Con elecciones presidenciales en junio de 2024, el oficialismo mexicano, que tiene amplias posibilidades de triunfo, tiene dos figuras con chances de victoria: la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el canciller, Marcelo Ebrard Casaubón. Uno de los dos representará a un partido, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que es hoy una gran maquinaria electoral, y ambos tendrán a su favor la elevada popularidad del presidente, Andrés Manuel López Obrador.

Morena se fundó en 2014, producto de la salida de López Obrador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), organización política que había sido la principal agrupación de izquierda desde 1989. López Obrador llegó a la presidencia en su tercer intento, en 2018, con 53,19% de los votos. El autodenominado gobierno de la Cuarta Transformación (4T) llegó con un contingente de 188 diputados federales sobre un total de 500, y en las elecciones intermedias de 2021 aumentó a 190, lo cual le dio buen margen de acción para aprobar reformas legales y negociar algunas constitucionales, aunque el camino legislativo no ha estado exento de traspiés, como la reforma eléctrica y la reforma electoral.

Morena ha pasado en un corto tiempo de ser un partido opositor sin mayor fuerza –sin gobernaciones– a contar con 20 de 32 gobernadores del país. Y en 2023 tiene amplias posibilidades de ganar nuevamente la presidencia de la República, ya que de acuerdo con una encuesta realizada en marzo de 2023, el partido en el gobierno mantiene una intención de voto de 49%, mientras que en la segunda posición se encuentra el Partido Acción Nacional (PAN), con apenas 16% de las preferencias (Demoscopía, 23/3/2023).

El gobierno de López Obrador no ha estado exento de confrontaciones con partidos de oposición como el PAN, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el PRD, que critican el estilo benefactor-populista de la 4T, pero también con otros sectores institucionales, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Instituto Nacional Electoral, instituciones académicas y medios de comunicación críticos, que discuten los resultados del combate contra la corrupción y los efectos de la austeridad en el presupuesto.

Considerando ese contexto, ¿qué pasará con la sucesión presidencial? ¿Quién será el gran elector del candidato? Entre Sheinbaum y Ebrard, ¿quién tiene mayores posibilidades de ganar? ¿Cuál de los dos podría representar mayor continuidad con el legado de López Obrador?

Como en todo gobierno, podemos encontrar algunos miembros que se consideran “fundadores”, como el propio López Obrador, aunque el morenismo se constituyó como un partido nuevo pero con viejas élites recicladas de otros partidos, como el PRI y el PRD.

Sin posibilidades de reelección, las reglas no escritas del sistema político mexicano en la época del PRI, que gobernó México por más de siete décadas, le otorgaban al presidente la facultad de designar a su sucesor, práctica o ritual coloquialmente conocido como el “dedazo”. En el priísmo, el máximo elector era el presidente: él decidía y los demás aceptaban la nominación. Pero esta práctica ya no funcionó para el PAN en sus dos períodos presidenciales con Vicente Fox y Felipe Calderón, presidentes que trataron de imponer a su candidato y no lo lograron. Ahora bien, ¿quiénes son los dos punteros en el proceso interno de Morena, aspirantes llamados coloquialmente “corcholatas”? Si bien hay cuatro aspirantes, la principal competencia se concentra entre Sheinbaum y Ebrard.

Ingeniera de formación, Claudia Sheinbaum, de 60 años, inició su carrera política en el PRD, partido en el que militó durante 14 años (1989-2014). Ocupó el cargo de secretaria del Medio Ambiente en el gobierno del Distrito Federal cuando López Obrador fue jefe de gobierno. Su victoria más importante fue convertirse en jefa de gobierno de la Ciudad de México para el período 2018-2024.

Marcelo Ebrard Casaubón, de 63 años, ha incursionado en cinco partidos políticos: militó 18 años en el PRI; formó el Partido del Centro Democrático; fue miembro del PRD durante 15 años; participó en el Movimiento Ciudadano y es parte de Morena desde 2018. El canciller también ha ocupado tanto cargos de elección popular como cargos gubernamentales, pues participó como Sheinbaum en el gabinete de López Obrador en la Ciudad de México. Fue diputado federal (1997-2000) y jefe de gobierno del Distrito Federal (2000-2006).

