Un grupo de personas debate en Facebook sobre las leyes de género a los pies de una publicación que dice: “Basta de denuncias falsas por la Ley 19.580”. En su página web, Varones Unidos (VU) comparte artículos sobre “feminidad tóxica”, “ideología de género” y otros contenidos misóginos y antifeministas, que replican en su Instagram con memes. En Tiktok, un joven afirma a otros que su “masculinidad fuerte” se sostiene en un cuerpo musculoso y una montaña de dinero. En otro rincón de internet, varones comparten fotos de mujeres para obtener sus datos. Al mismo tiempo, en grupos de Telegram, otros miles conversan sobre qué drogas usar para sedar a las mujeres con el objetivo de violarlas.
Todo esto ocurre en la llamada “manosfera”, “un conglomerado de subculturas digitales misóginas que se caracterizan por el uso de un discurso masculinista y antifeminista”, explicó a la diaria la socióloga e investigadora española Silvia Díaz, coautora de la investigación Jóvenes en la manosfera: influencia de la misoginia digital en la percepción que tienen los jóvenes de la violencia sexual (2022). El término viene de la unión de las palabras en inglés man (hombre) y sphere (esfera), pero también se conoce como “androsfera”, “machosfera” o “fachosfera”, detalló Díaz.
Las subculturas
En la manosfera cohabitan distintas subculturas. Entre las más conocidas está el Movimiento por los Derechos de los Hombres (MRA, por sus siglas en inglés), integrado por varones y mujeres que quieren cambiar las leyes de género. Su causa principal es la defensa de los varones víctimas de supuestas denuncias falsas y en juicio por la tenencia de sus hijas e hijos.
También están los gurús de la seducción que se dedican a compartir y, en muchos casos, a monetizar contenido para seducir mujeres. Elaboran guías como “los diez pasos para la seducción y así tendrás sexo al final de la noche o así por fin tendrás una novia”, ejemplificó la socióloga.
Otro grupo es el de los “célibes involuntarios”, más conocidos como “incels”. Se trata de varones que no tienen sexo, pero no por decisión propia, sino porque, según ellos, “las mujeres les negamos el sexo sistemáticamente por cuestiones de apariencia o falta de dinero”, explicó la investigadora. “La idea que se reproduce en estos círculos es la de que las mujeres estamos programadas por parámetros biologicistas según los cuales buscamos, por un lado, reproducirnos con los hombres más atractivos y, por otro lado, seguridad económica”, señaló.
Esta idea, conocida como “hipergamia”, es compartida por muchos grupos de la manosfera. Sin embargo, en el caso de los incels, hay una “personalización” del odio hacia las mujeres, a quienes consideran responsables de su “fracaso”. En cambio, los Hombres que Siguen su Propio Camino (MGTOW, por sus siglas en inglés) sostienen que no se puede culpar a las mujeres por su propia naturaleza y optan por apartarse de la sociedad “corrupta y ginocentrista”. Su misoginia no tiene interés monetario ni social, sólo eligen vivir al margen.
Luego, están los influencers masculinistas o antifeministas, principalmente en redes como Instagram y Tiktok, pero también en X. Son personas individuales con un discurso que combina el éxito personal con la cultura fitness y mensajes políticos neoliberales: “Se alejan un poco de la ideología más persistente de la manosfera para adoptar narrativas más vinculadas al esfuerzo masculino, los gym bros, hacer 500 pushups y ganar miles de dólares al mes para ser un hombre de valor”.
¿Qué hacen los varones en la manosfera?
Intercambiar experiencias personales, sobre todo con mujeres, y debatir sobre distintas cuestiones vinculadas al género son algunas de las cosas que los varones hacen en la manosfera. Sin embargo, su principal objetivo es buscar redes de apoyo, encontrar consuelo y empatía, y generar vínculos de amistad en torno a sus sentimientos de frustración, rabia, soledad y desorientación.
Díaz explicó que el ingreso de los varones a la manosfera, generalmente, sigue un “proceso”: la mayoría entra buscando información sobre cómo interactuar con mujeres desde un lado sexoafectivo, donde se encuentran con “mensajes misóginos, pero no extremos” y, poco a poco, se van a adentrando en grupos más estructurados que se ajusten a su perfil.
“Entran buscando a alguien que les ayude a navegar la preadolescencia, la adolescencia o la adultez, porque se sienten un poco perdidos. La forma en que fueron socializados no encaja con las expectativas actuales y dicen: ‘¿Qué hago ahora? Voy a internet’”, señaló la socióloga. Otros llegan a estos espacios para aliviar el “malestar” que genera vivir en una “sociedad tan atomizada, individualista, neoliberal y precarizada”, agregó.
