Por primera vez en la historia, la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) incluirá en la currícula de la carrera una unidad temática que abordará la atención a la salud de la población LGBTI+. Hasta ahora, la única opción de formación en la temática era la materia optativa Salud y Diversidad Sexual, dirigida a estudiantes y egresados de esa y otras carreras vinculadas a la salud, que desde 2013 coordinan esa casa de estudios, el colectivo Ovejas Negras, el Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa) y la Facultad de Psicología. Además, desde el año pasado está disponible el mismo curso en formato virtual en la plataforma del Campus de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Pero se trata de cursos electivos. El nuevo paso implica que, de ahora en más, las y los estudiantes de Medicina, específicamente, contarán con esta formación de manera obligatoria antes de recibirse.

La materia aparece en la currícula de 6º año con el título “Diversidad sexual y salud. Introducción a la atención integral centrada en las necesidades de la población LGBTIQ”, y lo que busca es “comprender los conceptos fundamentales”; “conocer el marco normativo”; “sensibilizar sobre la importancia de un abordaje respetuoso, inclusivo y libre de discriminación hacia esta población en el ámbito de la salud”, e “identificar algunos de los principales problemas de salud específicos que pueden afectar a la población de la diversidad sexual”, según señala el programa.

Con esta medida, se cristaliza “un deseo colectivo de hace muchos años”, dijo en diálogo con la diaria Daniel Turco Márquez, médico de Medicina Familiar y Comunitaria especializado en atención a la salud de la población LGBTI+ y docente referente de esta nueva unidad curricular, que lleva adelante junto con sus colegas Facundo Taboada y Lucía Antúnez. El profesional resaltó la importancia de que las futuras médicas y médicos “adquieran estos nuevos conocimientos en el medio de su desempeño”, en particular cuando “están terminando la carrera”, porque “en breve van a estar distribuidos en el territorio y van a poder abordar los temas más prevalentes”.

Insistió con que tener esta formación lo que hace, en definitiva, es contribuir a “mejorar el acceso a los servicios de salud de personas que encuentran muchas barreras”, pero también la calidad de la atención, porque “no hay una salud de calidad si no tiene una perspectiva de derechos humanos, y la perspectiva de derechos humanos integra la perspectiva de diversidad sexual”.

Además, responde a una demanda que viene en aumento, como muestran las inscripciones a la optativa, que “todos los años se desborda de gente”, detalló Márquez. Agregó que son conocimientos que “no pueden estar librados al interés” de cada estudiante o profesional, porque apuntan al abordaje de personas que padecen “el doble de depresión, el doble de ansiedad, una expectativa de vida de entre 35 y 40 años si hablamos en específico de las personas trans”. A esto se suman “las barreras de acceso al sistema de salud, que es bastante heteronormativo”, en tanto “muchas veces se asume que la persona que tenés del otro lado es una persona cisgénero heterosexual”, lo que deriva en que “mucha gente se va con una consejería o una intervención que no es adecuada para esa persona, y eso también la aleja del sistema de salud”, apuntó el docente.

La unidad curricular sobre salud y diversidad ya empezó a dictarse la semana pasada y, según Márquez, lo que se empieza a generar en las y los estudiantes es “muy gratificante”, porque se nota “mucha necesidad de adquirir estos conocimientos”. Para el médico, algo a remarcar es que son contenidos que “se preguntan en el parcial y en el examen como cualquier otra unidad temática”, lo que “jerarquiza el tema, porque una cosa es que sea opcional y no se pregunte, otra cosa que sea abierto, y otra cosa que esté estructurado, con objetivos, metodología y que sea evaluado”.

Cuando la atención en salud no tiene perspectiva de diversidad

Camila llega al consultorio porque quiere hacerse un chequeo general que le pidieron en el trabajo. La doctora le pregunta si tiene alguna patología, ella dice que no, y enseguida le consulta desde cuándo no se hace un papanicolau (PAP). Camila le responde: “¿Cómo? PAP no. Soy una mujer trans”. La profesional queda en silencio unos segundos, le pide disculpas, aclara la garganta, titubea, mira la pantalla de la computadora y empieza a hacerle preguntas entreveradas. Finalmente, reconoce que no sabe cómo atender sus necesidades y la deriva con “un colega que trata muy bien estos casos”.

La escena es ficticia y aparece en un video que se hizo hace algunos años para un curso con el fin de problematizar algunas situaciones que pueden darse en una consulta con una persona trans cuando el personal médico no está formado. Es ficticia, pero podría ser real.