La distancia entre Sheinbaum y Ebrard se ha mantenido entre dos y cinco puntos de diferencia, lo cual dibuja un escenario abierto, y esto indica una disputa interna muy cerrada. Adán Augusto López y Ricardo Monreal, los otros dos aspirantes, tienen escasas posibilidades de ganar.

Las condiciones políticas del proceso de selección del candidato del gobierno son únicas, y los parámetros priístas y panistas no necesariamente se aplicarán, por varias razones:

  1. Si bien López Obrador es el presidente de la República, hay un ambiente de cierta democracia interna en Morena. El presidente no impone formalmente a los dirigentes nacionales, sino que hay procesos internos de renovación.
  2. El presidente ha permitido a los diferentes interesados competir por la candidatura y realizar activismo desde sus posiciones políticas. A diferencia de la época priísta, cuando todo era decidido por el titular del Ejecutivo, en el caso de Morena-López Obrador hay una competencia abierta, avalada y permitida por el propio presidente. Esto es inédito en los rituales políticos mexicanos. Los estatutos de Morena señalan que el candidato presidencial será elegido a través de una encuesta, y quien resulte mejor posicionado será el candidato o la candidata.
  3. Como mencionamos, tanto Sheinbaum como Ebrard son viejos conocidos de López Obrador.
  4. Todavía no hay certeza de quién será el candidato o candidata, pero hay momentos destacables en esta competencia. El activismo de Ebrard se ha enfocado en realzar la presencia de México en la arena diplomática internacional, como por ejemplo, en la negociación de las vacunas contra la covid-19, la demanda contra los fabricantes de armas en Estados Unidos o la representación del presidente en los foros internacionales (López Obrador casi no viaja fuera de México). Por otro lado, el activismo de Sheinbaum se ha orientado hacia la política interna: suele acompañar en primera fila al presidente López Obrador en celebraciones institucionales, como el Grito de Independencia del 15 de setiembre. Si bien ambos políticos tienen altas posibilidades de ganar, el principal aditivo a la candidatura de Sheinbaum es su cercanía con el presidente y el compromiso de continuar el legado del proyecto de la 4T.

En menor medida se encuentran las preferencias del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y del senador Ricardo Monreal, quienes, a pesar de su iniciativa política, están lejos de los punteros. Así que la carrera final se decidirá entre los dos primeros postulantes.

La democracia mexicana ha experimentado tres alternancias entre partidos diferentes en los últimos 18 años. Las reglas de origen del sistema político mexicano arrojan un presidencialismo cargado hacia un Ejecutivo fuerte, pero eso ha sido una herencia de décadas y no producto del arribo de López Obrador al poder. Recientes mediciones muestran resultados contrastantes: un presidente con más de 58% de aprobación, pero un bajo apoyo a la democracia, con mediciones que apenas alcanzan el 43% (Latinobarómetro 2020).

El gobierno de López Obrador y la 4T combina políticas sociales para los sectores más postergados con un discurso de polarización contra las “élites” (jueces, periodistas, académicos, empresarios, etcétera). El candidato que represente a Morena tendrá la tarea de reconciliar a los actores políticos o seguir con un ambiente de crispación. En este sentido, Ebrard podría representar una opción más “moderada” que Sheinbaum.

La gran pregunta es si López Obrador validará al ganador de las encuestas. También habrá que esperar el compromiso manifiesto del candidato o candidata para dar continuidad al proyecto obradorista en el próximo sexenio. Quien obtenga la candidatura tendrá a su favor los logros sociales del gobierno de López Obrador, pero también el peso de los pendientes, como la inseguridad, el lento crecimiento económico y la dependencia presupuestal de los programas sociales.

En cuanto a los perfiles, el de Sheinbaum simbolizaría uno más ideológico y apegado a López Obrador, mientras que Ebrard aparece menos radical y más proactivo para la negociación política, incluso con la oposición. Quien consiga la nominación presidencial tendrá a su favor la maquinaria del gobierno federal y el apoyo de 20 gobernadores que moverán la estructura estatal para promocionar el voto.

De ganar Morena la elección presidencial en 2024, tendremos un escenario político inédito: un expresidente carismático y un sucesor, o sucesora, que deberá construir su propio poder bajo su sombra.

Juan Pablo Navarrete Vela es doctor en Estudios Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, y profesor e investigador en la Universidad de la Ciénega de Michoacán. Este artículo fue publicado originalmente por Nueva Sociedad.