Como tantos otros compañeros varones de las artes escénicas, el viernes 18 de junio recibí un correo electrónico con un comunicado supuestamente proveniente del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE) escrito por su director, Álvaro Ahunchain. Allí, se explicaba que él mismo reconocía verdaderas las denuncias públicas que lo aludieron en la cuenta de Instagram “Varones teatro”, que estaba arrepentido y pedía disculpas, y que, como director del INAE, iba a crear un Departamento de Género dentro del instituto para contribuir a la erradicación de la violencia machista en el teatro. El correo electrónico resultó falso.

El intento de falsificación fue algo tonto y el asunto se reveló muy fácilmente. Se trataba apenas de una imagen adjuntada al correo que emulaba gráficamente los correos institucionales del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y estaba realizado desde un dominio parecido al original (portalmec.info en vez de portal.gub.uy). Y, sin embargo, habiendo sido engañado mentira de por medio, lo primero que pensé fue “qué lástima, che...”.

Es que la idea de que uno de los señalados más notorios en “Varones teatro” hubiese salido públicamente a comentar sobre la situación que lo tiene como protagonista, en lugar de mirar para otro lado esperando que todos nos olvidemos, parecía algo salido de tiempos mejores y no de estos que lamentablemente nos toca vivir. También era extraordinario esto de que el INAE se pusiera a trabajar desde donde puede sobre las desigualdades de género y la violencia machista en el teatro, asunto que es necesario dado todo lo que ha pasado y de lo cual ahora sabemos apenas un poco gracias a la valentía de muchas. Lejos de que suceda lo anterior, pareciera que los varones nos hubiésemos olvidado de “Varones teatro” como si de una anécdota lejana se tratara, naturalizando que una de las instituciones más poderosas e importantes del país en las artes escénicas y su director sigan guardado absoluto silencio respecto de los graves señalamientos que se hicieron de forma pública. No creo que nadie pretenda que la publicación anónima en una red social sea motivo suficiente para decir que alguien es culpable de algo, lo que no significa que las palabras de las víctimas no tengan un valor enorme y sean expresadas de las maneras que encuentren en medio de un sistema de justicia androcéntrico; pero el silencio absoluto que encubre lo que podría ser una violencia sistemática es ensordecedor y es insoportable.

Quizás, de fondo, un primer paso sea preguntarnos sinceramente si como varones tenemos tantas ganas de abandonar nuestros privilegios y si estamos dispuestos a hacerlo.

Pasaron ya diez meses de “Varones teatro” y por supuesto que el centro de la cuestión no es precisamente el INAE y su director. Está claro que se trata de un tema complejo y la interpelación es todos los días en las escuelas teatrales, en los ensayos, en las conversaciones de bar, y también en las palabras no dichas de muchos acusados con señalamientos más terribles todavía. Y, aun así, de tanto abrir el abanico para abordarlo todo, nos vamos a seguir quedando cortos. Sin embargo, este falso comunicado es un pliegue interesante desde donde traer al asunto nuevamente a la mesa, ya que se trata de una institución pública que se encuentra haciendo una gestión muy proactiva e influyente en el medio con base en llamados y convocatorias. Me pregunto qué tipo de posturas y acciones estamos tomando los varones del teatro en términos individuales, colectivos e institucionales. Tengo miedo de que a veces nos sea más fácil alegrarnos con el conjunto de muy buenas convocatorias que han surgido en estos últimos meses y que nos ponen a competir allí donde los varones seguimos caminando con ventaja (de dónde surgió el dinero para esas convocatorias parece no importar, aunque lo hayan sacado de los propios teatros)1 en lugar de accionar para dejar de naturalizar lo que sabemos que no está bien. También puede ser cierto que el laburo, que el fin de mes, que el bolsillo. La tensión entre la supervivencia y “el mejor de los mundos” nunca es justa del todo. Que la persona no es la institución y que son fondos públicos, también: otras discusiones para seguir abriendo el abanico. Patriarcado y capitalismo se pisan los talones si es que no son el mismo par de pies. Quizás, de fondo, un primer paso sea preguntarnos sinceramente si como varones tenemos tantas ganas de abandonar nuestros privilegios y si estamos dispuestos a hacerlo.

Espero que este correo falso pero positivo contribuya a que la estrategia del silencio trastabille y se lleve la cuestión a donde también es necesario que esté: a la voz y a las acciones de todos los días de los varones que hacemos teatro. O, como más o menos dice el falso comunicado: “La creación de un ambiente cultural más justo y seguro depende del trabajo de todos y todas. A partir de hoy, los varones creadores teatrales también nos comprometemos en esa lucha”.

Federico Puig es dramaturgo.