Del 12 al 20 de abril tendrá lugar la 98ª edición de la Semana Criolla, organizada por la Intendencia de Montevideo (IM). Para muchos será un momento de entretenimiento, para unos pocos una oportunidad de hacer jugosos negocios y, para otros, una tortura que los puede llevar a la muerte.

Según la web de la IM, el histórico evento se propone reunir “las más antiguas tradiciones del área rural del país [...] acercando la cultura pecuaria a la capital, donde se destaca la figura del gaucho, la payada como representación del arte repentista y los espectáculos de danza y folclore”. Sin embargo, resulta llamativo cómo la comunicación oficial elude lo más representativo y a la vez conflictivo de la convocatoria: “Se puede disfrutar de una variada propuesta de payadas, espectáculos artísticos, concursos de destreza, exposiciones plásticas y artesanales, gastronomía criolla, productos típicos y muestras de servicios municipales”. ¡Vaya eufemismo denominar “concurso de destreza” a las jineteadas, esto es, a la espectacularización y mercantilización del uso de los caballos!

Hace años que este evento está en cuestión, especialmente en Montevideo, y recientemente el debate se ha reeditado con el nuevo reglamento del Instituto Nacional de Bienestar Animal (INBA) y su repentina puesta en suspenso por el presidente Yamandú Orsi.

En esta columna planteamos argumentos contra las principales razones en las que se sostiene esta práctica y abogamos por su fin.

“Las jineteadas son tradición y cultura”

Uno de los argumentos más reiterados a la hora de defender la realización de jineteadas en el país es que son tradicionales y que tienen un gran arraigo cultural. Esto se asume como inapelable y se usa en Montevideo para continuar organizando y financiando jineteadas en la Semana Criolla del Prado, que históricamente llevó la consigna de “la unión del campo y la ciudad”. Pero ¿qué tan cierto es que las jineteadas nos representan como país? ¿Es verdad que el rechazo a las jineteadas es cosa de montevideanos?

En 2019, luego de un turbulento cierre de la Semana Criolla tras tomar estado público la muerte de animales en los eventos de jineteadas, la IM encomendó a Equipos Consultores un estudio de opinión sobre las Criollas del Prado y las jineteadas. En este se señala que espontáneamente el evento se asocia sobre todo con gauchos, domas y jineteadas, y que a nivel de público general de inmediato aparecen valoraciones negativas sobre estas percepciones. Pero esto no se queda en Montevideo, ni siquiera en la zona metropolitana, sino que representa a todo el país, tal como lo presenta la encuesta que el INBA encomendó a la empresa Cifra en 2023. Según los recientes datos de esta consultora, recabados a través de un igual número de encuestas para las zonas norte, sur, metropolitana y rural del país, únicamente un 34% de los uruguayos ve a las jineteadas como algo positivo, en tanto que el 58% opina que no deberían ser definidas como deporte nacional. Volveremos luego a este último punto.

Debemos considerar el hecho de que respaldar la continuidad de una actividad en la tradición es un tipo de razonamiento falaz que simplemente sostiene que lo que se hace es lo correcto porque así ha sido siempre. Sin embargo, si una sociedad históricamente esclavista decidiera sostener su práctica y tomar esclavos, ¿tendríamos que ver esta práctica como correcta y abstenernos de criticarla o intentar abolirla? El relativismo cultural nos deja anclados a la realidad actual sin herramientas para evolucionar moralmente, pues no sólo nos obliga a no criticar los códigos morales de otras sociedades, sino que también nos impide criticar los propios.

Si la apelación al relativismo cultural que se suele realizar fuera aceptable, incluso en ese caso debería tenerse en cuenta que este implica una idea de lo correcto e incorrecto anclada en los criterios de la propia sociedad, que hoy parecerían estar dando un fuerte giro hacia el rechazo de las jineteadas como una práctica que deba seguirse realizando.

“Las jineteadas son un deporte”

Ya señalamos que la mayoría de los uruguayos no está de acuerdo con que las jineteadas sean definidas como deporte nacional, pero aunque no fuera de esa manera, la propia Secretaría Nacional del Deporte (Senade) respondió a un pedido de acceso a la información pública, iniciado por la ONG Trato Ético Animal, señalando que “las destrezas criollas no son consideradas deporte”, por lo que no son deporte las jineteadas, y que “la Senade considera deportistas a las personas que practican el deporte”, razón por la que no es admisible llamar deportista a los caballos, a menos que estemos también dispuestos a reconocerles el estatus de persona y, con él, el de sujetos de derechos ―con todas las implicaciones legales que ello acarrearía―.