Si bien no todos llegan a estos grupos directamente para odiar a las mujeres, la experta apuntó que en “ningún sitio de la manosfera” una persona o un grupo va a plantear que “si esto les está pasando a tantos hombres, habría que mirar un poco hacia dentro y hacer un ejercicio de introspección”.
Ejes ideológicos y vinculación política
Más allá de la diversidad de las comunidades manosféricas, todas comparten algunos ejes ideológicos. Uno es la idea de “pérdida de derechos”, vinculada al cuestionamiento del rol masculino tradicional y su supuesto “desmantelamiento”. Muy unido a este punto está el siguiente pilar: el “sufrimiento” y el “victimismo masculino”, y, con eso, la búsqueda de culpables, que para estos grupos es muy evidente: las feministas y quienes promueven la agenda de derechos.
La socióloga señaló que este victimismo se refuerza con la creencia de que la sociedad es “ginocentrista” –es decir, favorece a las mujeres en detrimento de los varones– y está estructurada por una “jerarquía sociosexual” que “crea una estratificación entre los hombres por dinero, estatus, apariencia”. Según esta perspectiva, sólo los más atractivos según la heteronorma y los que tienen mayores ingresos “tienen acceso sexual y romántico a las mujeres”.
Uno de los aspectos más importantes que destacó Díaz y que, en diálogo con la diaria, apoyó el antropólogo Pablo Camacho, investigador de la Universidad de la República, es la unión de muchos de estos grupos y personalidades de internet con organizaciones, colectivos sociales y partidos políticos de derecha y extrema derecha. Estas subculturas comparten los discursos de líderes conservadores como los presidentes de Estados Unidos y Argentina, Donald Trump y Javier Milei, respectivamente, y apoyan cualquier iniciativa contraria a las leyes de género y que promueven los derechos de la comunidad LGBTI+.
También mantienen un vínculo ideológico con otras figuras públicas con una impronta neoliberal y antiizquierda, como el empresario Elon Musk, los argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez, e influencers misóginos y de extrema derecha mundialmente conocidos, como Andrew Tate, Nick Fuentes, Amadeo Lladós, entre otros.
Vinculación política y la “batalla cultural”
En el marco de su investigación, en 2019, Díaz y su colega Elisa García Mingo observaron ciertos “guiños” entre personalidades y grupos de la manosfera con el partido ultraderechista español Vox, aunque en ese momento no se identificaban como votantes o aliados. Con el tiempo, esa sinergia se consolidó, aseguró la experta.
En la política, las comunidades manosféricas encontraron el camino para “desmantelar políticas feministas”. No sólo acompañan las propuestas de partidos políticos, sino que comenzaron a crear sus propios grupos políticos. En el caso de España, el mediático antifeminista Alvise Pérez creó el partido Se Acabó La Fiesta (SALF) –en referencia a la “fiesta feminista”–, que obtuvo tres eurodiputados en las elecciones al Parlamento Europeo de 2024.
Además, a través de sus vínculos políticos pueden disputar “guerras culturales”, señaló Díaz. A modo de ejemplo, mencionó que en una municipalidad en España, Vox vetó una obra de Virginia Woolf por tener contenido sobre homosexualidad y en otra se prohibió la película Lightyear por mostrar un beso entre dos mujeres. “Entonces, ves que la manosfera no se queda en entornos digitales de cuatro hombres que se pasan la mano, lloran y odian juntos. Se están politizando”, expresó.
Violencia dentro y fuera de la virtualidad
Los discursos de odio, misoginia y antifeministas de las comunidades manosféricas buscan, entre otras cosas, perpetuar estereotipos de género, así como banalizar y legitimar la violencia machista. Y lo logran con éxito. Además, alientan diferentes formas de violencia de género digital que llegan a constituir delitos; en los casos más extremos, incluso abusos y violaciones sexuales.
Dentro de la manosfera existen sitios de internet donde varones de distintos países comparten fotos de mujeres sin consentimiento, muchas con contenido sexual robadas de cuentas en OnlyFans. También publican fotos de adolescentes y mujeres en la calle, gimnasios, transporte público y comentan en dónde las vieron y a qué hora, para que otros los ayuden a encontrar sus datos y poder localizarlas. “Nunca se aclara con qué objetivo”, sostuvo Díaz, aunque advirtió que esto puede derivar en múltiples tipos de agresiones hacia mujeres.
La violencia de la manosfera no se circunscribe a los márgenes de redes sociales, webs, foros y blogs de internet. Hay grupos de varones que se organizan o comparten consejos para cometer otros delitos sexuales. Así fue cómo Dominique Pelicot contactó a decenas de hombres para que, como él hacía, violaran a su exesposa mientras estaba sedada. Lamentablemente, este no es un caso aislado.