“En el mejor de los casos, lo que hacen [los profesionales que no tienen formación en diversidad] es una referencia a un centro especializado, algo que implica gastos para el paciente, traslados, irse de la zona habitual donde se acompañan sus otras situaciones de salud, y en esto lo simbólico es muy fuerte, porque te acompaño en las otras situaciones, pero en diversidad sexual no”, señaló Márquez. En el peor de los casos, el desconocimiento puede llevar directamente a un diagnóstico, una consejería o un tratamiento equivocado.

El profesional se refirió a los problemas que puede generar que la consejería médica no se adapte a la orientación sexual de la persona. Como ejemplo dijo que “es muy frecuente que una mujer lesbiana se vaya de una consulta con una indicación de métodos anticonceptivos que pueden no estar adaptados a su realidad, porque se asume que es heterosexual”. Otro “problema frecuente” en el sistema de salud es no validar “otros tipos de familias”. “Tenemos pacientes que son dos papás que cuidan y acompañan a su hijo, y a veces se hacen preguntas que generan daño, como ‘¿dónde está la mujer en esta familia?’”, ilustró Márquez.

El docente también mencionó como “prevalentes” los “problemas vinculados a trayectorias muy cargadas de odio y discriminación que repercuten en la salud mental” de las personas LGBTI+ y los riesgos cuando pacientes llegan con las consecuencias de “la inyección de productos tóxicos, como silicona industrial o aceite de avión”.

Esto lleva a otro tema que para el especialista es “medular”, que tiene que ver con cómo la formación en diversidad también contribuye a que “el sistema formal [de salud] le gane al sistema clandestino”. “Cuanto más cerrado está el sistema de salud, más abierto está el sistema clandestino. Entonces, cuando las personas que, por encontrarse con un sistema de salud cerrado, tienen que recurrir a hormonas de frontera, a productos tóxicos, como silicona industrial o aceite de avión, encuentran a profesionales capacitados, es claramente una guerra contra el mercado clandestino”, puntualizó.

Otro hito en un largo proceso para la formación en salud y diversidad

La inclusión de la materia sobre diversidad sexual en la currícula de Medicina es el último mojón de un recorrido que empezó en 2009 y se sostuvo todos estos años gracias al esfuerzo de una alianza interinstitucional entre el Ministerio de Salud Pública (MSP), la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), las facultades de Medicina y Psicología de la Udelar, el Unfpa y Ovejas Negras.

Fue la sociedad civil, reunida en una mesa de diversidad que se desarrollaba en la órbita de la Intendencia de Montevideo, la que en 2009 dio el puntapié inicial al solicitar al MSP que se tomaran acciones para erradicar “muchas barreras” que había en la atención a la salud de las personas “en función de su orientación sexual o su identidad de género”, que “atentaban contra el ejercicio del derecho a la salud”, repasó con la diaria Valeria Ramos, oficial de Programa en Salud Sexual y Reproductiva del Unfpa. La respuesta del organismo rector fue la elaboración de una primera guía con recomendaciones para profesionales e instituciones de la salud sobre cómo abordar los temas de diversidad sexual.

El año siguiente se puso en marcha el proyecto Centros de Salud Libres de Homofobia, un trabajo colectivo entre Ovejas Negras, la Facultad de Medicina, el MSP, la Red de Atención Primaria de ASSE y el Unfpa. Para la representante de Naciones Unidas, este constituyó un “segundo hito importante”, porque lo que buscaba no era “centros específicos libres de homofobia”, sino “un Sistema Nacional Integrado en Salud libre de homofobia”, es decir, “que todo el mundo, en cualquier lugar, pueda ser atendido de acuerdo a su orientación sexual e identidad de género y que eso no sea una barrera”.

Uno de los aprendizajes que dejó esa experiencia fue que las barreras principales “las tenían los propios profesionales por entender que todas las personas son heterosexuales, por no incorporar la mirada de diversidad sexual en sus prácticas y por no saber después ni cuáles eran los problemas de salud prevalentes en esa población, ni qué se tenía que hacer”. Frente a ese “vacío”, se sumó la Facultad de Psicología a la alianza para crear en 2013 el curso para personas egresadas –y eventualmente estudiantes– de las carreras de la salud de la Udelar (Medicina, Psicología, Enfermería, Escuela de Parteras).

