“Era oscuro, luego fui más claro, después volví a lo más oscuro”. Así dice Bill Callahan en la canción “Jim Cain” y esa es la disposición anímica de los cuentos de Espinos blancos, fiestas privadas, la más reciente colección de cuentos de Mercedes Estramil. No es que los haya especialmente alegres en el medio, sino que en las puntas están ubicados dos bastante duros: una especie de reversión de “Jacob y el otro”, el cuento de Onetti, protagonizada por un delincuente adolescente, y un relato que deja chico a “El malvado”, aquel de Bukowski contado desde el punto de vista de un criminal aberrante.

Foto del artículo 'Cuentistas: Estramil & Etchebarne'

Empecé hablando de la baja luminosidad de los cuentos a modo de advertencia, porque este, de algún modo, es un espacio de recomendaciones y más vale prevenir. Pero lo fascinante de estos cuentos, y de casi toda la narrativa de Estramil, es la voz: indignada, elegante, ingeniosa, quemada, nunca resignada. Vibra en una frecuencia cercana a la de Onetti, y en este momento no se me ocurre otro escritor actual que se arrime con tanta despreocupación rockera a él. Comparten también la adoración por los escritores estadounidenses contemporáneos, y en un par de cuentos de esta colección Estramil nos incita a que leamos al colega Donald Ray Pollock, autor de esa maquinita perfecta llamada Knockemstiff.

Los cuentos de Espinos blancos, fiestas privadas están atravesados por parejas destruidas, hijos muertos, niños enfermos, pero también por la risa en torno al mundo de los escritores, por referencias al cine de Tarantino, por conocimiento de marcas comerciales a lo Fogwill (no en plan posmo), por autos ruteros y secretos a punto de detonar. El que da título al libro es una especie de expansión del meme en el que un perro antropomorfo intenta ignorar el incendio de su casa, con el agregado de la mezcla de resentimiento y atracción por las clases altas que aparece en unos cuantos textos de Estramil, como la imprescindible novela Washed Tombs.

Los cuentos también están ordenados –creo yo– de acuerdo al género de sus narradores: al inicio se concentran las mujeres y hacia el final la voz es la de protagonistas masculinos. Es más fácil hacer encajar en estándares feministas la furia con la que Estramil describe el cóctel de deseos inducidos y proyectos arruinados en sus personajes femeninos, pero hay un par de cuentos en este libro que retratan de manera fría y lacerante el padecimiento al que se someten entre sí los grupos de hombres, en un retrato de la maldad masculina que recuerda al núcleo de Rojo, su brillante novela debut.

Hay otras razones por las que a mí me parece que este de Estramil es un gran libro, pero ustedes pueden comprobarlo directamente: en febrero, en Lento, apareció un adelanto de “La presentación”, uno de los cuentos menos ásperos del conjunto. Eso me recuerda que hace unos cuantos años, cuando yo dirigía la revista, habíamos conseguido publicar otro, “I Love NY”, que, ese sí, está bien adentro del “lado oscuro”.

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Segunda recomendación

Otro muy buen libro de cuentos: La vida por delante, de la argentina Magalí Etchebarne, ganadora del premio español Ribera del Duero. Acá también hay juego interno, pero distinto al que propone Estramil: dos de los relatos son parte de una misma historia, mientras que los otros suman dimensiones generacionales. Espero que esto quede un poco más claro en la charla que tuve con la autora.

Dos presentaciones a las que me gustaría ir

No voy a ocultar que los conozco y les tengo afecto, pero Rosario Lázaro y Marcelo Damonte tienen una obra a prueba de sesgos amiguistas. Veníamos hablando de cuentistas y ella es una de las notables: es la autora de los libros Peces mudos y Cráteres artificiales. La semana que viene Rosi presenta la antología de crónicas Hasta el sol y todas las ciudades en el medio. Calculo que la versión primitiva de varios textos puede aparecer acá. El encuentro es el martes 17 a las 20.00 en Cinemateca.

Teórico, gestor, editor y narrador, Marcelo Damonte acaba de editar su novela Perro y la presenta este jueves 12 a las 20.30 en el Café la diaria (Bacacay y Buenos Aires). Todavía no la empecé, pero lo que hojeé me entusiasma: ciencia ficción, humor, especulación. Sí puedo afirmar con seguridad que Bifrost, la novela que publicó en 2017 es una de esas obras excepcionales que provocan felicidad e inquietud duraderas. Y, para anudar el moño, es, como la mencionada Washed Tombs, una historia que desafía las convenciones espaciales (la de Montevideo en el caso de Estramil, las de América del Sur en el caso de Marcelo).

El próximo boletín aparecerá en 2025, así que ahora les deseo muy feliz año.