Primer acto

En pleno siglo XXI, en un recóndito país, un presidente parece detentar aspiraciones que tenían los antiguos monarcas. Pero no está solo. También están los suyos (en algún momento los llamó “malla oro”). Para este grupo selecto, la realidad del país pasa por lo que desean y hacen ellos. Y además están convencidos (y hasta convencen al resto de la población) de que ellos son los que están capacitados para gobernar el país. También insisten en decir que el mercado es el que dará a cada individuo los beneficios por el esfuerzo que hicieron.

Este grupo selecto está convencido también de que el resto de la población tiene que trabajar para satisfacer sus necesidades: para eso nacieron y su misión en la vida es trabajar para los elegidos. Sin embargo, no toda la población cree tener esa misión, y en cambio están convencidos de que tienen derechos, y se organizan y luchan. Así fue que lograron recolectar más de 800.000 firmas en una situación inédita para el país. Su lucha de más largo aliento es para que un día todos los seres humanos puedan ser libres de forma solidaria, así ningún ser humano explotará a otro.

Por todo esto es que algunas escenas comenzaron a incomodar a esos pocos elegidos y, como boxeador asediado, están lanzando trompadas para todos lados, demostrando su desesperación. Hagamos un breve repaso de ellas.

Segundo acto

En una breve defensa del orden establecido y por tanto de sus privilegios, Ignacio de Posadas plantea que el PIT-CNT se estaría convirtiendo en PIT-TNT. Y recuerda que la TNT era lo que permitía la explosión de las dinamitas. Hace esta afirmación luego de que los trabajadores organizados comenzaran a movilizarse para reclamar derechos, especialmente durante los días en que pararon el puerto de Montevideo (ese que los gobernantes entregaron por 50 años a una transnacional). Pero esto se enmarca en algo más amplio. Afirma esto por el impresionante paro y movilización de mediados de setiembre, a la que llegaron trabajadores de todo el país, del campo y la ciudad.

Es que los trabajadores organizados no creen que sea justo que sus salarios desciendan día a día mientras los productos básicos aumentan casi en proporción inversa. Tampoco consideran justo que cientos de miles coman en ollas populares y unas pocas empresas y unos pocos empresarios obtengan ganancias que resultan obscenas sin pagar un impuesto extraordinario ante esta debacle social de las mayorías.1

Y pega en este lugar porque tiene muy claro que el movimiento sindical fue una pieza clave en la recolección de firmas para llegar a la instancia de referéndum contra la ley de urgente consideración (LUC). Entonces, para este defensor de los bolsillos llenos, los trabajadores organizados y el movimiento popular en su conjunto se convierten en dinamita.

Tercer acto

Los defensores de la LUC han planteado que esta es popular. Qué es popular siempre es materia de debate, y de una u otra forma los proyectos políticos para triunfar deben serlo. Se sostiene que fue discutida con toda la población por el actual presidente, que escuchó en persona los reclamos de la población que pedía cambios. No ingresaremos en ese debate (vaya a saber qué escuchó y qué le dijeron en esos “encuentros”).

Creemos que lo fundamental para cuestionar la popularidad de la LUC es que en marzo de 2020 se precipitó una pandemia a nivel mundial que llevaría a que los más vulnerables quedaran en peores condiciones que antes. Muchos gobiernos que nada tienen de socialistas e incluso organismos financieros internacionales planteaban que era imprescindible invertir en políticas sociales y para fomentar el empleo, para que millones de personas no se hundieran en la pobreza y la indigencia.

Lejos de tener en cuenta estas propuestas, el sector selecto que gobierna el país se encerró en su dogma y continuó como si nada hubiese pasado, y lanzó la LUC que cambiaba múltiples aspectos de la sociedad, teniéndose que discutir en tiempos muy breves. Al mismo tiempo, cientos de miles veían cómo su salario disminuía, sufrían tras la pérdida de su empleo o pequeño negocio, etcétera. Los representantes del gobierno en el Parlamento y sus ministros poco y nada propusieron para superar este drama.

Intentan intimidar a los opositores a ese proyecto conservador, persiguiendo y acusando a personas y a organizaciones populares, pidiendo la intervención para censurar su accionar libre.

Hoy se comienzan a ver las consecuencias de esa inacción: desnutrición en niños y embarazadas, y el aumento de personas en la pobreza. Tampoco hoy se está legislando para solucionar estos problemas.

Entonces podemos decir que lejos está la LUC de ser popular. ¿O se puede decir que estar de espaldas a las necesidades de las mayorías es ser popular?

Cuarto acto

En el editorial del matutino El País del 27 de octubre, ese diario vuelve a lanzar golpes para todos lados. Pero hay una insistencia particular que se repite una y otra vez: toda oposición al gobierno está vinculada con el comunismo. Seguidamente denuncia entonces las prácticas autoritarias que esos sectores tendrían.

De esa manera afirma que la consigna de la campaña para derribar la LUC, decir que “la LUC no es Uruguay”, estaría dejando fuera a una porción de los uruguayos.

El intento de los defensores de este proyecto conservador es claro: tensionar la sociedad para dividirla. Agitan un fantasma que primero recorrió Europa y después comenzó a recorrer el mundo y parece que sigue despertando temores.

También intentan intimidar a los opositores a ese proyecto conservador, persiguiendo y acusando a personas y a organizaciones populares, pidiendo la intervención para censurar su accionar libre. Los casos paradigmáticos son el pedido de destitución de dos docentes en San José y el hostigamiento a la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua por la realización de un video denunciando los atropellos de la LUC contra los inquilinos.

Para este selecto grupo la libertad parece que no llega a todos los habitantes del país. Al igual que no pueden protestar para obtener y/o defender sus derechos, tampoco podrían opinar sobre cuestiones políticas.

El sueño oculto de este pequeño grupo es que el país sea un reino tranquilo y sin sobresaltos de ningún tipo. Si hay miles de desocupados, miles comiendo en ollas populares, si aparecen niños y embarazadas desnutridos, si los salarios caen día a día frente a los aumentos de los precios, si se presenta un proyecto de ley para dejar en libertad a los peores criminales que tuvo el Uruguay, si se desconoce la libertad sindical (la lista podría seguir), nada de esto da derecho a la protesta ni a la movilización social. Si no están de acuerdo deberán esperar hasta 2024 para cambiar el gobierno.

Sin duda, la realidad y la organización de las mayorías rompió en pedazos ese sueño de este pequeño grupo selecto, porque si salen a las calles van a ver que las plazas están tomadas todos los días de manera pacífica por los opositores a su proyecto conservador.

Y para comprobar lo que decíamos, en las recientes elecciones para el Consejo Directivo Central, los representantes de la Coordinadora de Sindicatos de la Enseñanza del Uruguay obtuvieron una amplísima victoria que demuestra el rechazo al proyecto conservador y que la mayoría de los docentes de Uruguay están representados por las organizaciones sindicales.

Héctor Altamirano es docente de Historia.


  1. Véase aebu.org.uy, “Ahorro del sector más rico creció US$ 2.800 millones”, 14 de setiembre de 2021.