Diego de León Conde, conocido como el Cosita, de 38 años, quien tenía uno de los prontuarios más pesados de la criminalidad uruguaya, se suicidó este 31 de diciembre colgándose en su celda, en la que habitaba solo.
Como adolescente cometió varios delitos sexuales. Pericias psiquiátricas hechas a lo largo de su vida daban cuenta de importantes componentes de violencia en su personalidad y de que tenía que tener medicación permanente porque, de lo contrario, no era consciente de sus actos.
Como adulto, violó y mató a dos mujeres. Uno de los casos, ocurrido el 8 de agosto de 2005, fue el de Cristina Alcoba, de 32 años, y el otro fue el de Ximena Britos, de 15 años, el 12 de setiembre del mismo año. Su compañero de causa fue Rafael García Rodríguez, más conocido como el Sapo.
En ese momento el Cosita tenía 22 años, estaba casado y tenía cuatro hijos. Ambos homicidios tuvieron características sádicas: a Alcoba la dejaron en una fosa del Cementerio del Norte y a Britos le raparon la cabeza y la dejaron debajo de un puente.
Además de ser compañeros de causa, fueron compañeros de celda durante años. En la nochebuena de 2005, el Cosita y el Sapo cometieron uno de los homicidios más resonados de la historia carcelaria: mataron a Ruben Julio Domínguez La Luz, alias el Caramelero, que estaba procesado junto a otros dos hombres por haber matado a Leticia Medeiros en el Monte de la Francesa en 2003. Le abrieron el cuerpo de arriba a abajo, le sacaron el corazón y en la cavidad cardíaca pusieron los testículos y el pene, lo degollaron y al costado del cuerpo dejaron la cabeza. Declararon que lo hicieron porque “hay códigos” y el Caramelero “hablaba demasiado” y “boquilleaba sacándose cartel” del delito que había cometido. Ambos fueron condenados por homicidio especialmente agravado.
En 2017 mató en el Penal de Libertad a Sebastián Andrés Méndez Marchesán, quien estaba imputado por homicidio muy especialmente agravado, por haberse cometido por medio de un incendio, en reiteración real con siete delitos de homicidio muy especialmente agravado en grado de tentativa.
En 2021, hasta ahora, hubo 85 muertes en cárceles. 21 fueron homicidios –cuatro más que el año pasado–, 17 suicidios –igual que el año pasado y seis más que en 2019–, nueve muertes dudosas –ocho más que en 2020–, cuatro en un presunto accidente (un incendio en el ex Comcar), es decir tres más que en 2020. Además, 34 personas tuvieron muertes “naturales”, o sea, por problemas de salud –22 casos más que en todo 2020–.
El año con el récord histórico de muertes había sido 2020, con 48, mientras que en 2019 hubo 44. En 2021, las muertes aumentaron 77% respecto de 2020 y 93% en comparación con 2019. La población privada de libertad aumentó 10% en el último año.
En los años anteriores hubo 37 muertes en 2018, y 47 fue el registro de 2015, 2016 y 2017. El aumento de muertes en 2021 respecto de 2018 es de 130%, y comparado con 2015, 2016 y 2017 es de 81%. Previamente, de 2006 a 2014, había 40 muertes en promedio por año, por lo que el aumento comparado de 2021 con esos nueve años es de 113%. No hay registros anteriores de muertes en cárceles.
La tasa de homicidios en cárceles es más de 15 veces mayor que la tasa nacional de homicidios. Por su parte, la tasa de suicidios es siete veces mayor que la de la población general. En 2021 se repite el pico máximo histórico de suicidios en cárceles, que se produjo en 2020, y se alcanza una cifra de 17. El aumento respecto del año anterior fue de 89%; en 2019 hubo nueve suicidios.