Cuando nos preguntamos acerca del futuro por el que trabajamos, solemos responder que nuestro gran objetivo es alcanzar mayores niveles de desarrollo económico y social y un incremento sustancial del bienestar colectivo. Ello requiere una estrategia en el sentido estructural, con profundidad y larga duración, e involucrando a la sociedad en su conjunto, al territorio que constituye la base material con referencia a la cual planteamos el objetivo mencionado, al ambiente sobre el cual deseamos cuidar dicha base y a las principales variables y actividades en juego.

Intentando una síntesis de este conjunto de factores, podríamos señalar que sus grandes lineamientos son tres. En primer lugar, el crecimiento inclusivo, con creciente equidad y entendiendo a esta última, no como un mecanismo compensatorio de la desigualdad inherente al crecimiento, sino como una condición de este último.

En segundo lugar, como indica la realidad de todo país físicamente pequeño, pero con potencialidades innegables en cuanto al aporte de los distintos conceptos de esta estrategia al logro de mayores niveles de desarrollo económico y social, así como de bienestar colectivo, la apertura al exterior no es una opción sino el camino obligado para ensanchar las posibilidades de realización exitosa de la estrategia a poner en práctica. Importa señalar que el concepto de apertura aquí planteado no se limita a la perspectiva económica, sino también a la política y a la cultural.

El mismo concepto referido precedentemente nos conduce directamente a un tercer lineamiento: refiere a la apuesta a la excelencia y la calidad, que desde la ciencia como base nos permite apostar a la eficiencia, la productividad, la competitividad por la vía de la innovación. Este camino puede sintetizarse como el de la transformación de las ventajas comparativas congénitas en ventajas competitivas dinámicas.

No obstante, como ya fue dicho, la apertura del país al mundo no puede encararse limitando la reflexión a las actividades económicas. También importa trabajar por una mejor política internacional desde el apoyo al multilateralismo y un conocimiento creciente de historias y costumbres de otras sociedades que nos ayude a leer sus desarrollos y aprender las enseñanzas que nos dejan tales realidades.

Tomando en cuenta este escenario estratégico y estructural, me interesa hoy poner el acento en la naturaleza fundamental del mismo. En rigor, se trata de un plan sostenible de internacionalización del país apoyado en la generación de capacidades y la integralidad de los procesos involucrados. Conviene percibir que la mayoría de las instituciones del sector público tienen alguna especialización, de modo que en muchos casos generan proyectos complejos que es preciso articular sobre la base de los instrumentos a los que apelan.

Quisiera, a continuación, reflejar a través de la aplicación de este enfoque a una realidad por muchos motivos fundamental en el Uruguay: se trata de las llamadas micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes). Es que hay una indiscutible articulación entre la realidad de estas empresas y los conceptos estratégicos desarrollados antes, lo que nos permitiría conocer más de cerca las respuestas que pueden tener las decisiones políticas que se tomen al respecto.

Para empezar, las mipymes no sólo constituyen una aplastante mayoría de las empresas nacionales, sino que su protagonismo en el carácter inclusivo del crecimiento es un factor fundamental de este lineamiento. Dicho de otro modo, si la equidad es una condición del crecimiento inclusivo, queda claro que dicha condición se neutraliza si dicho crecimiento se concentra en grandes emprendimientos.

Durante el transcurso del período de gobierno precedente se presentó un programa en el que se debería insistir y que procura el apoyo a una creciente internacionalización de las mipymes, que han demostrado potencial exportador. Cuando se presentó el proyecto referido las mipymes generaban alrededor de 46% del universo exportador y 4% del valor exportado. Por otra parte, el volumen de puestos de trabajo alcanzaba a más de 14.000 personas que, a su vez, constituían alrededor de 20% del total del empleo dedicado a estas actividades. Como se puede apreciar, también en el caso de las empresas exportadoras, las mipymes constituyen clara mayoría. En estas circunstancias, un programa como el que se puso en práctica procura fortalecer capacidades y la realización de acciones en los campos de la promoción y la comercialización, incluyendo la protección de la propiedad intelectual.

Como fue dicho antes, al reflexionar sobre la estrategia del país en su camino hacia el desarrollo y el bienestar, la apuesta a la calidad es un imperativo para cualquier exportador, pero lo es especialmente importante en el caso de las mipymes. No es el tamaño el arma fundamental de las mismas, sino su capacidad para generar o absorber conocimiento, innovar, incrementar los niveles de productividad y competir siguiendo esta trayectoria. Por esta razón, importa mucho el apoyo del programa a las actividades de estudio –especialmente de mercados potenciales–, certificaciones, el desarrollo y la mejora de productos, la profesionalización de áreas de comercio exterior y la ya mencionada protección de la propiedad intelectual.

Como se podrá apreciar, es este un proyecto de cambio de la estructura productiva del Uruguay, en el que pueden y deben participar coordinadamente varios servicios públicos del país, entre los que cabe citar a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE), el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) y el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM). Cada una de ellas puede hacer aportes muy valiosos, pero actuando en red, mucho más.

Como parte de este planteo, es preciso incluir especialmente la estrecha asociación entre los objetivos del mismo y la producción de servicios globales en el Uruguay. Me refiero fundamentalmente a algunas modalidades frecuentemente asociadas a la deslocalización o redespliegue de actividades a escala mundial, practicando el llamado outsourcing.

Importa destacar tres de tales modalidades.

Una es la que refiere a la consultoría en materia de tecnología de la información, incluyendo desarrollos y adaptaciones. Una segunda abarca servicios de procesos de negocios, tales como las actividades relativas a las finanzas y la contabilidad, la logística, la gestión de compras, la planificación, la administración de recursos humanos y las relaciones con clientes. En tercer lugar, corresponde considerar a los servicios de procesos de conocimientos, incluyendo investigación y desarrollo a cargo de trabajadores altamente capacitados que abordan áreas como la innovación, el diseño y el análisis financiero.

Estas modalidades exhiben en la actualidad un alto perfil exportador y una gran expansión a escala mundial. Se caracterizan por una gran potencialidad en materia de generación cuantitativa y cualitativa de empleo en el marco de su acción transversal, que les permite promover eficiencia y productividad en el tejido económico concebido en su conjunto.

Uruguay presenta una gran potencialidad en este terreno, esto es, en el papel a cumplir por estas actividades que contribuyen a demostrar que no puede haber avances hacia mayores niveles de desarrollo económico y social y de bienestar colectivo sin una transformación relevante y profunda de su actividad productiva, que, en particular, incluya una diversificación de su inserción internacional. En este contexto, las mipymes han tenido un protagonismo indiscutible, fundamento insoslayable para asignar la mayor relevancia posible a programas y proyectos que estimulen una participación creciente de las mismas, ya sea apoyando su lanzamiento o la ampliación de sus actividades.