Posiblemente muchos uruguayos recordemos que en 2014 el entonces presidente José Mujica tuvo que pedir disculpas tras haber afirmado que México estaba cerca de convertirse en un Estado fallido. La definición de “Estado fallido” es fuertemente criticada desde la academia, y fuera de ella muchas veces es usada más para fustigar a adversarios políticos que para describir una sociedad de manera desinteresada. Sin embargo, las características que suelen acompañar a la definición de “Estado fallido” —léase, pérdida de control de las autoridades de parte del territorio e incapacidad para brindar los servicios básicos a sus ciudadanos— pueden ser útiles para aproximarse a situaciones como las de México, donde la zona norte del país vive una situación de violencia constante que pone en cuestión la seguridad de la población civil y hace evidente la existencia de poderes que desconocen al del Estado.

Todos coinciden en que detrás del fenómeno está el accionar del narcotráfico, pero, como ilustra nuestra cobertura especial, el espiral de violencia es alimentado tanto por las bandas rivales como por quienes las combaten. Aunque la llegada al gobierno de López Obrador prometía un cambio de encare —“abrazos y no balazos” era la consigna de un programa que buscaba combatir la pobreza que facilita el accionar de los criminales—, hoy se ha vuelto evidente que las Fuerzas Armadas reclaman retomar su protagonismo en la “lucha contra el narco”, y que desde Estados Unidos se insiste en la militarización del conflicto.

El artículo que abre la cobertura muestra cómo el aumento de la violencia coincide con esa militarización, a partir de datos como los de gasto en armamento y aumento del número de víctimas a lo largo de los años. El artículo siguiente se centra en el trabajo de médicos y paramédicos, que en ese mismo período vieron cómo su actividad se asemejaba gradualmente a la que se desempeña en una zona de guerra. El cierre muestra el sesgo de género que esa violencia suma en todo el país y especialmente en la frontera con Estado Unidos. El registro fotográfico de Félix Márquez atraviesa toda la cobertura.

Eso en cuanto a nuestra cobertura de tapa. Además, seguimos acompañando el desarrollo de la pandemia. En este número, nos centramos en dos colectivos muy disímiles —la población afro de Brasil, por un lado, y una rama del judaísmo ortodoxo en Israel—, que sin embargo comparten una alta mortalidad ante el virus asociada a su vulnerabilidad económica. Como ya es costumbre, el humorista gráfico Sergio Langer también aporta su mirada al tema, y ahora se le suma su colega Andrés Alberto con su visión de la “nueva normalidad”.

En la sección Ficción les ofrecemos dos relatos —uno apocalíptico y otro epifánico— y un capítulo doble de Presidente Carlo, la novela gráfica por entregas sobre la vida de un mandatario argentino de fines del siglo XX.

Del universo del cómic y la animación provienen también el relato humorístico de Ignacio Alcuri, que regresa a estas páginas, y el perfil que traza Hernán Panessi, cerca del fin de esta edición.

Hasta el mes que viene.

Ilustración: Ramiro Alonso.

Ilustración: Ramiro Alonso.

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