“Las jineteadas fomentan el vínculo con el animal”

Se dice también que las jineteadas, y especialmente las actividades de cría y cuidado previas a la demostración, fomentan un vínculo amoroso entre humano y caballo. ¡Se afirma incluso que muchos de estos equinos viven “como reyes”, mejor que algunos humanos! Pero esto no es más que mitificación y fetichismo de la mercancía (concepto marxista para designar la ocultación de la explotación en la producción capitalista).

Primero aclaremos los términos: lo que hay en este caso no es un vínculo, sino una interacción o, a lo sumo, una relación. Desde la etología se entiende la interacción como comportamientos mutuos que surgen de percepciones mutuas y forman la base de una relación que tiene un efecto de retroalimentación sobre la naturaleza y percepción de interacciones futuras. Luego, la relación implica una serie de interacciones a lo largo del tiempo entre individuos que se conocen, llegando incluso a poder predecirse los comportamientos mutuos. Por último, el vínculo fue definido por la Asociación Americana de Medicina Veterinaria en 1998 como una “relación mutuamente beneficiosa y dinámica entre los humanos y los animales, influenciada por comportamientos esenciales para la salud y bienestar de ambos”.

Lo que efectivamente observamos en el ruedo son caballos golpeados con espuelas y fustas, lastimados al caerse al suelo, humillados y violentados, presas del terror infligido por esa situación tan antinatural a la que son sometidos y de la cual no pueden escapar —otra cosa que sabemos es que son asesinados cuando dejan de ser rentables para el espectáculo—.

Claramente, en las jineteadas no hay espacio para el vínculo; allí vemos más bien una relación de explotación. Pero afortunadamente existen otras formas de establecer vínculos con los animales para beneficio de ellos y de los humanos —comenzando por recibir hospitalariamente a aquellos que han sido víctimas de estas y otras formas de explotación—.

A su vez, desde un punto de vista con enfoque de género, puede decirse que las jineteadas contribuyen a la construcción de un rol masculino basado en el ejercicio de la violencia sobre otras formas de vida, produciendo así formas de vinculación violenta también entre los humanos, y en particular hacia las mujeres.

Por último, esta violencia ya no es algo únicamente denunciado por activistas, sino que en 2023 el INBA resolvió definir las jineteadas como “una actividad que no sería deseable desde el punto de vista del bienestar animal (Ley 18471) por la violencia intrínseca que la actividad implica”,1 por lo que su consideración no puede ser eludida.

Únicamente un 34% de los uruguayos ve a las jineteadas como algo positivo, en tanto que el 58% opina que no deberían ser definidas como deporte nacional.

“Las jineteadas salvan a los caballos del matadero”

Aunque la mayoría de los uruguayos lo desconozca, en Uruguay existen tres frigoríficos que matan aproximadamente 30.000 caballos al año para la exportación de su carne. Suele esgrimirse que las jineteadas salvan a los caballos de este cruel destino. Sin embargo, esto es una falsa oposición.

Más bien sucede lo contrario: las jineteadas son una fuente inagotable para los mataderos pues ese es el destino final de aquellos corceles que ya se rindieron ante el humano y no oponen la resistencia necesaria para el espectáculo. A pesar de que se repite hasta el hartazgo que “el gaucho ama al caballo”, haciendo referencia a jinetes y tropilleros, ese amor, como mencionamos anteriormente, se traduce en la práctica a golpes, sometimiento y humillación pública, que cuando no termina en la muerte en el ruedo, en la generalidad de los casos lo hace en el matadero. Ese es el lamentable destino de los caballos usados para jineteadas y también de aquellos que fueron criados con genética de “bellaco” para el fin exclusivo de jineteadas y salieron mansos. Según algunos tropilleros, el 30% son aptos para las jineteadas, mientras que el otro 70% de los caballos que nacieron por y para las jineteadas va al matadero.

Son pocos los caballos que terminan sus vidas apaciblemente en la pradera, y los que lo hacen son explotados como reproductores o con otros fines, porque, en función de la lógica del coste-oportunidad capitalista que orienta a los productores, el amor es grande, pero “no se puede andar manteniendo caballos que no sirven para nada”.

