Es jueves por la mañana y el portón verde de la escuela de Cuchilla de Peralta, que recibe habitualmente a 17 alumnos, está cerrado. Los niños y niñas no están en el salón ni jugando en el patio. En su lugar, hay una camioneta estacionada con dos policías adentro que custodian día y noche el predio. La escuela está amenazada y sus alumnos también.

El pueblo, al que todos llaman Peralta a secas, está ubicado al sur de Tacuarembó y tiene un poco más de 200 habitantes. Las casas, que en su mayoría son iguales, están pintadas de blanco con algún detalle en rojo o verde y fueron construidas a partir del programa de ayuda mutua de Mevir. Son seis manzanas con una iglesia, una comisaría y cinco almacenes.

A diez minutos en auto, también al costado de la ruta 5, está Cardozo Chico, un pueblo rural de nueve casas y una escuela, la 91. Los vecinos cuentan que todo empezó en ese lugar en agosto de 2023, cuando aparecieron la cabeza de una nutria colgada del alambrado y una carta dirigida a un vecino: “La próxima cabeza va a ser la tuya”. Desde la escuela hicieron la denuncia, pero nunca se identificó al responsable.

En mayo de 2024, en esa misma escuela, apareció un perro desangrado en el salón y, a las semanas, alguien dejó un lagarto muerto en una asadera en la cocina. Lo que algunos en el pueblo consideraban una “broma” pasó rápidamente a ser algo mucho “más serio”.

Los incendios en Peralta y Cardozo Chico

El 22 de noviembre del año pasado Angélica Gastambide no estaba en su casa, pero la llamaron para decirle que a su vecina le habían prendido fuego la moto de madrugada y le habían dejado una carta.

A ella le dejaron en su patio una bomba molotov, hecha con una botella de cerveza, nafta adentro y un paño.

A las semanas, el 6 de diciembre, Angélica acostó a su hija de tres años y se fue a dormir con su esposo. A las 4.00 se despertó aturdida por los gritos que escuchaba afuera de su casa. La vecina golpeaba la ventana de su dormitorio y gritaba: “¡Hay fuego!”. Se levantó rápido y cuando logró salir la hija de la vecina estaba apagando el incendio con una manguera.

En la parte de atrás de su casa había dejado una chapa con espuma plast abajo de una de las ventanas de los cuartos. Alguien la prendió fuego y las llamas llegaron hasta un caño de plástico que se comunicaba con su casa.

—¿Y desde entonces cómo dormís?

Y ahí... Trato de dormir más bien de día, pero de noche estoy mirando a cada rato.

La escalada de violencia

La escuela 91 de Cardozo Chico tiene su fachada pintada de naranja y al frente un cartel de madera que la identifica. Las ventanas no tienen vidrios, explotaron en febrero de este año cuando prendieron fuego el edificio. Fue en la madrugada del 9 de febrero y la escuela ardió hasta que a primera hora de la mañana los vecinos avisaron a los bomberos. El director denunció el hecho sin tener mayores pistas sobre sus responsables. “Vamos por más”, dejaron escrito en la fachada.

Dentro de la escuela, el hollín cubre como una manta negra los muebles carbonizados. Hay platos rotos en el piso, una heladera desintegrada y un baño completamente destrozado. En el salón de clase se mantiene casi intacto un armario de hierro. “Hoy podrás lograr todo lo que te propongas”, dice uno de los afiches que quedan pegados.

El pizarrón está cubierto de polvo negro y en el piso hay un envase de cascola, un ábaco y libros de primaria casi intactos. En el patio todavía queda una rayuela dibujada en el piso. Ahí jugaba un niño que este año debía empezar sexto; debido al incendio, la maestra le está dando clases en su casa.

Escuela rural 91 vandalizada e incendiada en Pueblo Cardozo Chico, Tacuarembó.

Escuela rural 91 vandalizada e incendiada en Pueblo Cardozo Chico, Tacuarembó.

Foto: Alessandro Maradei

La escuela de Cardozo Chico no fue el único lugar que ardió. El 15 de marzo de este año incendiaron dos casas más durante la madrugada; ninguna estaba habitada. Gabriela Portela, vecina de Peralta, cuenta que en ambas vivía “gente que trabaja en campaña”, y que por eso no estaban.

En uno de los casos, “el muchacho estaba con la señora enferma en Montevideo” y le prendieron fuego los dos dormitorios que le habían hecho en el segundo plan [de Mevir] porque tenía dos hijos varones y una nena. La casita era chica y él está pagando por eso”.

En los alrededores de las casas incendiadas dejaron varias notas pegadas: “La próxima, de la casa no quedan ni las cenizas, si ni la usan, total”, decía una. La que mayor preocupación causó entre los vecinos de Peralta fue la nota que contenía amenazas. Algunas de ellas fueron cumplidas semanas después, tal cual estaba escrito: “Nos volvemos a encontrar, mi gente, ya no somos una bandita, ahora sí vamos por todo. [...] Vamos a explotar la escuela de Peralta cuando estén todos los gurises, maestras, cocineras”. La carta va nombrando, insultando y amenazando principalmente a madres y niños. Entre los señalados estaban las víctimas del siguiente incendio. “A ese le vamos a prender fuego todo, pero con ellos adentro. [...] Pensaron que con luces y cámaras nos iban a detener, manga de guampudos”.