En Alemania, dos periodistas descubrieron una red de violadores en Telegram. Isabell Beer y Isabel Ströh se infiltraron durante un año en distintos grupos integrados por alrededor de 70.000 varones. Allí, varones de distintos países intercambiaban “tips” sobre qué drogas usar y cómo conseguirlas para drogar y abusar o violar a sus parejas, amigas, madres, hermanas, hijas u otras mujeres de su entorno. También compartían fotos y videos de las agresiones sexuales que cometían y otros delitos como contenido pornográfico producido y difundido sin el consentimiento de las mujeres.
En diálogo con la diaria, las periodistas destacaron que una de las cosas que más les impactó de la investigación fue el deseo de estos hombres de agredir a mujeres que conocen. “Cuando vas a un club, vigilas tu bebida, pero ¿quién hace eso en casa? No piensas que algo así pueda pasarte porque confías en esas personas. Pero ellos mismos decían abiertamente que aprovechan esa confianza para violarlas, porque nadie se imagina que hagan algo así”, sostuvo Beer.
Por su parte, Ströh destacó cómo los varones se alentaban unos a otros a cometer delitos y cómo banalizaban la violencia hacia las mujeres. “A veces, en las conversaciones, uno comentaba, por ejemplo, ‘feliz año nuevo’ y el siguiente escribía junto a una foto: ‘Esta es mi esposa, ¿cómo puedo violarla?’”.
¿Qué pasa en Uruguay?
Si bien se habla de manosfera como si fuese una gran masa homogénea, lo cierto es que existen muchas y cada una tiene su marca “territorial”, más allá de compartir los rasgos ideológicos antes mencionados, sostuvo Camacho. Hay una manosfera de cada región e incluso de cada país. Y sí, existe una manosfera uruguaya, aunque no existen investigaciones específicas ni se percibe como algo incipiente.
Las comunidades manosféricas surgen en América Latina con Laje como gran artífice y otras figuras conocidas en redes sociales con un discurso antifeminista, antiizquierda y “muy vinculados a la extrema derecha”, señaló el antropólogo. A su vez, aclaró que aquí las comunidades manosféricas son “grupos pequeños” o “personas individuales”.
En Uruguay, estos grupos comenzaron a aparecer cerca de 2015. Entre los más conocidos, Camacho destacó a VU, que comenzó a gestarse y difundir su discurso a través de Facebook y X, desde donde “empieza a militar políticamente un mensaje hostil hacia las mujeres y de oposición clara al feminismo”.
Camacho investigó a este grupo para su tesis ¿Nada que decir, nada que preguntar? Reflexiones etico-metodológicas sobre las relaciones de campo en el trabajo con un grupo de reacción, publicada en 2020. Según el experto, VU está integrado por varones de entre 14 y 30 años, con diferentes posiciones sobre la masculinidad, pero con la misoginia, el conservadurismo y el antifeminismo como factor común. Además, aunque el “lugar de acción” es Uruguay, hay personas de distintos países a los que llegaron a través de redes sociales.
Para el investigador, un momento de “quiebre” en nuestro país fue en 2018 cuando Laje vino a presentar su libro El libro negro de la nueva izquierda: ideología de género o subversión cultural y VU hizo su primera aparición pública. “A partir de allí, comienzan a estar presentes físicamente y aliarse con otros grupos, como Con mis Hijos no te Metas, entre otros”, añadió.
Sin embargo, VU no es el único grupo que existe. También está la organización Familias Unidas por Nuestros Hijos, Stop Abuso y Movimiento Uruguay Soberano, liderado por el abogado Hoenir Sarthou, señaló Camacho. A su vez, aclaró que más allá de los referentes locales, las redes sociales habilitan que lleguen mensajes de distintas partes del mundo.
Hackear la manosfera
El panorama no parece favorable, pero existen mecanismos para hackear la manosfera e intentar detener su rápida evolución. Para la socióloga española, el primer recurso es “empezar a formar en emociones y empatía desde la escuela”. “Es necesaria una educación que ayude a las personas jóvenes a entenderse mejor y que recurrir a la violencia no esté entre las primeras opciones que se les pasa por la cabeza”, agregó.
El segundo punto es “formar al cuerpo judicial” y que las juezas y los jueces puedan “entender qué es la violencia de género digital y sus repercusiones en la vida de las mujeres”.
Por último, Díaz mencionó la necesidad de que los feminismos desarrollen “nuevas herramientas” de comunicación más efectiva y atractiva para los varones, sobre todo para los jóvenes: “Hay que revisar el tono, el formato y qué estrategias queremos emplear para acercarnos a esta población, para que puedan ver cómo la violencia patriarcal nos afecta a nosotras, pero también a ellos, y puedan empatizar con nuestra causa”.