Un hombre y una mujer se conocen en el tramo de ómnibus Colonia-Montevideo de un viaje desde Buenos Aires. Él es argentino, ella uruguaya. Los emparentan la generación, la clase media y las ganas de conversar. Pasean por varios temas —trabajos, hijos grandes, hábitos alimenticios— hasta que llegan adonde suelen comenzar las charlas casuales: el tiempo. Hace semanas llueve con furia. Ella dice algo del cambio climático, él responde que siempre ha sido así. No buscan confrontar (quizás quieran volver a verse) pero ella insiste. Se quedan en silencio. Luego retoman desde un territorio común: los precios. Ella encontró muy caro Argentina; él dice que, aunque parece que la cosa está peor, está mejor. Otro silencio.

Son tiempos de espejismos y universos paralelos. Lo que hasta hace un par de décadas sólo aventuraban la ciencia ficción o las teorías cuánticas hoy forma parte de nuestra vida ¿real? Es difícil hablar de realidad; se nos escapa entre los dedos, se la cuestiona de forma constante. Todo es materia opinable. Incluso hechos contundentes como las inundaciones del sur de Brasil, relatadas en las crónicas de “No culpes a la lluvia”, y el aumento del nivel del mar, que devora la franja costera de Senegal, documentado en el fotorreportaje “El mar adentro”, son desafiados desde una lógica de creencias. La ciencia climática advierte que, de no cambiar las políticas extractivistas, el colapso planetario es inminente. Esta idea de extinción hace que busquemos la inmortalidad en mundos artificiales, ensaya el filósofo italiano Franco Bifo Berardi en “Game Over”, aunque para esto haya que conversar con el diablo, como la protagonista del cuento “Contra mí es”, de Rosario Lázaro Igoa. También buscamos respuestas en aliados naturales, como cuenta la periodista Agustina Tubino en “Nuevos mesías”, un reportaje sobre el universo de los hongos y su popularidad.

Los miedos y las proyecciones escatológicas han acompañado a la humanidad desde siempre, dice el sociólogo iraní Reza Aslan en una entrevista en la que, además de vincular la intensidad de los conflictos bélicos a esta sensación de final, pone el énfasis en un aumento y una mutación de la religiosidad. Los fundamentalismos avanzan y a su vez los discursos new age de despertares y empoderamientos individuales son un refugio en una época de hipérboles tecnológicas y falta de sentido. Sobre esta polaridad indagan el ensayista estadounidense Erik Davis en “Encantos modernos”, quien sostiene que toda técnica tiene su correlato mágico, y la escritora argentina Sonia Budassi en “Síganme para más consejos”, un texto sobre los influencers de autoayuda de las redes sociales.

Pero el universo de las creencias va más allá de una dimensión mística; también es inseparable de la política, como muestran Mariano Sverdloff en “Relatos salvajes” al reflexionar sobre cómo las derechas construyen sus mitos paranoicos de persuasión y la periodista Natalia Uval al analizar desde el Uruguay preelectoral el fenómeno de la desinformación y las noticias falsas en “Sin lugar a dudas”.

¿Sentimos que estamos asistiendo al fin del mundo o al fin de un mundo? Los pueblos originarios, que han visto a sus poblaciones y culturas arrasadas una y otra vez, saben de esto y hoy son los principales portavoces de la defensa ambiental. En sus cosmovisiones, la espiritualidad y la lucha territorial van juntas: así aparece en el poema “Cuando me muera deberé cruzar el río”, de la escritora mapuche Liliana Ancalao, y en “Refundar un mundo”, el perfil de la machi Betiana Colhuan de los periodistas Denali DeGraf y Adriana Meyer, que abre este número de Lento, titulado “Creer y reventar”.