Lo han hecho desde el primer día de gobierno. Se trata de un plan pensado y estratégicamente ejecutado. Hay que distraer y entretener, suscitando emociones positivas o negativas. No podía ser de otro modo si la política es entendida desde el marketing y la publicidad. Todas esas actividades han estado continuamente dirigidas a prestigiar al presidente a partir de un muy preciso corte: una cosa es el presidente y otra muy distinta es el gobierno.

La vida de Luis ha sido en sí misma un verdadero espectáculo, constituyéndose en una saga que abarcó muchas áreas. Fueron explotados todos los deportes y en todos ellos se produjo un acting. El verano siempre proporcionó material exclusivo, especialmente por la playa, los goces que suscita y los eventos. La telenovela familiar tuvo de todo: salidas intempestivas del hogar, reencuentros furtivos, recitales emotivos, pero también episodios oscuros como investigaciones sospechosas que nunca fueron aclaradas y, al final, una ruptura que parece sólida con un divorcio en camino, aunque en esa materia en realidad nunca se sabe, nada es definitivo.

El comienzo del año nos tenía reservado uno de los mejores capítulos: Luis en Harley, montado en su moto en una estación de servicio, pronto para adentrarse en la ruta. También, por supuesto, tuvo tiempo para una selfie con un admirador, y el uso de un casco a tono. La escena se ajusta a la vida de soltero, en la que se presenta como un verdadero y legendario easy rider.

Las redes sociales explotaron, pero también se volvió una noticia central de amplio debate: ¿usaba el casco adecuado? Si no tenía el chaleco reflector, además, ¿debió haber sido multado? Días después, trascendió que fue multado por exceso de velocidad en las rutas.

Su vida personal dio y dará hechos para farandulizar, porque sus apariciones acumuladas durante todo su gobierno pertenecen a la narrativa visual que le han preparado. Se trata de escenas en las que él es siempre la estrella principal. Si bien es notorio que se trata de un modo inédito de manejar la imagen presidencial para nuestra realidad, en verdad se copian modelos ya usados con relativo éxito por otros políticos en otros países. Por ejemplo, Mauricio Macri, siendo presidente de la República Argentina, apeló constantemente a este tipo de escenas, y de hecho un ejercicio bastante frecuente en las redes sociales ha sido encontrar esas similitudes. Y las hay. Son muy obvias, muy groseras, pero no les importa porque son muy eficaces.

El mundo fue y será...

Y el objetivo se logra. La atención se centra en el personaje, en las emociones que despierta, siguiendo el método publicitario, y se distrae de su obra, de lo verdaderamente importante, porque aunque no lo parezca, aunque ese nunca sea el primer plano y principal punto de discusión, hay una obra, que es de lo que tendríamos que estar discutiendo. Disocian al presidente de su gestión, porque esas escenas se vuelven tan fuertes que generan múltiples comentarios, producen reacciones inmediatamente que en muchos casos parecen irreprimibles; se comenta, se ríe o se enfurecen las multitudes, porque en definitiva logran que terminemos hablando y poniendo en el centro de las discusiones una verdadera agenda secundaria, insignificante y hasta ridícula, a la que vamos a llamar agenda boba. Es muy tonta, pero es muy efectiva. La permanente mirada sobre la vida de Luis y de sus excelsos atributos es solamente una parte. La agenda boba tiene todos los días un tema.

La lista podría ser muy extensa, pero recordemos algunos de los más recientes. ¿La ciclovía es buena o es mala? ¿Era necesario hacerla? ¿Es un capricho de la intendenta, que parece hacer cualquier cosa que se le da la gana con el dinero de los contribuyentes, que sólo tienen que vivir como espectadores involuntarios de una fiesta que además pagan?

¿Yamandú Orsi llevó a una comida de recaudación de fondos a un conferencista profesional, protagonista del momento por ser uno de los integrantes de la llamada sociedad de la nieve? ¿Está bien pagar eso que se paga por cada tenedor?

