El 3 de marzo murió Guillermo Vázquez Franco; tenía 100 años. Hoy quiero dejarles dos o tres recomendaciones relacionadas con su obra, o más bien, con ideas que rodean a este “historiador maldito” en Uruguay.

Primero, para calibrar en qué medida fue un outsider, pero también un maestro del “pensar en contra”, les sugiero que vean lo que escribió Fernando Errandonea a propósito de quien fuera primero su profesor y luego su amigo. Es un texto que vale por sí mismo, porque es una semblanza intelectual que equilibra exquisitamente la experiencia de primera mano y el conocimiento profundo del asunto de fondo (las disputas por el sentido de la Historia), y, a la vez, una pequeña biografía que contiene varios tramos emocionantes.

Elijo, además, uno de sus libros, La historia y sus mitos, porque me parece que es el que condensa la mayoría de los argumentos de Vázquez Franco en torno a la “artificialidad” del Estado uruguayo. Astutamente, se apoya en una recopilación póstuma de Carlos Real de Azúa, Orígenes de la nacionalidad uruguaya, para extrapolar sus propias conclusiones acerca de varios relatos creados a posteriori de la independencia del país; el más notorio es de la gesta de Artigas. También pueden leer una reseña de Gonzalo Curbelo sobre Traición a la patria, una de las publicaciones tardías de Vázquez Franco.

Para entender un poco más sobre ese “antiartiguismo”, me pareció que podía compartir un fragmento de una entrevista que le hice en 2007 junto con el fotógrafo Javier Calvelo. En ella, Vázquez Franco contaba cómo había hecho para seguir dando clase de Historia y mantenerse fiel a sus ideas (luego la dictadura directamente lo destituiría): “En 1962 dije que Artigas era un dictador en preparatorios del Nocturno. Eso llegó hasta un consejero ministerial y se decidió investigar al joven profesor que había dicho eso; salió en los diarios. [...] Dijeron que yo era muy valiente, pero al revés, yo era un jodido. Me asusté porque tenía una familia de cuatro hijos a la que mantenía. Me arrugué, pero tampoco quería mentir. Al año siguiente, como entonces los directores de institutos tenían verdaderas potestades sobre los mismos –no como ahora, que son jefes de sección que tramitan expedientes–, le pedí al director, Héctor Bascans, que me permitiera dar otro programa, independiente. Elaboré entonces un programa dividido en áreas –no en bolillas–, como haría Germán Rama 40 años después: estudio de la universidad, de la ganadería, de la moneda, de la lírica popular –ahí se me llenaba la clase porque daba a Gardel– y dos temas más. Tuve mucho éxito, con un gran porcentaje de aprobación de los alumnos y con buenas notas. Y me evité dar esa cosa común, vulgar, del 25 de agosto de 1825 y esa punta de mentiras”.

Recuerdo que a esa entrevista llegué con mucha curiosidad –iba a conocer a una leyenda– pero desapasionadamente. Al rato de conversar, sin embargo, empecé a conectar con ese hombre que estaba convencido de vivir una realidad equivocada. Parecía un personaje de las ucronías que tanto me interesaban, tipo El hombre en el castillo, la novela de Philip K Dick en la que Alemania y Japón ganan la Segunda Guerra Mundial, pero hay un grupo de privilegiados que sabe que esa no es la historia correcta. Vázquez Franco se sentía argentino y vivía la independencia de la Provincia Oriental con dolor. A mí ya me habían hecho leer Comunidades imaginadas, el estudio en que el historiador Benedict Anderson explica que las naciones modernas son construcciones culturales, así que lo del culto a Artigas no me parecía tan excepcional; en cambio, me fascinó la cantidad de pequeños recaudos que tomaba Vázquez Franco para mantener su autopercibida pertenencia a la patria.

Foto del artículo 'Encuentros con Vázquez Franco'

Nueva política

El investigador francouruguayo Denis Merklen acaba de editar su estudio Los indispensables, en el que analiza los trayectos de un conjunto diverso de militantes sociales franceses en busca de una nueva forma de hacer política por fuera de los esquemas partidarios. Esta semana, el libro se presenta dos veces en Montevideo.

Enseñanza de la matemática

El investigador Roberto Markarian, exrector de la Universidad de la República, reunió en La dimensión humana de la matemática una serie de ensayos sobre aspectos culturales, sociales e históricos de su disciplina. “Hay algunos de los grandes temas en los que me metí durante meses y no sabía para dónde agarrar. Pensar en un problema, escribir una fórmula, unos dibujitos, estar ahí con la cabeza funcionando, buscando cosas, ayudado incluso por el inconsciente, a mí me causa alegría. Es parte de sentirse un ser humano, ser una persona para la que no sólo el cuerpo y la parte física, o ganar dinero, sea lo que importa, sino el propio modo de pensar de uno mismo”, le dijo Markarian a mi hermano.

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Infantil-juvenil

La Feria del Libro Infantil y Juvenil ya terminó, pero las recomendaciones de Rosanna Peveroni no tienen fecha de vencimiento. Cuando conversamos, la noté especialmente entusiasmada con el libro de la poeta Mercedes Calvo.