Yolanda Gastambide, María y Natalia Camisa, Gabriela Portela, Mónica Mareco y Alicia Porcal son vecinas. Hace varios meses que buscan tener una respuesta concreta de las autoridades. “Lo más indignante es el tema de los niños, porque si vos tenés problema con un adulto, vas y decís: ‘Tengo problema con vos’, pero los niños no tienen nada que ver. A la escuela de Cardozo Chico iba un niño, pero no tiene nada que ver. Tenía derecho a seguir en esa escuela”, dice María.

El 17 de marzo hicieron una pancarta que decía: “Queremos vivir en paz. ¡Justicia ya!” y cortaron la ruta. Ese mismo día, el Ministerio del Interior puso custodia policial en la escuela de Peralta. “Si no hubiésemos cortado la ruta, seguíamos en nada”, agrega María.

María: —Es horrible estar viviendo así. No dormís y los niños no aprenden como tienen que aprender.

Gabriela: —En la casa no es lo mismo.

Natalia: —Dormíamos todos con las ventanas y las puertas abiertas y no pasaba nada. Ahora no.

La presencia policial en Peralta fue creciendo paulatinamente a medida que iba subiendo el tenor de las amenazas. En la localidad, que supo tener unos cinco efectivos en la década del 90, ahora quedaba uno y se sumó otro luego de los primeros hechos. Uno permanente en la comisaría y otro patrullando la zona, que también abarca otras localidades cercanas. Luego de que fuera amenazada la escuela, el jefe de Policía de Tacuarembó, Roberto Pereira, dispuso que quedara allí un móvil permanente y además empezaron a circular efectivos de investigación en autos particulares que alcanzaron a involucrar a ocho policías en el terreno.

Escuela rural 91 vandalizada e incendiada en el pueblo Cardozo Chico, Tacuarembó.

Escuela rural 91 vandalizada e incendiada en el pueblo Cardozo Chico, Tacuarembó.

Foto: Alessandro Maradei

Pese a la presencia policial, diez días después de la movilización con corte de ruta, en la madrugada del 27 de marzo, volvieron a incendiar dos casas en Cardozo Chico, que quedaron destruidas. Cumpliendo las amenazas, prendieron fuego otra casa de Peralta, con tres adultos, un adolescente y un niño adentro.

“Van a reventar como sapos”

A la 1.30, el adolescente estaba usando su celular en la cama. Lo apoyó en la mesa de luz y se giró para dormir. A los 15 minutos abrió los ojos y le llamó la atención la luz que veía en la ventana. “¡Fuego!”, gritó, y fue corriendo a despertar a su tía, su primo y sus abuelos.

En el patio habían prendido fuego una malla sombra que estaba colgada al lado de su ventana. La tía agarró el agua de una bañera antigua que tenían al lado de la ventana y empezó a tirar baldes. Lo lograron apagar a tiempo.

En el muro de su casa dejaron la última carta, escrita en papel de embalaje dirigida “a mi gente linda de Peralta”: “Pensamos que la policlínica vuela también con enfermera y todo”, “bulleros cortando ruta, guampudos, [...] esos gurises van a reventar como sapos, ya van a ver, [...] tenemos todo pronto para volar la escuela [de Peralta] como para llevarnos a esas gurisas, qué fiestita nos espera. [...] El reloj corre más rápido, mi gente, pongan a la Republicana si quieren, esto es pan comido”.

Una mujer detenida

Las cartas fueron el punto de partida para comenzar la investigación. El análisis caligráfico y semántico de los textos llevó a que los investigadores comenzaran a pensar en una persona adulta de mediana edad. Esto alejó el foco de los primeros investigados, unos adolescentes con antecedentes por hurto, que fueron mencionados en las conversaciones entre los vecinos.

La principal sospechosa, ahora detenida, había ayudado a apagar el incendio de su vecina y había participado en la movilización reclamando más seguridad y el esclarecimiento del caso. Fue detenida en su casa de Peralta a las 15.00 del martes y trasladada a Paso de los Toros, luego de que la pericia caligráfica la identificara como la autora de las cartas. Además, el fiscal Mauricio Delgado, quien asumió el cargo el mismo día de la manifestación de los vecinos, cuenta con otros elementos que apuntan a la mujer detenida, cuya presencia fue registrada cerca de la mayoría de los incendios por las cámaras de seguridad de la zona, la ubicación de la antena de su teléfono y sus comunicaciones con otros vecinos de Peralta.

Fuentes policiales allegadas al caso señalaron a la diaria que la investigación no está terminada y existen otras líneas que surgen de aquellos hechos en los que no se pudo determinar la autoría de la mujer detenida, entre ellos una carta escrita con otra letra y una llamada telefónica amenazando a una de las víctimas, por lo que puede haber más detenidos en las próximas horas.