Mario Bergara, ¿cómo fue capaz de hacer esos comentarios clasistas sobre los protagonistas del milagro de los Andes? Esta noticia, aunque parezca insólito, fue objeto de comentarios varios días en los noticieros centrales.

Y la última, la que aún está caliente: esa mujer dueña de una ambición sin límites y que nada parece detenerla, que es capaz de todo, se mete con la fecha de fundación de la ciudad y la modifica, con el único fin de absorber los réditos de darle a la gente una fiesta popular y oficiar de dueña de casa. Pero si en 1926 se festejaron los 200 años de Montevideo, si la dictadura festejó los 250 años, ¿cómo se van a festejar ahora los 300? Está mal. Para los que alimentan diariamente la agenda boba, no existen razones ni argumentos, no importa lo que afirmen los profesionales en los temas.

La agenda boba no jerarquiza problemas, los cambalachea a todos, y parece que en cada uno de ellos, cualquier opinólogo es un verdadero especialista.

En el mismo lodo, todos manoseaos

La agenda boba no jerarquiza problemas, los cambalachea a todos, y parece que en cada uno de ellos, cualquier opinólogo es un verdadero especialista. La agenda boba puede indignar, puede enojar o hacer reír, pero cumple varias funciones, y primero que nada evita discutir los verdaderos problemas del país. Y además, de todos los temas, la culpa siempre la tiene el Frente Amplio. De ningún problema el gobierno parece sentirse responsable: el discurso culpabilizador está siempre pronto para acusar al Frente Amplio.

La agenda boba evita discutir la pérdida de salario real que los trabajadores hemos padecido durante los últimos cuatro años consecutivos, bajo este gobierno; el poder efectivo que ha parecido recrudecer en el accionar del narcotráfico, que tiene dimensiones que no podemos quizás ni siquiera imaginar; la crisis en la seguridad pública que atraviesa el país y en la que, habida cuenta de los nuevos jerarcas que ocupan los puestos más importantes en seguridad en este momento, parece que el gobierno tiró la toalla en la materia; y también el hecho de que hace un año que la economía no crece.

La agenda boba propone manejar los hechos políticos del mismo modo que se manejan los hechos en los programas de chimentos y espectáculos, y muchos programas televisivos la alimentan todos los días.

Simplemente a efectos de recordar, hace apenas unos días, seis presos fueron asesinados de un modo brutal, fueron quemados mientras estaban en sus celdas, y si bien esto claro que fue noticia, no tuvo la dimensión de escándalo que hubiera tenido en otro momento. Lo mismo ocurre con la lamentable sucesión de niños asesinados en balaceras, que debieron ser dramas brutales y, sin embargo, apenas fueron noticias efímeras. Seguramente hubieran sido escándalos si se tratara de niños de otras zonas de Montevideo, lo que recuerda lo que analiza el antropólogo Didier Fassin en ¿Cuánto vale una vida?, que no todas las vidas valen lo mismo.

El 22 de enero de este año, en el conurbano bonaerense una niña de nueve años fue asesinada de un disparo en la cabeza dentro del automóvil en el que viajaba junto a sus padres, cuando pretendían huir de un intento de rapiña. El hecho mereció comentarios de la ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, y del propio presidente Javier Milei. No obstante, los hechos ocurridos en Montevideo recibieron un largo silencio, incluso del mismo Luis Lacalle Pou, lo que llamó la atención habida cuenta de que siendo el líder de la oposición era un tenaz comentador de la crónica roja y un gran acusador del gobierno en materia de seguridad, pero cuando los hechos policiales podrían tener que verlo asumir alguna responsabilidad, cesaron. Y siguió en modo vacaciones en el este.

