tema, Barrancos reconoció que para la elaboración de este libro contó con la base de su trabajo anterior, Historia mínima de los feminismos en América Latina, publicado en 2020. De todas formas, quiso evitar repetirse, entonces le propuso a Buquet “refritar la última parte” de ese texto y centrarse en la historia reciente del movimiento feminista en la región en el siglo XXI.
Barrancos aborda de una forma muy amena y resumida la historia reciente de los feminismos en Argentina, Chile, Colombia, Brasil, Bolivia y Uruguay. En el apartado que refiere a nuestro país, la socióloga resalta las articulaciones entre organizaciones sociales, colectivos e instituciones en la lucha por la ley de interrupción voluntaria del embarazo, que el año pasado cumplió una década. En esa línea, destacó que esta conquista en Uruguay “fue un impulso impresionante” para la región. No obstante, consideró que nuestro país “tiene la ley que pudo tener dadas las condiciones” y “es muy probable que ahora tenga que haber alguna mejoría” en la normativa. “Me parece que Uruguay ahora merece un salto cuántico más, ahí habría que abandonar algunos dispositivos de la ley”, agregó, y planteó que considera que esto será posible “cuando cambie un poco más la cosa” y el país se asegure “otra rutina política”. “De todas maneras, no podemos dejar de señalar y agradecer el pionerismo transhistórico de Uruguay, también con la ley de aborto”, añadió.
Más allá de las particularidades que observó en cada país del Cono Sur y que menciona en el libro, la experta sostiene que todos los movimientos de mujeres de la región comparten algunos aspectos. En primer lugar, mencionó que “se preocupan sobre todo por el derrame popular”. “Nocionalmente han actuado para ese derrame. Hay algo de abandono del gueto feminista de las décadas de 1980 y 1990. Comparten una pulsión popular”, expresó Barrancos.
En segundo lugar, los feminismos de América del Sur tienen en común la “incorporación, ya inexcusable, de las diversidades sexogenéricas”, aunque en este punto hay algunas excepciones, y “hay algunas compañeras” que “se han sentido alcanzadas por una suerte de peligro de extinción de la condición de género mujer, algo que no se comprende”, comentó la socióloga. Por último, el tercer aspecto es que “tenemos muy poca fracción reaccionaria”. “No hay una teluria feminista neoliberal. Habrá algunas figuras que lo son, no voy a discutir su feminismo, pero la raigambre general expresa lo que [la historiadora británica] Karen Offen llamó ‘feminismos relacionales’; son feminismos que se apegan a una circunstancia contextual social y política que no deteriore los términos de equidad social”.
De hecho, en la introducción del libro las autoras expresan: “En Latinoamérica nunca se había visto al feminismo como un verdadero movimiento de masas, en el que las mujeres salen a las calles, toman las plazas y las avenidas de manera simultánea en distintas ciudades de los países de la región, tal como está ocurriendo en el actual siglo”. Y agregan: “Se asiste a formas ampliadas de feminismos, a un despliegue inédito de las adhesiones, con participación dominante de mujeres de las edades más jóvenes, lo que originó por primera vez en la historia un acontecimiento de masas”.
Estos aspectos en común son los que hacen que Barrancos rechace con firmeza la idea de que el movimiento feminista está debilitado o que ha adquirido una postura más lejana a una proyección colectiva. “No, para nada; yo encuentro un movimiento justamente tan fortalecido cuyo dato inexcusable es que el movimiento social más fortalecido en América Latina es el de las mujeres, se digan o no feministas en un sentido muy estricto”, manifestó la autora.
Asimismo, planteó que es “la primera vez que hay reversa del significado de la hegemonía” y explicó que, “si en el pasado nuestra bibliografía era muy eurocéntrica, muy Estados Unidos céntrica y demás, hoy las feministas del sur proyectamos sentidos para la resistencia de las mujeres del norte”. “Eso es notable, yo no sé cómo no se ve”, agregó. A modo de ejemplo, mencionó que el año pasado tuvo “por lo menos” cuatro o cinco trabajos a través de plataformas digitales con colegas estadounidenses que, aunque generalmente están vinculadas a la academia, “tienen un compromiso de derrame fuera del ámbito académico, que no es tan típico de Estados Unidos”, en “orden de preservar los derechos y reconquistar derechos que están siendo avasallados”, y que le preguntan cómo se gestaron algunas movilizaciones en América Latina.
“Estamos frente a una situación inédita. Hay que tener mucha confianza, sobre todo, en la vanguardia que están haciendo las jóvenes sub 20, ampliado a las sub 30, que tienen un plegamiento al feminismo casi ínsito. Es enorme eso”, expresó Barrancos. Y agregó: “No hay que desalentarse. Es cierto que soy una figura que no va a abdicar de la idea del optimismo de la voluntad. Como estoy vieja, mi único cometido ahora es apostar al optimismo, apostar con optimismo. No nos apeguemos a ninguna malaria depresiva pesimista; el positivismo es reaccionario”.
Mujeres movilizadas en América Latina, de Dora Barrancos y Ana Buquet. 101 páginas. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2022.