Nadia tenía 12 años cuando fue asesinada tras una balacera fuera de su casa en el asentamiento Campo Galuso, en La Unión, el 9 de abril de 2021. Sobre las nueve de la noche, comenzó el tiroteo y una de las balas atravesó una pared de chapa de la vivienda e hirió a la niña, que estaba haciendo los deberes de la escuela, en compañía de su madre y su abuela. Fue trasladada al hospital Pasteur, donde falleció horas después.

Los dos responsables del ataque son conocidos como El Gordo y El Moco. El ataque que provocaron no iba dirigido a la casa en la que vivía Nadia con sus padres y sus seis hermanos, sino a la vivienda de un vecino: un adolescente de 16 años que había tenido un conflicto con El Moco en un partido de fútbol.

El Gordo, conocido en el barrio por sus actividades delictivas asociadas al narcotráfico, también como “mediador de conflictos”, se ofreció a “hablar” con el adolescente para “disipar” el problema entre ellos y “disuadir” un futuro ataque.

Los agresores llegaron al asentamiento en un vehículo en el que habían otras tres personas. Le reclamaron al padre del adolescente, que tiene un almacén, que “entregue” a su hijo. El hombre se negó y lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Luego, empezaron con disparar sin criterio dentro del asentamiento.

A la semana del ataque, cinco personas fueron detenidas. Solo El Moco quedó en calidad de emplazado y los otros cuatro fueron liberados. A los cuatro días, fue imputado por el crimen. A su vez, El Gordo, que estaba escondido, fue detenido y también fue imputado por los mismos delitos: homicidio muy especialmente agravado, violencia privada y lesiones.

A poco más de dos años del crimen, la Fiscalía de Homicidios de 2º turno, a cargo de la fiscal Mirta Morales, llevó adelante un juicio oral frente a la jueza Blanca Rieiro en el que los dos imputados fueron condenados a 23 años y medio de prisión por los delitos por los que fueron imputados.

La familia de la niña fue representada por el Consultorio Jurídico de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, con el abogado Juan Raúl Williman a cargo de la defensa. Williman hizo énfasis en que era una “familia trabajadora” y en que “Nadia no puede ser solamente un número”, porque “era una niña que tenía toda la vida por delante”.

Según informó El Observador, Morales describió los hechos y calificó la escena como “dantesca”. La fiscal contó que su hermano, que tenía 16 años en ese momento, cargó a la niña herida y pidió auxilio. Otro de los hermanos llegó incluso a pedirle a los atacantes, que habían llegado al lugar en un auto, que trasladaran a la niña a un centro de salud, a lo que se negaron.

Hubo testigos que reconocieron a los atacantes y declararon en el juicio. Algunos de los testigos declararon que incluso habían tenido contacto con los agresores y señalaron que eran conscientes de lo que había pasado.

La estrategia de ambas defensas fue cruzar acusaciones entre los imputados. Los abogados de El Gordo fueron Diego Etcheverrito y Lorena Mercurio, y el de El Moco fue Cristóbal González. El Gordo sostuvo que como El Moco había tenido un conflicto con el adolescente, se ofreció a “ir a hablar” con él porque solía oficiar como “mediador” en el barrio. Reconoció haber sido quien golpeó al padre del joven con el que iba a “articular” hasta dejarlo inconsciente, aunque negó estar armado.

Luego del ataque, dijo que se fue al auto que estaba en la puerta del asentamiento y que en ese momento El Moco corrió hacia el vehículo al grito de “arrancá que se quemó todo”, según describió El Observador. Ambas defensas acudieron también a poner en duda las declaraciones de los testigos como estrategia.