Este curso es el que sigue existiendo al día de hoy como materia optativa, y un dato a tener en cuenta es que no se sustituye por la nueva materia en Medicina. El gran diferencial es que la optativa apunta a estudiantes y egresados de todas las carreras de salud y es dictada por un equipo interdisciplinario.

La lista de hitos incluye además la publicación en 2016 de la guía Salud y diversidad sexual, orientada a profesionales de la salud, que este año tendrá una actualización, y el lanzamiento en 2024 del curso virtual Salud y diversidad sexual, desarrollado por Ovejas Negras, el Unfpa, la Udelar y la OPS.

En paralelo, fueron pasando otras cosas que enriquecieron la oferta de servicios en diversidad, como la creación, en 2013, del Centro de Referencia Amigable en la Facultad de Psicología para la atención en salud mental a personas LGBTI+; la formación de la Unidad Docente Asistencial del Hospital Saint Bois en 2014, con un dispositivo de atención a personas trans, y la puesta en marcha, en 2023, del Servicio de Diversidad Sexual de ASSE, que funciona en la órbita del Centro Hospitalario Pereira Rossell.

La incidencia del marco social, político y normativo

Todo este proceso, que comenzó en 2009, estuvo acompañado por conquistas del movimiento social y cambios legislativos como el matrimonio igualitario y la Ley de Reproducción Humana Asistida en 2013, o la Ley Integral para Personas Trans en 2018, por mencionar algunos.

Las dos primeras leyes, que fueron aprobadas el mismo año que comenzó a dictarse la optativa, “fueron claves” porque permitieron “pensar en la salud de la población LGBTI+ como un derecho”, puntualizó Carina da Costa, integrante de Ovejas Negras, a la diaria. En esa línea, recordó que la Ley de Reproducción Humana Asistida “garantiza que las lesbianas o los varones trans que deseen gestar biológicamente puedan acceder a eso no abonando o abonando de forma cofinanciada con el Fondo Nacional de Recursos, como cualquier otra persona”.

Por su parte, la Ley de Matrimonio Igualitario “garantiza derechos en cuanto a la unión civil y todo lo que eso significa, pero también es la ley que da un marco legal para que hijas e hijos nacidos mediante reproducción asistida sean reconocidos para más personas”, resaltó Da Costa. También trajo un desafío porque “hoy por hoy el Estado obliga a las lesbianas a casarse para poder reconocer hijas e hijos”. En esta línea, consideró que “no es la Ley de Reproducción Humana Asistida a la que hay que hincarle el diente, sino a la Ley de Matrimonio Igualitario”.

Sobre la ley trans, la activista dijo que “marcó un antes y un después”, pero que, en materia de salud, “es una ley con muchísimas falencias aún”. Enumeró algunas, como “las cirugías de reafirmación de sexo”, que “están súper atrasadas tanto en ASSE como en el sistema mutual”, la “necesidad de descentralizar la atención”, y la idea de que la atención a las personas trans es sólo “la hormonización y la cirugía”, cuando en realidad se trata de “una atención de salud integral”.

El rol del MSP y su flamante Programa Nacional de Género y Diversidad Sexual

El lunes pasado, Florencia Forrisi asumió como coordinadora del recién estrenado Programa Nacional de Género y Diversidad Sexual del MSP. Ella conoce bien el proceso interinstitucional que empezó hace 16 años porque lo acompañó desde el principio como integrante de Ovejas Negras. Consultada por la diaria, la ahora jerarca –que fue asesora de estos temas en la cartera entre 2015 y 2019– recordó que el MSP estuvo involucrado hasta que asumió el gobierno de Luis Lacalle Pou, un período en el que se invitó al ministerio a formar parte, pero “no se pudo articular” y el organismo rector “dejó de participar en esta agenda de diversidad sexual”. La idea es que durante esta nueva gestión se retome el diálogo entre el MSP, la academia y la sociedad civil.

Respecto del rol que puede jugar el MSP en materia de formación en salud con enfoque de diversidad, Forrisi consideró que la “potenciación” entre el MSP y la Udelar le da “legitimidad” y “tiene otro impacto”, porque es además “una forma maravillosa de tener un ida y vuelta con personas que son estudiantes o egresadas o integrantes de equipos de salud y que están de hecho formándose o trabajando en el área”. Desde su punto de vista, insistir en la formación es clave porque “es lo que hace la diferencia después en la atención”.