“Es una alegría que tardó 48 años en llegar”, dijo Adriana Metz, activista y hermana del nieto 140, cuya identidad fue anunciada el lunes en una conferencia de prensa de la organización argentina Abuelas de Plaza de Mayo. El nieto restituido nació el 17 de abril de 1977 en el centro clandestino “La Escuelita” de Bahía Blanca, y es hijo de Graciela Alicia Romero y Raúl Eugenio Metz.
En entrevista con la diaria Radio este miércoles, Adriana destacó que “se siente la felicidad de haber logrado algo” en lo que vienen trabajando “desde hace muchísimos años”. “Desde el momento del secuestro de mis viejos, que mi mamá estaba embarazada de cinco meses, yo sabía que iba a tener un hermano en mi familia. Sabía que Graciela esperaba su segundo hijo o hija”, apuntó.
Adriana, quien tenía un año y un mes cuando sus padres fueron secuestrados por los militares en la dictadura argentina, señaló que la noticia de la restitución no sólo la alegra a ella, sino también a la familia Metz-Romero, a Abuelas de Plaza de Mayo, y también “a mucha gente que está en el mundo”, ya que se trata de “la recuperación de una historia”.
Según contó, la primera conversación que tuvieron con su hermano, una vez conocida la noticia, fue por videollamada y ahí acordaron encontrarse para conocerse el lunes, día de la conferencia de prensa, en Buenos Aires. “El domingo le mandé un mensaje diciéndole que llegaba a Buenos Aires temprano y que le avisaba [cuando llegara], a lo que me respondió que cuando terminara de trabajar me avisaba y me pasaba a ver por donde yo estuviera”, continuó.
Su primer encuentro fue después de la conferencia de prensa. “Yo pensé que me iba a mandar un mensaje diciéndome ‘estoy acá afuera para salir’, y me encontré con que entró, me saludó, le dije ‘hola, acá están mis hijos’, les dio un beso y un abrazo a ellos, y le digo ‘acá atrás, todos estos que están acá atrás, son parte de la familia de Abuelas”, relató.
Una vez dicho eso, si bien su hermano pidió que no sacaran fotos, saludó a los presentes “uno por uno”, y luego de eso, fue con Adriana y sus hijos a un café, en el que estuvieron “alrededor de cuatro horas hablando de un montón de cosas”. “[Fue] una charla común y corriente que se puede tener con un hermano, con la rareza de que fue una primera charla con un hermano que no es un recién nacido, es un hombre de 48 años”, resaltó.
Además, Adriana señaló que si bien en la videollamada no encontró parecidos con su hermano, sí lo hizo cuando estuvieron en el café “a una mesa de separación”. “Vi rasgos muy familiares, vi formas de manejarse muy familiares. No digo que veía un pedacito del tío, de la tía, de mis abuelos, pero sí estaba hablando con mi hermano; era él”, subrayó.
En ese sentido, sobre lo que pasó con su hermano para confirmar su identidad, Adriana relató que, en primer lugar, la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) lo convocó para una entrevista a raíz de una investigación en la que “se pudo saber o se sospechó que podía ser hijo de desaparecidos”. Una vez establecido ese contacto, su hermano se hace el análisis de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos, y comienza el proceso técnico y científico para corroborar su identidad.
Mientras aguardaba por el resultado, su hermano “estuvo buscando información” a partir de lo que le transmitió la Conadi. “En esta búsqueda de información, entró en la página de Abuelas o googleó. Se encontró con los niños que estamos buscando, y encontró información y coincidencias, y encontró un parecido, que le hizo pensar que podía llegar a ser del grupo familiar Metz Romero”, dijo, y añadió que su hermano no quiso decir nada, ya que si eso no era así, no quería “ilusionar a nadie”.
“Cuando Manu[el] Goncalves [nieto de identidad restituida y miembro de la Comisión Directiva de Abuelas] le dice que el resultado del análisis es que lo incluyó en un grupo familiar y le nombra el grupo familiar Metz Romero, me cuenta Manu que mi hermano hizo un gesto. Manu le preguntó por qué era ese gesto, y le dijo: “Bueno, porque yo me vi un parecido”, recordó, y resaltó: “Ante la posibilidad de ser hijos de desaparecidos, él encontró ese parecido en la información que estaba en la página de Abuelas”.
Consultada sobre cuándo tomó conciencia de cómo impactó el terrorismo de Estado en su vida y en su familia, Adriana indicó que “la real conciencia de no haber sido criada” por sus padres la tuvo cuando nació su primer hijo. “Veía que mi hijo Enzo tenía un papá y una mamá que se ocupaban y que respondían a las necesidades de él, y entendí y caí en la cuenta de que me faltaba a mí, me faltaba mi hermano”, dijo.
Además, señaló que cuando tuvo a su segundo hijo y vio cómo empezaban a interactuar entre ellos, ahí se dio cuenta de lo que le “había faltado”. “Acá estoy, por la simple y sencilla razón de que mis abuelos me enseñaron. Abuelas como institución me contuvo y me siguió enseñando, y tenía que seguir buscando. Si bien a mi hermano ya lo encontré, nos falta encontrar alrededor de 300 personas que están viviendo hoy con su derecho a la identidad totalmente vulnerado, que pueden estar en Argentina, pero también pueden estar en cualquier parte del mundo”, expresó.