“Las jineteadas son una fuente laboral”

Se aduce además que las jineteadas son positivas para el mercado laboral pues emplearían mano de obra, siendo una actividad económica digna y redituable.

Primero debe decirse que las jineteadas no son el único espectáculo que se ofrece en el evento de la Semana Criolla, por lo que su importancia económica debe relativizarse en este contexto.

Sostenemos que además es una actividad que requiere poca formación y especialización y que además reporta severos riesgos para las personas involucradas, que pueden ir desde lesiones leves hasta la muerte. Un “trabajador” herido resultado de las jineteadas deberá ser solventado por la seguridad social de todos los contribuyentes, seguridad social ya amenazada por las presiones demográficas (envejecimiento poblacional), por las enfermedades crónicas no transmisibles y por la injusta y desigual financiación del sistema, que favorece a los grandes empresarios y perjudica a los que viven de su salario.

Además, otras actividades económicas campestres que podrían desarrollarse en el interior son mucho más intensivas en el uso de mano de obra y más exigentes en cuanto a la formación —y, por ende, más valoradas—, como la horticultura, la artesanía y el turismo.

Por último, el trabajo debe dignificar y beneficiar a los implicados en el proceso productivo —cosa que ya Karl Marx advertía como imposible en el marco capitalista—. Aun dejando de lado esta problemática, no vemos en las jineteadas un medio de vida digno y prometedor en comparación con otras actividades de las cuales muchas se dan cita en el mismo evento.

“Las jineteadas son importantes para la beneficencia”

Finalmente, se apela a la beneficencia como último recurso cuando las razones no resisten el menor examen. Así, no es extraño encontrarnos con carteles que anuncian jineteadas a beneficio de una escuela rural o realizadas de la mano de Clubes de Leones con una impronta de beneficio social, como es el caso de las jineteadas del parque Roosevelt.

Sin intención ni posibilidad de desviarnos a un análisis sobre la función del Estado, es ineludible señalar que si la educación pública en zonas rurales necesita de jineteadas para sostenerse, el problema social es mucho más amplio que la violencia hacia los demás animales, violencia que quizás no distinga la barrera artificial de la especie, y que por omisión de sus responsabilidades el Ministerio de Educación y Cultura estaría agudizando al naturalizar esta clase de interacción violenta y de sometimiento.

En todo caso, la inversión en jineteadas es alta. Como ejemplo recordemos que, según informa la IM a la Coordinadora para la Abolición de las Jineteadas en Uruguay,2 sólo para el pago de un capataz de campo en la Semana Criolla se destina el importe líquido de 205.750 pesos. A su vez, la planilla de costos para las jineteadas de 2023 también incluye el pago de los ocho jurados para los concursos de tropillas y jineteadas, la contratación de personal de campo y de relatores, agregando un total líquido de 2.302.360 pesos. Si de ayudar a quienes lo necesitan se tratara, ese dinero podría directamente solucionar varias necesidades si no se destinara a las jineteadas.

Palabras finales

Para la mayoría de las personas causarles daño a los animales es algo intolerable. Sin embargo, con estas prácticas continuamos reforzando la idea de que siempre puede haber alguna excepción que admita la violencia.

Las jineteadas representan un severo riesgo para los caballos y los jinetes, y una inversión que bien podría destinarse a otros fines mejores.

La IM no ha hecho más que tímidas reformas en el reglamento para garantizar la continuidad de este espectáculo, desoyendo así las voces autorizadas en materia de bienestar animal, de deporte y a la ciudadanía.

Las jineteadas no sólo son una forma más de explotación de equinos ―que viene a sumarse a la ejercida cuando son usados para la tracción, para el negocio de las apuestas en los hipódromos y raids, para la represión policial y militar y para la extracción de la hormona gonadotropina coriónica mediante la sangría de yeguas―; además son un espectáculo de sometimiento y humillación que se realiza en nombre de la diversión y para toda la familia.

Nada justifica la explotación animal.

Gustavo Medina Pose es sociólogo y psicólogo. Rita Rodríguez es profesora de Filosofía. Ambos integran el Grupo Académico Interdisciplinario de Antrozoología.


  1. Acta del CDH 24/4/23, folio 21, solicitada al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca por la Coordinadora para la Abolición de las Jineteadas en Uruguay. Expediente 2023-7-1-0001093. 

  2. Intendencia de Montevideo, Oficina de Cultura, Gerencia de Eventos, Expediente 2023-1090-98-001592.