Durante varios días del comienzo de 2024, la celebración de los 300 años de la ciudad de Montevideo ha sido un tema excluyente. Fue tan ridícula la discusión que debería avergonzar a algunos actores políticos. El propio Carmelo Vidalín, intendente de Durazno, que celebró el festejo y señaló la importancia que tienen para la alegría colectiva estas fiestas, les advirtió a sus correligionarios (lo que le habría valido la eliminación de un grupo de Whatsapp) que oponerse a este tipo de actividades es contraproducente, genera el efecto contrario al buscado. Estar llorando cuando todo el mundo está de fiesta no parece una situación beneficiosa. Así está la oposición en Montevideo. Destaquemos igualmente que aun así, la agenda boba tiene una notoria predilección por los temas municipales capitalinos, que siempre brinda material que emerge de lo secundario a lo importante, y además una preocupación obsesiva por la democracia que suele circunscribirse a preguntar cíclicamente: ¿son Cuba y Venezuela democracias plenas?

Despliegue de maldad insolente

El gobierno no quiere hablar de algunas noticias que no son del todo buenas, por ejemplo, la caída de las exportaciones, a pesar de que el presidente se pasó los cuatro años viajando, pretendiendo “abrir el Uruguay al mundo”.

Tampoco pudo debatirse la importancia de la amistad del presidente con los dueños de las tabacaleras, que haya pasado una tarde entera navegando con ellos en un yate y luego, a los pocos días, pudiera verse a vendedores y promotores de cigarrillos por las playas de Punta del Este violando la normativa vigente. El pasaporte al narcotraficante Sebastián Marset y el caso Astesiano, por ahora, están en silencio en cuanto a las evidentes vinculaciones con altas figuras del gobierno. Ni hablar de varias acusaciones sobre actos de corrupción que involucran a miembros del gobierno, y algunos sórdidos detalles del caso Penadés, en el que parece que hay mucha gente implicada.

La agenda boba es útil, simplifica la mirada y el análisis de cualquier tema. Por ejemplo, reduce la lucha contra la criminalidad a la existencia o no de allanamientos nocturnos, los que el Frente Amplio rechaza, y entonces, por un elemental silogismo, termina teniendo la culpa sobre la criminalidad. También es culpado por lo que debió hacer antes y no hizo, y el estado actual se debe a lo mismo.

La agenda boba presenta como exitosos “golpes al narcotráfico” el cierre de algunas bocas de pasta base, pretendiendo explicar que el problema de las drogas y el narcotráfico se reduce a los consumidores callejeros de pasta, que son los que recurren diariamente a esos lugares, cuando todos sabemos que el gran consumo está en otro lugar, que el gran negocio del tráfico también está en otro lugar. El consumidor callejero de pasta es muy funcional a esa construcción del problema del tráfico de drogas, continuamente es presentado como el gran causante del aumento de la criminalidad. Valga recordar que el barco que iba con un suculento cargamento de cocaína se paseó cómodamente y sin controles por el puerto de Montevideo y sólo fue detectado al llegar a Bélgica, tras viajar envuelto entre alfajores y budines.

Combatir la agenda boba debe permitir poner el centro de la discusión en otros múltiples problemas que tenemos, preguntarnos en qué tipo de sociedad queremos vivir, cómo vamos a atender el problema más urgente, el de la desigualdad, causa primera de todos los problemas sociales. Cómo resolveremos el problema de la violencia contra las mujeres, la multiplicación de personas en situación de calle, la insatisfacción de la vida, la depresión o desesperación que tienen un número muy elevado de jóvenes, demostrada en las recientes evaluaciones de índice de salud mental, y que debería ser materia de escándalo nacional y, sin embargo, pasan sin pena de gloria junto a las escalofriantes cifras de pobreza infantil. Debatir cuáles serán nuestras políticas en salud mental, que hasta el momento se han reducido a la nada o, peor aún, al incentivo del consumo de psicofármacos, más si tomamos en cuenta la enorme tasa de suicidios en el país.

Lamentablemente, muchos intentan hacer de la política un espectáculo y un acto de consumo, y no un espacio de reflexión, de diálogo y de resolución de los problemas más importantes.

Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología.