Un mapeo rápido por el continente pone en evidencia que, en los últimos años, se multiplicó el número de iniciativas que buscan negarles o quitarles derechos a las personas trans. Se trata de proyectos de ley que pretenden, por ejemplo, restringir el acceso de infancias y adolescencias trans a tratamientos de reafirmación de género, o prohibir qué baños y qué pronombres pueden utilizar en las escuelas. Detrás de esta ofensiva antiderechos hay sectores ultraconservadores y de extrema derecha, muchas veces con vínculos religiosos, que impulsan estas propuestas con el argumento de que quieren “proteger” a las niñas, niños y adolescentes de la mal llamada “ideología de género”.

En ese paraguas conceptual incluyen otros objetivos a derribar, como la educación sexual integral en los centros de enseñanza, el uso del lenguaje inclusivo o el derecho al aborto legal y seguro. Si bien los frentes son múltiples, el motivo es el mismo y tiene que ver con el intento de perpetuar los valores de una sociedad patriarcal, capitalista, binaria y heteronormada, basada en la idea de “familia tradicional”, en donde las mujeres, disidencias e infancias no tengan derecho a decidir.

Este año, el ejemplo más emblemático del avance antitrans es Estados Unidos: según el sitio web Trans Legislation Tracker, en lo que va de 2023 se presentaron 568 proyectos de ley antitrans en todo el país. De ese total, 83 fueron aprobados. La mayoría estuvieron impulsados por el Partido Republicano y apoyados por organizaciones conservadoras y cristianas, de acuerdo con la información de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles.

Sólo por citar algunos ejemplos, en Texas y en Nebraska se aprobaron leyes que prohíben a profesionales de la salud recetar bloqueadores hormonales o realizar cirugías de reafirmación de género a niñas, niños y adolescentes. En Kentucky, el Congreso estatal dio luz verde a un proyecto que también prohíbe que las niñeces y adolescencias trans puedan acceder a tratamientos de afirmación de género y, además, en el ámbito educativo, restringe qué baños y qué casilleros pueden utilizar, prohíbe la discusión sobre orientación sexual e identidad de género en las clases, y permite que docentes puedan negarse a utilizar los nombres y pronombres que elijan sus estudiantes trans. En tanto, en Florida, el gobernador Ron DeSantis aprobó con una sola firma un paquete de leyes que incluye restricciones a los tratamientos de afirmación de género para niñeces y adolescencias, los espectáculos drag, el uso de los baños y qué pronombres se pueden usar en la escuela.

La arremetida antitrans también llegó a otros rincones del continente. En América Latina, se promovieron iniciativas concretas en países como México, Guatemala o Bolivia, aunque el fenómeno es más visible en Brasil, donde sólo en los primeros tres meses de 2023 se presentaron 69 proyectos de ley antitrans a nivel federal, estatal o municipal, según un relevamiento del periódico Folha de São Paulo publicado a fines de marzo. Más de la mitad de las propuestas (54%) fueron presentadas por el Partido Liberal del expresidente Jair Bolsonaro.

No es novedad que las personas LGBTI+ conforman una de las poblaciones históricamente más vulneradas y discriminadas. Sin embargo, esta nueva ofensiva antiderechos apunta a un blanco específico. ¿Por qué las personas trans? Y ¿por qué ahora? Académicas especializadas en género, sexualidad y diversidad lo analizaron con la diaria.

“Sólo con nuestra existencia cuestionamos todo”

Entonces, ¿por qué el ensañamiento de los grupos antiderechos con las identidades trans? ¿Qué es lo que interpelan? ¿Por qué incomodan tanto? ¿Qué es lo que ponen en evidencia?

“Nuestra mera existencia genera más odio y más violencia, y eso tiene una explicación sociológica”, respondió la socióloga y activista trans Nahia Mauri, en diálogo con la diaria. “Tiene que ver con que, sólo con nuestra identidad y nuestra existencia, cuestionamos todo un sistema social, que es el patriarcado, que se caracteriza en su pilar por ser un sistema de imposición binaria”, profundizó.

Para la socióloga, esto “genera muchos movimientos en la gente”, como “miedos, prejuicios e incertidumbre”, porque “rompe un esquema cultural que tenemos muy naturalizado” en “una sociedad patriarcal donde, para existir, primero se tiene que generar esa clasificación binaria en las personas para después crear jerarquías y divisiones sociales en las tareas, las profesiones y hasta en las formas de expresarse”. En ese escenario, cualquier persona que lo cuestione “está mal, te dicen que estás enfermo, que sos moralmente reprochable, que tenés que seguir ese esquema porque parece que fuera la naturaleza que lo determinó así, cuando en realidad sabemos que es la cultura y la sociedad”.

La antropóloga social Mercedes Oyhantcabal, que actualmente investiga sobre sexualidad en el contexto de avanzada conservadora para su trabajo de doctorado, asegura que, en definitiva, las personas trans “condensan muchos de los elementos contra los que estos grupos se oponen”. En su batalla contra la “ideología de género”, “se oponen a un montón de cosas, claramente a muchos planteos de los feminismos, de las disidencias sexuales, de derechos sexuales y reproductivos, pero las personas trans les sirven para ilustrar en particular su oposición a la desnaturalización del orden sexual”, explicó a la diaria.

En ese sentido, dijo que, desde la perspectiva ultraconservadora, “las personas trans nacen con un sexo y van contra ese sexo, entonces están atentando contra la naturaleza, contra lo dado, contra la creación divina y también contra la ciencia”. Así, “ponen en cuestión la autoridad divina, es decir, se pasa de una idea del ‘Dios me crea’, ‘la ciencia me crea’ o ‘la naturaleza me crea’, a ‘yo me creo’, ‘yo me invento’, ‘yo tengo autonomía sobre mí, sobre mi subjetividad, sobre mi cuerpo’”. Entonces, de cierta forma, “lo que están haciendo también estos grupos es quitarles el poder a las personas de autodefinirse, de controlar su vida, su cuerpo, su subjetividad”, apuntó Oyhantcabal.

Por otra parte, la académica aseguró que “la figura trans opera como un generador de pánico moral para seguir manteniendo una agenda que lo que quiere es controlar un orden social muy particular, que es capitalista, heteronormado, patriarcal, racista”. “Hay una clara necesidad de seguir manteniendo el control y la vigilancia sobre los cuerpos feminizados –mujeres, personas trans, personas racializadas e infancias–, como una forma de mantener ese orden social, porque controlar la sexualidad, el cuerpo, la reproducción de las personas, es controlar todo el orden social”, puntualizó.

La filósofa Andrea Carriquiry también considera que los movimientos antiderechos rechazan “todo el paquete” vinculado a feminismos y diversidad, pero encuentran en las personas trans una especie de “punta del iceberg”, “la gota que desborda el vaso”, un “hasta acá llegamos”. Además, la “bandera antitrans” es “políticamente fácil de transmitir, tiene llegada”, señaló a la diaria la docente, que está trabajando estos temas en el marco de una línea de investigación sobre movimientos y discursos antigénero del Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas de la Universidad de la República, actualmente como docente de esa casa de estudios en régimen de dedicación total.

“Hay una reemergencia conservadora muy fuerte que ha construido en todo este tiempo nuevas estrategias y prácticas discursivas a fin de evitar esa propagación de conquistas de derechos y el objetivo final de estos grupos claramente es mantener naturalizada la desigualdad de género”, reflexionó Oyhantcabal. Esto implica “mantener incuestionado el binarismo”, es decir, la idea de que “hay dos sexos –y dos sexos, además, desiguales jerárquicamente–, y el relacionamiento heterosexual y monogámico como la base de la pareja y de la familia tradicional”.

¿Por qué ahora?

Para Oyhantcabal, la embestida contra los derechos de las personas trans surge en este momento histórico porque ha habido “un reconocimiento muy fuerte de los derechos en clave de género y de derechos sexuales y reproductivos, que puso en cuestión algunos pilares de este statu quo o de esta estructura social más capitalista, patriarcal, cisheteronormada, racista, que es muy funcional a los sectores conservadores”.

Según su visión, antes, estos sectores se abocaban más a temas como la raza y la clase, porque “eran los que estaban más en disputa en la mitad del siglo XX”. Sin embargo, hoy en día, el género, la sexualidad y la reproducción “se han tornado temas muy medulares socialmente, son temas de disputa y donde se han evidenciado las opresiones, las estructuras, las jerarquías, las desigualdades que operan, que antes estaban más naturalizadas”.

En un sentido similar, Mauri consideró que estos sectores “son conscientes de que el hecho de que ciertos grupos sean integrados en pie de igualdad implica que ellos pierdan sus privilegios” y eso también “genera mucha rabia y resentimiento”. La socióloga afirmó que esta es la base de los discursos de odio que muchas veces “son llevados a la práctica por ciertas personas que terminan cometiendo desde golpizas hasta asesinatos”. “Esto pasa no muy lejos de acá: en nuestro país ha habido recientes casos de violencia transodiante en contra de mujeres trans en algunos departamentos y justamente son la expresión de esos discursos de odio que son una reacción a estos avances en derechos”, resaltó.

Para ella, otra de las dimensiones tiene que ver con los “miedos” que genera “esta nueva sociedad más diversa, más plural, más globalizada, que hacen que haya gente que se refugie en cosas que son del siglo XX o más atrás”. “Estamos en plena posmodernidad, donde todo se vuelve líquido, entonces la gente también busca un arraigo y un enraizamiento en identidades que ahora se están viendo cuestionadas, que reconocen nuevas formas de ser, de amar y de estar en el mundo, lo que les genera también inseguridades y miedos, porque no era el mundo que había hace unas décadas atrás”, consideró la académica.

Una de las expresiones de eso es que haya personas que “terminen por adscribirse a estos sectores que impulsan formas muy rígidas y anticuadas de lo social”, puntualizó. Y agregó que, en ese deseo de “vuelta al pasado”, quieren “volver a esa cosa totalmente binaria, heteronormada, antitrans y estereotipada de cómo tiene que ser la vida de las personas en materia de género, que hoy en día es más libre, aunque ellos no lo quieran admitir”.

Por su parte, Carriquiry consideró que la razón principal del surgimiento de estos grupos es “la incertidumbre económica”, que “contribuye a un terreno fértil para este tipo de posturas que buscan rígidamente una vuelta atrás a la seguridad”. A su entender, “en un mundo económicamente más estable, este tipo de discurso no hubiera tenido tanta llegada”. “Estamos arrasados por fuerzas económicas muy poderosas sobre las que tenemos poquísimo control, entonces, por lo menos en esto, que yo me puedo manifestar, voy a tratar de rechazar estos cambios que me producen mucha incertidumbre y mucha desestabilización’”, explicó la filósofa.

Oyhantcabal advirtió que si bien en determinado momento esta embestida antiderechos fue “reactiva” o podía interpretarse en términos de backlash, “ahora es totalmente propositiva”, en tanto estos sectores “tienen una agenda que está proponiendo leyes” e incluso “están llegando al poder”. “Si lo pensamos sólo como reacción, no visualizamos que hay un montón de cosas que ya están proponiendo, que están a la ofensiva, que están yendo para adelante”, apuntó. Y alertó: “Ahora nosotras somos las que estamos intentando ver cómo reaccionamos a eso”.